Hoy es el ‘Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina (MGF)’ y contamos con el relato de Belén Barbero, responsable de contenidos de UNICEF Comité Español, que nos habla de este problema y de la gran labor por acabar con la mutilación de la etíope Bogaletch Gebre. Al menos 200 millones de niñas y mujeres han sufrido la practica de la mutilación genital femenina en 30 países. Los daños que causan son irreparables y perduran toda la vida #StopMGF.
Tiene que molar formar parte de un club. Aunque nunca he pertenecido a uno, imagino que tiene que ser divertido y muy enriquecedor. Reunirte con gente que tiene tus mismas inquietudes o pasiones y hacer cosas juntos: correr, jugar al ajedrez, leer, montar en moto o simplemente subir a la montaña. Pertenecer a un club marca una diferencia, y, según los sociólogos, potencia sentimientos de seguridad y aceptación.
El club del que os quiero hablar es el más molón de todos. Está compuesto solo por mujeres. Y no es porque ellas estén en contra del género masculino, sino porque la causa que las une, el motivo que les llevó a fundar este club, es algo que solo las afecta a ellas. Algo reservado exclusivamente a las chicas. Además, en este club, la ‘diferencia’ es un reto e implica una enorme valentía por parte de todos y cada uno de sus miembros.
¿Queréis que os cuente quiénes son y cuál es esa causa que las une? Son jóvenes, son africanas, y nacieron en Etiopía. Lo que les une: un día decidieron que no querían ser mutiladas. Decidieron que nadie tenía derecho a violar sus derechos más íntimos: su integridad física y su sexualidad. Que no querían sufrir el dolor, la humillación y el trauma que sufren cada año casi 3 millones de niñas en todo el mundo a causa de la mutilación.
La Mutilación Genital Femenina (MGF) es la extirpación total o parcial de los genitales externos de una niña. Suele practicarse entre los 4 y 14 años de edad, aunque en algunos países se puede ejercer incluso antes. La mayoría de las niñas que la han sufrido viven en 30 países de África y Oriente Medio. Sus daños son irreparables. Puede producir la muerte de la niña o acarrearle problemas de salud durante el resto de su vida, desde infecciones a esterilidad.
Quizá os estéis preguntando por qué todavía se sigue practicando esta terrible violación de los derechos de la mujer. Costumbre, tradición, religión, virginidad, fidelidad, fertilidad. Una mezcla de factores culturales, religiosos y sociales hacen de la MGF una convención social ampliamente aceptada en muchos países. No son pocas las mujeres que la consideran una práctica inevitable para ser aceptada por la comunidad y asegurarse un matrimonio feliz.
Imaginad en esta situación el reto que supone pertenecer a nuestro club de chicas sin mutilar. Imaginad si son valientes y revolucionarias las mujeres que forman parte de él. Decir que NO a esta norma social, desafiar la tradición y la cultura en una pequeña comunidad de Etiopía, o en cualquier otro país en los que esta práctica es habitual, puede significar el rechazo y la condena de toda la comunidad.
Y precisamente ese es el reto: romper el tabú y proclamar a los cuatro vientos: “yo no he sido mutilada y estoy orgullosa de ello”. Colgarse el cartel de ‘mujer no mutilada’ y que la comunidad pueda ver que, a pesar de no serlo, puedes casarte, prosperar y tu familia no tiene por qué sufrir por ello. Ahí reside la grandeza y ahí está el germen de este fantástico cambio. Una revolución que nace de un colectivo de mujeres y acaba involucrando a toda una comunidad: líderes religiosos, cortadoras, hombres y mujeres de todas las edades.
Conocí a Bogaletch Gebre cuando vino a España hace un año a recoger un premio. Boge, como la conocen todos, es una mujer impresionante. Nos sorprendió a todos por su fragilidad, y, al mismo tiempo, por su fuerza y convicción. Nació en Etiopia en la década de los 60, en un pequeño pueblo en el distrito de Kembata, al sur del país. Era como cualquier muchacha etíope de su edad: a los 12 años le cortaron los genitales con una navaja de afeitar.
Cuando se recuperó de las heridas, comenzó a ir a la escuela, al principio en secreto y apoyada por su tío. Más tarde, gracias a una beca del gobierno, tuvo la oportunidad de estudiar microbiología en Israel y en EEUU. Cuando regresó a Etiopía, lo hizo con la clara determinación de cambiar la vida de las mujeres de su comunidad. En 1997 fundó, junto a su hermana, la ONG Kembatti Menti Gezima (KMG), un Centro de auto- ayuda para mujeres.
Y es en ese centro de autoayuda para mujeres, donde nace el ‘club de chicas’ dispuestas a decir NO a la mutilación y a transformar a toda una comunidad con su comportamiento. En el año 2000 ya había más de 25.000 chicas participando en diferentes iniciativas para el desarrollo de sus comunidades. Además de jugar al fútbol, muchas de estas jóvenes visitan las casas de niñas que están en peligro para informar a sus padres sobre sus derechos y sobre los peligros que supone la mutilación.
No sería justa sino mencionara el importante papel que juegan los hombres en toda esta historia. Porque conseguir una sociedad en la que las mujeres estemos libres de cualquier forma de discriminación y violencia, no es posible sin ellos. Ni aquí, ni allí. Muchos hombres han visto sufrir a sus madres o han perdido a sus hijas a causa de la mutilación. Y cada vez hay más hombres que no exigen que su futura esposa esté mutilada. Y ese avance es vital para que el cambio tenga lugar a gran escala.
Cuando KMG empezó su trabajo, en el sur de Etiopía la tasa de mutilación era casi del 100%. Hoy, en las zonas donde esta ONG desarrolla sus proyectos, la cifra de niñas mutiladas no supera el 3%. Los resultados hablan por sí solos. Como dice la propia Boge “las comunidades, las mujeres y los hombres trabajando juntos, tienen el poder de tomar grandes decisiones y de hacer grandes cambios por sí mismos”. Que así sea.
Y vosotras malasmadres, ¿conociáis este problema?
Pone los pelos de punta.
Desgraciadamente que en el siglo XXI aún estemos arrastrando estas barbaridades, dice bien poco de la raza humana.
La labor llevada a cabo por estas asociaciones es valiente, necesaria y marca una gran diferencia para las mujeres de las comunidades donde están.
Por favor, no dejéis de existir, de trabajar, de luchar.
Es horrible…¿Como podría colaborar?
Gracias
Una gran labor y muy necesaria, ya que las costumbres culturales, cuando no dañan la integridad pueden ser aceptables, pero si no es así, su cambio es necesario. Un saludo!!