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Mi historia como madre de acogida: un viaje que me cambió la vida

Mi historia como madre de acogida: un viaje que me cambió la vida

Soy trabajadora social, y mi historia de acogimiento comenzó casi sin darme cuenta, hace ya más de 13 años. Todo empezó cuando me destinaron al programa de familia en Servicios Sociales. Allí vi de cerca lo que significa crecer sin un hogar estable, sin unos brazos que te abracen al final del día, y algo dentro de mí empezó a removerse. Mi profesión me llevó a conocer historias difíciles… pero fue mi corazón el que decidió dar un paso más allá y llevarlo al terreno personal.

Así fue como llegó a mi vida mi primera hija de acogida, Verónica. Tenía tan solo 16 meses  cuando llegó a nuestra casa, y hoy, con casi 15 años, es oficialmente mi hija ya que pasó de acogimiento permanente a adopción abierta. Ella fue mi musa, la inspiración de todo lo que vino después. Ella me enseñó que el amor no entiende de biología, que ser madre es mucho más que dar a luz: es sostener, es reparar, es acompañar.

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Con ella descubrí que la vida se podía vivir de otra manera. Y esa certeza nos llevó a mi marido y a mí a formar una familia biológica también: hoy somos padres de un  niño biológico que aprendió desde pequeño que el amor se multiplica cuando se comparte.

Pero la historia no se quedó ahí. Un día, a través de mi trabajo, supe de un pequeño de origen guineano, de apenas 16 meses, cuya mamá debía ingresar al hospital por el trasplante de médula de otra de sus hijas. No tenía con quién dejarle. Sin pensarlo mucho, cerré los ojos, respiré hondo y me ofrecí. Mi marido y yo nos lanzamos a la aventura. Así llegó “Pedrole”, como le llamábamos con cariño. Se quedó casi dos años con nosotros, y hoy me llama su segunda mamá. Su madre y yo hemos creado un lazo tan fuerte que nos queremos como hermanas.

Más adelante, conocimos a una niña a través de un programa de voluntariado familiar. Empezó viniendo fines de semana y vacaciones… y a día de hoy sigue haciéndolo. Para nosotros, es una más de la familia. Me emociona saber que en cada visita ella se lleva lo que necesita: abrazos, escucha, pertenencia. Y a cambio nos regala a todos lecciones de vida.

En mi camino he vivido diferentes modalidades de acogimiento: permanente, temporal, de fines de semana, de vacaciones… incluso, en un tiempo en que pedí una excedencia laboral, nos ofrecimos como familia de urgencia. Fue duro por las despedidas, pero lo volvería a hacer una y mil veces. Recuerdo a una pequeña de dos años y medio que aún hoy sigue en contacto con nosotros desde que se fue con su abuela. O a aquel bebé prematuro de apenas 20 días y 2 kilos, tan pequeño y frágil en nuestros brazos. Luchó, creció, y finalmente se quedó con nosotros.

Así fue como, sin darnos cuenta, nos convertimos en una familia numerosa. Hoy somos cinco en casa, más una niña a la que queremos como una hija “de fines de semana”. Siempre digo que tengo tres hijos y medio, porque el corazón no entiende de etiquetas.

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Cada acogimiento me ha hecho mejor persona. Me ha enseñado a mirar la vida con otros ojos, a romperme por dentro para volver a construirme con más amor y humanidad. Acompañar a estos niños es mucho más que darles un techo: es devolverles la confianza en el mundo. Pero, sobre todo, son ellos los que nos transforman, los que nos enseñan a vivir.

Así nace el proyecto Acogiendo en 3,2,1

Por eso decidí abrir mi página Acogiendo en 3,2,1, para contar mi experiencia en primera persona y difundir lo que significa realmente el acogimiento familiar. Porque en España todavía no existe una verdadera cultura del acogimiento. Porque hay miles de niños esperando un hogar, y apenas existen campañas que hablen de esto con la verdad y el corazón que merece.

Quiero invitarte a que te acerques, a que te informes, a que te cuestiones. A que descubras que hay muchas formas de ser familia y que el amor es infinito cuando se pone al servicio de otros.

Te espero en @acogiendoen321 para seguir compartiendo historias, emociones y realidades que ojalá toquen tu corazón. Porque entre todos podemos construir una cultura de acogimiento y darles a estos niños lo que más necesitan: un hogar donde crecer y sentirse amados.

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