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Ellas Opinan: mala madre por partida doble

Ellas Opinan: mala madre por partida doble

El club comienza hoy con una nueva sección, ELLAS OPINAN, con este pequeño rincón queremos daros voz a vosotras malasmadres para que expreséis, nos contéis cómo es para vosotras la maternidad, que obstáculos habéis tenido que superar o derribar, qué es lo que os preocupa y así poder compartirlo con otras malasmadres que se sientan igual. Este espacio lo va a estrenar una de nuestras malasmadres, se llama Eva, psicóloga especializada en psicopatología clínica y neuropsicología clínica y madre de su buehijo Noel con TEA (Trastorno del Espectro Autista). Para que la conozcáis mejor os dejo la definición que de ella hace su amiga Grela Bravo: “Redactora frustrada, coach en ultimatums, mandona de cojones y asquerosamente guapa… Quijote de las causas nunca-perdidas, madre non stop, noble y mal hablada. La moda es adicta a ella y ella a sus amigas. Psicóloga, técnica, hija, hermana, amiga… Pero sobretodo: la mare d’en Noel.”

A ella le agradecemos desde aquí su pequeña colaboración. Su historia nos ha conmovido y queremos que sepa que estamos con ella siempre.

Texto de Eva.

“Recuerdo cuando estaba embarazada y oía a otras #malasmadres decir que sus buenoshijos no dormían, berreaban por las noches, que querían todo el tiempo estar en brazos, … Resumiendo: que qué cansado era eso de la maternidad. Yo para mis adentros pensaba: “eso no me va a pasar a mí”. Os prometo que no era una reflexión de autoconvencimiento. De veras creía que mi bebé sería uno de esos de anuncio, con carita dulce y sonrisa angelada; que dormiría, comería y estaría todo el día haciendo monerías.

No hace falta decir que, obviamente, eso no fue así. El primer año fue una auténtica locura. No dormía ni por asomo y el buenpadre y yo estábamos al borde del abismo. El buenhijo no sólo no dormía de noche, sino que era bastante llorica y no se conformaba con estar sentadito en una de esas hamacas maravillosas que prometen acunarlos hasta llevarlos al mismísimo limbo. Y antes de que el buenhijo cumpliera los dos años, nos dimos cuenta que algo más ocurría. Esas supuestas monerías, nunca aparecían. Al poco tiempo, supimos que el buenhijo tenía un trastorno del espectro autista. Suena fuerte, ¿verdad? La misma cara se me quedó a mi (y evidentemente, nunca he vuelto, ni volveré a ser la que era).

Imaginaros que a esas alturas de la película ya me había sentido muchiiiiiísimas veces #malamadre. En dos años no conseguí ‘domar’ a esa fierecilla. Ni que durmiese, ni que imitase, ni que hablase… Ni siquiera me hacía caso cuando le llamaba por su nombre. La frustración era grandiosa, para que vamos a negarlo. Cuando supimos lo que ocurría, entendí que no todo depende de cómo tú haces las cosas. Porque no todos los niños son iguales, ninguno aprende de la misma manera ni responde igual a los estímulos. Reconozco que un poco menos #malamadre me sentí, entonces. Algunas amigas (con la mejor de las intenciones) me decían: “es que el mío habla porque yo soy muy pesada y le machaco a preguntas, o le hago que repita… le estimulo mucho”. Genial, pues yo también hacia eso mismo. Sin resultado.

Ahora soy #malamadre por vocación y por partida doble. Quiero decir con esto, que igual que vosotras, podría sentirme #malamadre en cualquiera de las situaciones que todas conocemos: por ejemplo, necesitar como el aire que respiras irte a cenar con tus amigas, beberte lo que te echen y olvidarte por unas horas de todo y de todos. Eso nos pasa a la mayoría del club. Pero además, por las miradas en el parque cuando tu buenhijo tiene una rabieta incesante, los comentarios de las buenasmadres cuando no quiere salir de un chiquiparc y, finalmente, dejas tu dignidad a un lado, te quitas los zapatos y frente a un público entregado, entras a coger al buenhijo que no es tan pequeño como para no entender las cosas” (en voz de las buenasmadres) y lo sacas entre gritos de las dichosas bolas. Podría añadir un sinfín de experiencias religiosas como estas, pero entonces, esto no sería un post, sería una colección de libros publicados por tomos que reventarían cualquier estantería.

El día a día no es fácil. Hay días en los que no tienes fuerzas ni para dar de cenar a tu buenhijo. Porque cuando llevas una hora intentándolo y no ha pegado ni bocado, has pasado un día que no se lo deseas ni a tu peor enemiga, en el que has agachado la cabeza cuando no le han aceptado en algunos sitios, tienes que idear mil estrategias para que no lie ningún espectáculo por la calle y has batallado con la incomprensión ajena y la impotencia propia… pues mira porque no cene un día, sinceramente: eso es un mal menor, con perdón de las buenasmadres.

Si algo desarrollamos las #malasmadres de niños/as con discapacidad, es el sentido del humor. A raudales. Y es que, además de ser #malamadre por partida doble, ser la madreextraterrestre en el colegio ordinario del buenhijo es la repanocha. Desarrollas una serie de habilidades y competencias que ni siquiera tu sabías que existían. Al final voy a tener que dar gracias al mundo por ser esa #malamadre marcianolunática que nunca esperé ser”.

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