Hoy os ofrecemos este post que UNICEF nos ha preparado, como sabéis UNICEF trabaja contrarreloj en Ucrania y sus fronteras para atender a niños y familias. Sus equipos han recogido el testimonio de siete madres que, bajo los bombardeos, tienen que explicar a los niños y las niñas lo que ocurre y ayudarlos a sobrevivir a las situaciones más duras.
La guerra en Ucrania se ha convertido en un serio desafío para las familias con niños: algunas familias se ven obligadas a marcharse; otras están buscando lugares seguros en sus ciudades. Desde UNICEF los atienden, protegen y ayudan y, también les recuerdan que, bajo la amenaza de los bombardeos y los combates, es importante que madres y padres expliquen a los niños lo que está ocurriendo para ayudarles a afrontar situaciones tan críticas.
Esto es lo que están haciendo las madres ucranianas y así es cómo reaccionan sus hijos e hijas:
Nastia Abramets, editora de una revista de ocio. Mamá de Lev, de 5 años. Viven en Lviv.
Qué hacen: montar un refugio juntos para sentirse como un equipo.
Mi familia y yo nos quedamos en casa. Aunque toda la familia y los conocidos intentan enviarnos a algún lugar del oeste. Ni yo, ni mi hijo queremos salir de casa. Solo consideraremos esta opción si la situación evoluciona de forma muy crítica.
Íbamos a hablar de la guerra con mi hijo con antelación. Mi marido y yo habíamos leído varios artículos sobre cómo hacerlo correctamente, pero lo fuimos posponiendo. Al final, cuando las sirenas me despertaron en la mañana del 24 de febrero, no teníamos nada empaquetado, no habíamos comprado nada y todavía no habíamos hablado con Lev. Cuando conseguí controlarme (durante la primera hora tuve algo parecido a un ataque de pánico), me senté junto a Lev y le expliqué que Ucrania había sido atacada por Rusia. Él ya sabía lo de Crimea y Donbás, lo de Maidan y la Centuria Celestial y conocía la amenaza de otro ataque.
Empecé a explicarle los peligros de estar cerca de las ventanas durante los bombardeos, de la necesidad de bajar al refugio. Pero resultó que él ya sabía todo esto porque se lo habían explicado en su colegio. Él mismo corrió a recoger los objetos de cristal de los alféizares que los adultos habíamos olvidado poner a buen recaudo. Ahora, toma las sirenas como una señal para prepararse rápidamente. Un niño que tardaba dos horas para vestirse para salir a dar un paseo, ahora está listo para bajar al refugio en dos minutos desde que suena la señal. Se queda con la chaqueta puesta y nos apura a su padre y a mí.
A veces Lev dice que tiene miedo. Sobre todo le daba miedo el sótano. Ahora lo hemos limpiado un poco, mi hijo ha estado ayudando. Intentamos considerar nuestra huida al refugio con humor llamando al sótano “nuestro hotel subterráneo” y a las habitaciones “habitaciones de hotel”. Además, el niño tiene su propia tarea: se encarga de llevar las alfombras para que sienta que forma parte del equipo y que también es responsable de la seguridad de todos. Delante de nuestro hijo, nos contenemos y no mostramos fuertes sentimientos negativos, para que siga entendiendo que refugio es igual a seguridad.
Todo se reduce a un mensaje: somos adultos y haremos lo que sea para mantenerte a salvo. Estamos ahí para ti, sabemos lo que hay que hacer.
Lev tiene una mochila con juguetes: papel, rotuladores, un juego de mesa, un libro y algunas otras chucherías para llevar al refugio. Como mi marido pasa la mayor parte del tiempo cerca de la puerta trabajando (solo hay Internet en ese lugar), yo entretengo a Lev. Dibujamos, jugamos y hablamos todo el tiempo.
Olena Shanina, bibliotecaria, madre de dos hijos. Habla de su hijo menor, de nueve años, Maksym. Viven en Vugledar.
Qué hacen: Contacto táctil y abrazos.
Por desgracia, nuestra ciudad vuelve a estar en el epicentro de las hostilidades. Vivimos en la región de Donetsk, cerca de Volnovakha. Un proyectil explotó cerca de nuestra casa durante los primeros días de la guerra; impactó en el hospital local que está al lado de nuestro edificio. En ese momento, yo estaba trabajando y los niños estaban en casa. Mi hijo estaba muy asustado por la explosión.
Antes, habíamos hablado con mi hijo: Le expliqué por qué estábamos preparando bolsas de emergencia. Le hablé de cómo tendríamos que actuar: dónde correr, con quién contactar. Mi hijo preparó una bolsa con plátanos, llaves, teléfono y dinero. Pero cuando llegó el primer bombardeo, cundió el pánico, y el niño salió corriendo hacia la entrada, tratando de salvarse. Empezó a llamarme por teléfono: era un grito salvaje. Menos mal que un vecino lo oyó y lo interceptó, evitando que saliera corriendo a la calle. El proyectil explotó a unos 200 metros de nosotros.
Ahora no tenemos posibilidad de salir de la ciudad, pero hemos encontrado un lugar más seguro que no está en un piso alto. Aquí se siente más seguro, tiene miedo de volver a casa. Ahora mi hijo solo se siente seguro si yo estoy cerca. Se siente reconfortado si lo abrazo. Ahora no tenemos suministro de agua, así que, cada vez que tengo que salir a buscarla, mi hijo se preocupa mucho, me pide que vuelva rápido y me espera en el pasillo.
Ahora, tras unas semanas de guerra, ya no llora. Cuando oye algunos sonidos, espera que yo reaccione: o bien para ir al refugio, o para decirle que “todo está bien”. Todo esto es un trauma grave para él.
Gayane Avakyan, periodista, madre de Tymofiy, de 7 años. Viven en Bakhmut.
Qué hacen: programar el día y repetir los rituales domésticos
Nuestro pueblo en la región de Donetsk está a 30 kilómetros de la línea de contacto. Debido a la amenaza de ocupación de esta parte de la región, nos fuimos en las primeras horas cuando Rusia declaró la guerra a Ucrania. Empaquetamos nuestras pertenencias con antelación, ya que sentíamos el riesgo demasiado cerca. Me preocupaba mucho que el niño tuviera todo lo necesario en su nuevo refugio. Por eso, aparte de la ropa, empaquetamos una mochila aparte con juguetes y nos llevamos los dos libros favoritos de Tymofiy. Esto nos permitió, tanto en el camino como en nuestro alojamiento temporal, crear una atmósfera hogareña para él: repetir nuestro ritual diario con la lectura antes de dormir, por ejemplo. También nos llevamos un álbum infantil y últimamente el peque’ lo usa para dibujar.
La semana anterior a la partida había un ambiente tenso en casa. Hablé con mi hijo y le expliqué que en esta situación él era un niño, y que nosotros éramos los adultos que haríamos cualquier cosa para mantenerlo a salvo. Se lo repetí como un mantra para que se sintiera menos ansioso. El momento más estresante fue el viaje en sí: debido a la pandemia no hemos viajado mucho últimamente, pero a él le encantan los trenes, así que planeamos la ruta para llegar a nuestro destino en tren. Durante el trayecto, el apetito de Tymofiy desapareció drásticamente: nos anticipamos y llevamos con nosotros alimentos calóricos y dulces, le dejamos comer lo que quería y cuando lo quería.
Ahora estamos en un lugar seguro, aquí no hay sonidos de sirenas. Pero en los primeros días, mientras nos recuperábamos, Tymofiy pasaba mucho tiempo con su teléfono jugando. Ahora hemos elaborado un horario para el día con él, para que sienta que tiene una especie de rutina. Con suerte, esto le permitirá tomar el control de su tiempo como lo hacía en casa e influirá en su ánimo.
Veo, por ejemplo, que el niño está reaccionando muy fuertemente a nuestras discusiones sobre las hostilidades diciendo muchas palabras agresivas, enfadándose. No le prohíbo que exprese sus emociones, pero entiendo que esta experiencia de ser desplazado y vivir en la guerra ya se ha convertido en un grave trauma para él. Estoy segura de que Tymofiy y muchos otros niños necesitarán ayuda psicológica cualificada para superarlo.
Marianna Rudyk, empresaria y bloguera. Mamá de Yustyna (6 años) y Olesya (3 años). Viven en Lviv.
Qué hacen: “competir” cuando bajan al refugio
Nuestra familia se queda en casa, pero siempre nos escondemos cuando suenan las sirenas. Ya se han acostumbrado a ellas, se lo toman como una “competición”y tratan de ponerse cada vez más rápido los zapatos para salir corriendo.
Ya tienen su propio lugar en el refugio y un grupo de niños con los que jugar. Extendemos alfombras de camping para ellos, sacamos juguetes y libros para colorear. Juegan. No se asustan. En Lviv, afortunadamente, no ha habido explosiones hasta ahora. Intentamos explicarles la gravedad de la situación, pero no estoy segura de que mis hijas lo entiendan del todo.
El primer día de la invasión rusa, les dijimos que había empezado una guerra a gran escala en Ucrania. Les mostramos en un mapa lo que estaba ocurriendo y dónde. Me parece que no se dan cuenta del todo, claro. Lo cierto es que veo en las chicas cierta agresividad. Llaman “estúpido” a Putin y yo se lo permito, amenazan con patearlo, dicen que quieren congelar a los soldados rusos con magia. Imagino que es su percepción infantil de la guerra.
Valentyna Fotchuk, madre de baja por maternidad con dos hijos (4,5 años y 9 meses). Habla de su hijo mayor, Artem. Viven en Ternopil.
Qué hacen: Hablan de los defensores
Tras las primeras señales de alarma, salimos de Ternopil hacia el campo. Le dije a Artemchyk: “Recoge lo más necesario y nos iremos al pueblo, a casa de mi abuela, porque en Ternopil estamos en peligro”. No le expliqué que era la guerra, solo le dije que era peligrosa. Me sorprendió mucho: lo primero que cogió fue una ametralladora de juguete.
En el pueblo no se oyen mucho las sirenas, así que mi hijo no tiene ese pánico constante que tenía antes, no se preocupa tanto. En cuanto le explicamos que había una guerra y que Ucrania estaba siendo atacada, empezó a preguntar cómo podía ser. Sabe que su propio tío está en el este de Ucrania y nos defiende. Sabe que allí hay muchos soldados que pueden defender nuestro país. Pero al mismo tiempo, le explicamos en qué caso tendríamos que refugiarnos en el sótano.
Olha Pelts es madre y comadrona. Habla de su hijo menor, Artem, de 6 años. Viven en la región de Ternopil.
Qué hacen: Responden a todas las preguntas.
En nuestro pueblo la sirena no suena lo suficientemente fuerte, así que nos enteramos de los ataques por redes sociales. Al principio cuando teníamos que ir al sótano, Artem no reaccionaba bien: lloraba y no quería bajar. Pero decidimos junto con él limpiarlo, decorarlo un poco con agua, velas y mantas calientes. Ahora intentamos convertirlo en un juego, para que acepte bajar: le hacemos bromas, le llevamos caramelos para distraerle, le dejamos jugar con el teléfono.
Le contamos tal cual, que hay una guerra en el país, que Rusia ha atacado a Ucrania. Le explicamos que las hostilidades no tienen lugar cerca de nuestra casa, que tenemos un ejército fuerte que no dejará que los militares vengan a nosotros. Artem reacciona con bastante calma ante estas historias y hace muchas preguntas. Le enseñamos un mapa de Ucrania para explicarle dónde está nuestra región y dónde tienen lugar los combates.
A veces busca misiles en el cielo que puedan estar volando en nuestra dirección. Para tranquilizarlo, le explicamos que los misiles no vuelan específicamente hacia nuestra casa y que tenemos que escondernos más lejos de las ventanas para estar seguros.
Iryna Markevych, madre de Katia, de 11 años. Viven en Járkov.
Qué hacen: Buscan el apoyo de sus compañeros y usan sus juguetes favoritos.
En cuanto empezaron los ataques y los tiroteos, nos fuimos al oeste de Ucrania. Mi hija reaccionó al principio con mucha calma. Ella y yo visitamos a mis padres en Israel en 2014. Pasamos allí tres semanas bajo los bombardeos. Fue hace bastante tiempo, pero ella recordaba que no nos pasó nada y creo que por eso reaccionó con cierta normalidad ante la necesidad de ir a refugiarse. Nos dijo que entendía lo que estaba pasando y que sabía cómo actuar.
Pero para nuestra familia, la guerra empezó hace ocho años y aún continúa. El padre de Katia participó en los combates, al igual que sus amigos. Por desgracia, no nos ha ocurrido nada nuevo. Lo único es que ahora hemos tenido que dejar nuestra casa. Pero creemos que volveremos allí.
Katia es miembro de Plast (Plast es una organización de scouts). En las reuniones prepararon mochilas de seguridad y mi hija sale de casa siempre con ella. En el refugio, durante la alarma de emergencia, Katia lee cuentos a otros niños y eso la calma.
Mi hija también se ha llevado al refugio su juguete favorito. Nos recibieron nuestros amigos que tienen una hija de 5 años. Katia habló con ella y le dijo que no le daban miedo las sirenas y que se llevara sus juguetes al refugio. Los niños se sienten más o menos seguros, pero para ello los padres debemos mantener la calma.
Nuestros niños son ahora niños de la guerra. El otro día escuché a un grupo de niños de unos 9 años llamarse a sí mismos así. Siguen juntos las noticias y se apoyan mutuamente en sus chats.
UNICEF renueva su llamamiento a un alto el fuego e insta a todas las partes a respetar sus obligaciones en virtud del Derecho Internacional Humanitario, para proteger a los niños de cualquier daño y garantizar que las organizaciones humanitarias pueden llegar a los niños que más lo necesitan de manera segura y rápida. Se puede colaborar con su misión para salvar, proteger y atender a niños y familias en este enlace.
Además, desde UNICEF han elaborado una guía que responde a algunas de las inquietudes y preguntas más frecuentes sobre cómo ayudar a niñas, niños y familias en Ucrania. Puedes acceder a la información en este enlace.
*Todas las fotos son anteriores al inicio de las últimas hostilidades
Historias conmovedoras, historias de fuerza y volver a empezar. En nuestro cole tenemos varios peques ucranianos, uno en clase de mi hija de 9 años y otro en el de 4 años y por lo menos se les ve felices!
A. Moreno
Las fotos de madres con sus hijos son siempre conmovedoras. Gracias.
Gracias por trasladarnos el sentir de las familias. Muy duro de leer pero tan necesario. Gracias por hacernos partícipes y dejarnos ayudar a través de malas madres.