¿Por qué tuviste que ser médica mamá? ¿Por qué tienes que irte hasta mañana y estar siempre tan cansada? Estas son las preguntas que me hacen mis hijas cuando tienen que aceptar que su madre sea médica especialista en cuidados intensivos y que además de trabajar de lunes a viernes de 08.00 a 15.30 horas, tenga que cumplir una jornada complementaria y obligatoria de 24 horas entre 5 y 8 veces mensuales. ¿Cómo se concilia no una, sino hasta 6 y 7 jornadas de 24 horas continuadas, además de una jornada ordinaria, con ser madre o padre? ¿Cómo se concilia una profesión que exige formación y actualización continuada, y cuyas exigencias responden a las necesidades del sistema? No existe conciliación, sino sacrificio personal, familiar y ausencia.
No estamos diseñados para mantenernos activos 24 horas sin descanso. Nos esforzamos para combatir nuestro cansancio y el miedo a cometer un error grave por tener que tomar decisiones estando exhaustos. ¿Te imaginas hacerlo estando embarazada o durante la lactancia? No lo imagines, es una realidad. Resistirnos a la necesidad de cerrar los ojos, de tumbarnos o de apagar nuestro cerebro un rato. Sacarnos leche en un rincón del hospital porque no podemos aguantar más el dolor en las mamas. Llevar neveras a trabajar para poder conservarla durante las 24 horas de la guardia.

Resistirnos a la necesidad de estar con nuestros hijo de meses o pocos años tiene un coste muy elevado: desistir fácilmente a la frustración y sentirnos vulnerables. Porque la fuerza de voluntad así como la vocación son recursos limitados. Porque los circuitos de autocontrol echan el cierre después de 24 horas de trabajo continuado y cuando llegamos a nuestras casas, somos madres que seguimos sintiendo que las demandas siempre superan nuestras capacidades.
Cuando llevas más de 20 horas tirando de fuerza de voluntad para priorizar el bienestar de una persona enferma por encima de tus necesidades básicas, sales del hospital y el llanto de tu bebé te parece atronador y cualquier rabieta de tu hija desproporcionada. Entonces pasas de sentirte una médica “insuficiente” porque no estás supercalifragilisticoespalidosamente, a sentirte mala madre porque no aguantas nada. Porque renunciaste a ir a aquel curso de una semana. Porque 220 horas mensuales de trabajo ya son muchas fuera de casa, como para añadirle días de formación y demostrar ser una médica abnegada. Porque ya te perdiste la función del colegio, porque ya te costó días de negociar cambios de guardia con compañeros tan superados como tú, para poder estar con tus hijos el día de su cumpleaños. Y aun así te perdiste la fiesta de fin de curso, el teatro, su primera Noche de Reyes y sentiste que no llegabas ni a buena médica, ni a buena madre.
Porque #YONORENUNCIO, soy médica y madre
Pero no podemos obviar la cuestión de género en el origen de las guardias médicas de 24 horas. Es necesario contextualizar en qué sociedad nació este modelo de trabajo. En el año 1966, cuando se gestó el sistema de guardias en España, eran guardias donde lo raro era que acudieran pacientes. Era una expectativa de trabajo. Pero hay un aspecto más importante. En la España de 1954 había 31.618 médicos colegiados de los cuales solo 334 eran mujeres. A las mujeres nos costó siglos tener derecho de acceso a las universidades. En 1966 cuando se implantó este modelo de guardias, de los 40.840 médicos que había en España sólo 1.065 eran mujeres. Un modelo diseñado por hombres y para los hombres de aquellos años. La sociedad ha cambiado. Hombres y mujeres que si somos padres o madres queremos “serlo y estarlo”.

Y este modelo de 24 horas no sólo ha dejado de ser una expectativa de trabajo para pasar a ser trabajo a destajo, sino que ha obviado que en 2022 había colegiados en nuestro país 136.321 hombres y 156.092 mujeres. Mujeres que aún a día de hoy anunciamos nuestros embarazos y reducciones de jornada, como la que anuncia una traición premeditada. Como la que no tiene la suficiente vocación como para entregar literalmente su vida, y no estoy exagerando un ápice, a la profesión con la que siempre había soñado.
Porque la maternidad continúa siendo un obstáculo. Porque algo no está bien si solicitamos con miedo una reducción de jornada para no trabajar 70 y 80 horas semanales.
Año 1966. Año 2025. Una sociedad distinta y una estructura sanitaria anquilosada. Madres y padres que queremos criar a nuestras hijas e hijos estando presentes y sin renunciar a la bata blanca.
Porque un modelo sanitario que no cuida a sus profesionales y que no tiene en cuenta a las madres, no será nunca el mejor sistema sanitario.
Conciliación familiar regulada por el Estatuto Marco: YA.