La historia de hoy en Ellas Opinan es la historia de una expatriada española que dejó Sevilla y se instaló en Durban (Sudáfrica). Diana partió hacia tierras africanas para que su marido y arquitecto pudiera retomar su profesión, bajo mínimos por la crisis en nuestro país, una historia que está a la orden del día. Fue duro como nos cuenta pero una vez adaptados allí lo haría una y mil veces como nos comenta en el post. Malamadre de dos hijas, Alba y Candela, y periodista de profesión se ha vuelto a reinventar y creó un blog donde cuenta sus aventuras en Sudáfrica, es profesora de español y ha creado ‘La Flamenca’ desde donde difunde la cultura española en todos sus ámbitos. Esperamos que os guste su historia y que nos contéis vuestra experiencia como expatriados en otro país.
*Podéis seguirla en facebook y twitter
Hace tres años me encontré en una situación que nunca hubiera imaginado. En aquella época trabajaba como periodista en el departamento de comunicación de una multinacional en Sevilla, era feliz con mi marido (Víctor) y con mis hijas (Alba y Candela), que tenían 6 y 3 añitos; nuestra vida era casi perfecta… Yo disfrutaba de una jornada reducida que me permitía pasar más tiempo con mis niñas, llevarlas a actividades extraescolares, al parque, a los cumpleaños, hacer la compra, etc. Es cierto que el ritmo de vida que llevaba era un poco estresante, ¡pero me encantaba!
¿Y dónde estaba el problema? Pues muy fácil: mi marido es arquitecto. La crisis nos afectó muchísimo, y pensamos en diferentes formas de solucionar nuestra situación pero, lo que nunca imaginé, fue el giro de 180 grados que daría nuestra vida.
Tras muchas conversaciones, noches sin dormir y analizar una y otra vez las circunstancias, tomamos una gran decisión: teníamos que marcharnos del país, era la única manera de que Víctor siguiera con su carrera profesional. No os voy a engañar, la idea me aterraba, ¿dónde íbamos a ir? Lo único que teníamos claro es que los cuatro somos un “pack”, y donde va uno, ¡vamos todos!
Diana junto a sus hijas en Midlands Meander (KwaZulu-Natal)
Diana, su marido y sus hijas en Wonder Market, un mercadillo precioso en Umhlanga
Barajamos diferentes opciones, y finalmente nos decidimos por la que pensamos que era mejor: con un contrato laboral en la mano y mucho miedo, hicimos cuatro maletas y nos fuimos a Durban, ¿sabéis dónde está? Yo no tenía ni idea, hasta ese día en que me armé de valor y, sin pensarlo dos veces, nos marchamos a vivir a Sudáfrica.
Atrás dejé mi trabajo, mi familia, mis amigos, una preciosa casa en Sevilla, y una forma de vida que me encantaba. Organizamos un mercadillo en el garaje de mi casa y, entre familiares y amigos, compraron todo… Vender nuestras pertenencias y nuestros recuerdos fue más duro de lo que imaginaba, pero disfruté con la gran acogida que tuvo y las enormes muestras de cariño que recibimos.
Pero si aquello fue duro, ¡no os imagináis cómo fue la adaptación! Tengo que deciros que Durban es una ciudad preciosa, con hermosas playas y un clima subtropical envidiable pero, ¿dónde estaba mi familia?, ¿y mis amigos?, ¿y las tapas?, ¿y el jamón? Acostumbrada a pasear por la calle, llegar aquí y tener que utilizar el coche absolutamente para todo (por las distancias, y por seguridad) se me hizo cuesta arriba.
También tengo que confesar que, aunque la adaptación fue complicada para los cuatro, a mi me costó un poco más que al resto. Pero, ver a mis hijas y a mi marido tan felices con esta nueva vida, me dio fuerzas para seguir adelante.
Buscar casa, colegio, coche, seguro médico (aquí la Seguridad Social no es muy recomendable), cuenta bancaria, teléfono, fue una tarea complicada; a eso tuvimos que sumar el hablar todo el tiempo en inglés (aquí existen 11 lenguas oficiales, pero casi todo el mundo habla inglés), conducir por la izquierda (y con el volante a la derecha), acostumbrarnos a un nuevo clima, a nuevas comidas y, en definitiva, ¡comenzar un nuevo estilo de vida!
Mis hijas tenían miedo de empezar el colegio, no hablaban inglés y no conocían a nadie. Cuando llegamos a mediados de noviembre las vacaciones de verano estaban a la vuelta de la esquina, y la directora nos aconsejó que comenzaran a principios de curso (en enero). Pasé casi dos meses de “vacaciones” con mis hijas, mientras mi marido trabajaba. Las tres juntas fuimos descubriendo poco a poco esta nueva ciudad, sus gentes y sus costumbres…
Asamblea de los viernes en el colegio de las hijas de Diana (Gordon Road Girls School)
Hubo muchas cosas que nos llamaron la atención cuando llegamos: los niños van descalzos durante todo el año, los monos están por todos sitios (y te roban la comida), en los parque puedes ver patos, gansos y pelícanos paseando tranquilamente a tu lado, los colegios no suelen ser mixtos, la ciudad está siempre muy limpia, hay muchas zonas verdes y son preciosas, se hacen eventos deportivos para toda la familia continuamente pero, sin embargo, casi nadie anda por la calle, y el transporte público no es muy seguro…
Recuerdo que esperaba con ansia que mis hijas comenzaran el colegio, necesitaba verlas adaptadas para quedarme tranquila. Alba, la mayor, salió de la mano de su mejor amiga el primer día de colegio, ¡qué gran alivio! Sin embargo Candela lo pasó peor, lloraba todos los días, no quería ir a clase y me repetía una y otra vez que quería volver a España con su primo Marcos y su “seño” Magda… A mi se me venía el mundo encima, hablaba con ella e intentaba hacerle comprender que nuestra nueva vida aquí era muy bonita, pero ella con tres añitos no lo veía así y, si os soy sincera, yo tampoco.
Fue pasando el tiempo, y cuando llevábamos un mes, Alba estaba perfectamente adaptada y Candela lo llevaba un poco mejor. Al terminar el primer trimestre mis hijas eran felices, hablaban un inglés perfecto, les gustaba este sitio para vivir, y decían que ya irían de vacaciones a España. A mi me tranquilizaba verlas tan contentas, pero también me entristecía ver lo rápido que habían olvidado mis hijas nuestra vida en España, ¡con lo que yo la echaba de menos!
Y así, en un abrir y cerrar de ojos, han pasado tres años: mi marido sigue trabajando haciendo hospitales en Sudáfrica, y practicando su deporte favorito (el surf); Alba, que ya tiene 9 años, está encantada con el colegio y con las actividades extraescolares: ahora mismo va a jockey, violín, flauta, steel-drum (típicos tambores de acero sudafricanos), gimnasia rítmica, ¡e incluso canta en el coro del colegio! (Aún así, tiene tiempo de hacer los deberes y jugar todos los días); Candela, con 6 añitos, es la jefa del cole, todo el mundo la conoce, tiene cientos de amigas y le encanta el estilo de vida que llevamos aquí.
El marido de Diana practicando surf
Para terminar os diré, como reflexión tras este tiempo viviendo en Sudáfrica, que aunque fue la decisión más difícil de mi vida, volvería a hacerlo una y mil veces. La experiencia ha resultado ser enriquecedora y muy interesante y, ¿sabéis lo más importante? Los cuatro estamos más unidos que nunca, y somos felices, ¿qué más podemos pedir?
Muchisimas felicidades, me he emocionado muchísimo contigo. También como expatriada puedo decirte que muchas veces los problemas los tenemos los padres, los niños son infinitamente más flexibles y aprecian mucho más lo que les rodea…nosotros no perdemos de la cabeza lo conocido y “lo que hemos mamado”.
También sevillana y reconozco que Sevilla engancha y mucho.
Has retrarado el último año y medio de mi vida. Yo soy expatriada en USA, y a mi hijo con 2 añitos tb le costó la adaptación a la guarde ( le llevamos para q aprenda inglés). Ahora es bilingüe! A mi me falta el punto de reinventarme. muchas gracias por escribir, porque me da muchos ánimos. Un beso!
Me he emocionado al leerlo! Si ya me cuesta a mí pensar si seremos capaces de irnos de Sevilla a Málaga, que están al lado. Al pensar lo que sería irnos a la otra punta del mundo se me han saltado las lagrimillas..
Tu historia me ha animado mucho. Besos!
Me ha encantado!!
De una expat a otra: disfrútalo!. No todo el mundo tiene la oportunidad no ya de vivir en otro país, sino en otra cultura, o mejor, otro mundo, por que es muy diferente. Tus hijas van a aprender cosas que no se enseńan en las escuelas y es cierto que te une más y haces mejores amigos.
Ahora vas a valorar más un par de zapatos para tus hijas,
Yo estoy deseando volver a salir.
Besos, y sigue así de positiva y alegre!
Ufff qué valiente! Yo la verdad es que lo he pensado, también periodista y con todos los medios de la ciudad tan mal como están, pero por otro lado, mi marido tiene aquí su profesión, Sevilla es adictiva y estoy muy arraigada como para irme fuera. Aún así te admiro ¡ésta será vuestra mejor experiencia vital de largo!disfrutarla y ya volveréis a la Feria y al azahar en Semana Santa. (Yo me fui un año a Alemania y me volví en primavera por esto… Jajaja)
Enhorabuena Diana, muy bonita tu historia, teneis mucho valor y una familia preciosa, animo…besos