La afirmación “Este niño me está retando” o “Este niño trata de salirse con la suya”, es una idea que sigue conviviendo en nuestra sociedad actual, siendo un pensamiento que sigue bastante extendido en contextos donde hay niños y niñas.
Es evidente que estamos ante un gran cambio educacional, donde muchas de las familias y profesionales que se relacionan con la infancia son conscientes de la evolución de la educación, se forman al respecto, acuden a charlas relacionadas con crianza e infancia, tratan de tener información actualizada sobre lo que se va descubriendo en torno a este tema, y esto hace que acompañen a los niños y a las niñas de un modo más consciente.
Pero también debemos tener en cuenta que la sociedad sigue en una tendencia adultista, donde se ven poco escuchadas las necesidades de los niños, aún no están muy extendidas ni valoradas, ya que la educación pasa de generación en generación y esto era lo que se vivía hace unas décadas.
Sin tratar de buscar culpables, comprendiendo el momento generacional de cada sociedad, debemos comprender que nuestro bagaje condiciona indudablemente nuestro comportamiento y nuestra mentalidad en relación a cómo educamos a las nuevas generaciones.
Y de este modo, también podemos conectar y empatizar con nuestra generación anterior, la de nuestros padres, que aún fueron menos sostenidos y validados que lo que lo fuimos nosotros, por lo que lo hicieron lo mejor que pudieron y supieron.
Importante para comprender este tema
Me gustaría que para comprender este artículo partiéramos sólo de la idea de que todo aquel que se relaciona con los niños y las niñas trata de hacerlo lo mejor que puede y sabe, aunque seguramente habrá quien no, pero no es este el artículo donde abordaremos esto. Pero no por haber vivido una infancia donde no fuimos todo lo bien acompañados emocionalmente que nos hubiera gustado o por no haber tenido un ejemplo perfecto dentro de nuestros hogares, podemos perder la referencia que existe en cuanto a lo que la ciencia y la evidencia científica nos exponen actualmente. Esto solamente nos debe servir de impulso para ponernos en acción y ser motor de cambio, sin juzgar a nuestras familias ni a las generaciones anteriores.
Cómo nos comunicamos con nuestros hijos e hijas, con nuestros alumnos o pacientes, sea cual sea nuestro acompañamiento de la infancia, es importante tener en cuenta que el modelo que ofrezcamos será aquel que ellos imitarán y que, por lo tanto, si no tienen un modelo adecuado en el que verse reflejados, imitarán el que observan integrándolo como el normal, el cotidiano, el adecuado, sin cuestionarse que éste sea menos bueno que otro o que haya otro posible.
El comportamiento de los niños y niñas en los ojos de los adultos
A veces los adultos queremos que los niños se comporten de un modo que jamás han visto, creyendo que lo tienen integrado de serie, sin ser nosotros conscientes de que hay conductas y herramientas que se adquieren por imitación por lo que les estamos pidiendo que regulen conductas que ni nosotros sabemos regular frente a ellos o en las que no mostramos un buen ejemplo donde poder imitarnos.
También, por otro lado, existe la propia naturaleza del niño, siendo importante su genética, su carácter intrínseco, las cualidades innatas que ya posea y el ambiente donde se desenvuelva.
Además es muy importante que los adultos que acompañan la infancia del niño, comprendan la etapa de desarrollo de éste, su nivel madurativo, sus capacidades a la hora de hacer o comprender algo y su momento emocional.
Todo ello influirá en su desarrollo y en el modo que tenga el niño o la niña de relacionarse con el medio, sentir que pertenece al mundo y que aporta a éste. Y todo esto es necesario comprenderlo para entender que los niños de 1, 2, 3, 4, 5 años e incluso más mayores, no nos retan ni desafían con su conducta. Es decir, no tienen la capacidad que les atribuimos para poder razonar, reflexionar y tomar conciencia y realizar acciones con las que los adultos nos vemos retados o desafiados, sino que simplemente es su modo de expresarse, de comunicarse o relacionarse.
Las normas y límites
Un niño al que se le pide que lleve a cabo una norma y en un primer momento la trata de seguir y a los 10 segundos parece haber olvidado lo que le pidieron que hiciera y está haciendo otra cosa, no está retando al adulto, sino que está siendo un niño que actúa como se podría esperar de alguien con su desarrollo madurativo, su comprensión, su atención y el resto de sus habilidades.
Esto no quiere decir que no tengamos que recordarle con respeto y afecto la norma de nuevo, si es que lo creemos necesario e importante, o que no nos esforcemos por mejorar estas habilidades, como la memoria, el esfuerzo o la atención, pero siempre comprendiendo que el niño no nos está retando.
El niño o la niña no es consciente de lo importante que es para nosotros esto, y no lo hace a propósito para hacernos enfadar, o para llamar nuestra atención, aunque a veces así lo creamos los adultos, sino que es propio de su naturaleza de niño.
No debemos olvidar que el que siento enfado soy yo, no es el niño quien me hace enfadar. El que me siento retado soy yo, no es él quien me reta. Por lo que revisarnos a nosotros mismos y observar por qué estas conductas nos remueven tanto, también puede servirnos de gran ayuda para conectar con nuestros pequeños. Y no podemos negar que los niños son persistentes, y que a veces insisten en aquello que quieren sin cesar, sin cansarse, siendo algo característico de su etapa de egocentrismo, donde sólo existen ellos y sus necesidades, y el tiempo para ellos es algo abstracto, por lo que tratarán de conseguir aquello que desean con perseverancia. Es aquí donde debemos entender de nuevo que no se trata de un enfrentamiento del niño con el adulto, sino de una etapa que sucede en el desarrollo cerebral del ser humano.
Para terminar…
Si nosotros, como adultos de referencia y figura de apego que somos, comprendemos esto, podemos acercarnos a sus necesidades, comprenderlas y acompañarlas con una mirada más empática, compasiva y afectiva, comprendiendo que todo esto también pasará y que no es algo personal contra nosotros. Que no es un pensamiento que el niño ha ideado y que se plantea para desafiarnos sino que simplemente está siendo el niño sano que debe ser, pasando una etapa que debe pasar.
Hola,
buen artículo, también muchas veces los niñ@s son un reflejo de nosotros mismos y es es lo que no gusta en algunos aspectos!
Besos!
A. Moreno