Quien convive con un adolescente es consciente de lo complicado que resulta acompañar en muchas ocasiones esta etapa desde la calma y la empatía. Mostrarse paciente cuando se muestra irascible o irrespetuoso o se encierra en su cuarto sin mostrar interés por compartir todo aquello que le ocurre o le preocupa. Entender los constantes cambios de humor, las conductas desafiantes y las emociones poco moduladas que le hacen estallar casi por cualquier motivo.
Uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos las familias cuando un hijo entra en este período de desarrollo tan convulso es seguir construyendo una relación basada en el respeto y el apego positivo. Donde el adolescente se sienta escuchado ycomprendido y nosotros disfrutemos de verlo crecer y tomar sus propias decisiones.
El adolescente necesita más que nunca que le mostremos nuestra mejor versión. Que continuamos siendo sus figuras de referencia y autoridad desde la comprensión y el apoyo incondicional. Siendo muy conscientes que sus necesidades particulares han cambiado mucho y que está inmerso en un proceso de individualización muy difícil de construir que a menudo le produce mucho dolor e inseguridad.
De nada nos servirá que nos pasemos el día amenazándole, sermoneándole, reprochándole sus errores o castigándole continuamente. Expresándole a diario lo harto que estamos de esta etapa tan vital para él. Que utilicemos modelos educativos que únicamente van a conseguir que se rompa nuestro vínculo y empeore la comunicación.
La disciplina positiva puede ayudarnos a mirar esta etapa tan difícil de forma más optimista, realista y serena
Una disciplina que exige grandes dosis de paciencia, dedicación y esfuerzo y que nada tiene que ver con malcriar, eludir responsabilidades, consentir conductas inadecuadas o creer que el adolescente puede decidir siempre lo que le apetece o no hacer.
Es un método educativo que basa el acompañamiento en el respeto mutuo y en el establecimiento de unos límites y normas que protegen, dan seguridad y ofrecen respuesta a las necesidades de toda la familia. Creando un entorno familiar cohesionado que proporcione estabilidad, cariño y comprensión.
Una educación donde el adulto está presente y disponible, muestra su afecto y valida las emociones con respeto y cariño. Un acompañamiento consciente que entiende que para el joven no es nada fácil hacerse mayor y busca potenciar las destrezas y mejorar las debilidades. Haciéndole sentir que es importante dentro de la familia y que sus necesidades o opiniones son consideradas.
Si hay algo que va a necesitar el adolescente a lo largo de esta etapa es sentir el amor de sus padres de manera incondicional. Saber que están a su lado apoyándole sin condición pase lo que pase e independientemente de sus conductas o resultados académicos, con exigencia pero desde la comprensión.
Nada va a ser más reconfortante para él que sentir que muestran interés por todo aquello que le sucede e inquieta. Que le apoyan en cada uno de sus retos, que no juzgan sus tropiezos y le quieren tal y como es sin que tenga que cumplir con expectativas e idealizaciones que le hagan sentir que no es suficiente bueno.
Claves para educar la adolescencia en positivo:
1. Conocer los cambios físicos, psicológicos, cognitivos, emocionales y sociales que experimenta el adolescente para poder ayudarle a hacerles frente ya que le provocan mucha incertidumbre. Que los vaya aceptando correctamente será clave para que construya una sana autoestima y un buen auto concepto.
2. Consensuar límites y normas con firmeza y amabilidad. Unos límites que le transmitirán valores, afecto y protección y le permitirán establecer relaciones sanas con su entorno más próximo. Si el adolescente no respeta los acuerdos deberá asumir las consecuencias naturales de sus conductas.
3. Promover la responsabilidad y autonomía dejando al adolescente que tome sus propias decisiones y que se haga responsable de ellas. Respetando la intimidad que necesita, sus ritmos de aprendizaje y estados anímicos. La sobreprotección o, por el contrario, la excesiva exigencia seráncontraproducentes para su desarrollo y maduración.
4. Ser consciente que ninguna de las conductas inadecuadas del joven pretenden provocarnos sino que son fruto del momento evolutivo en el que vive y de un cerebro aún inmaduro que está aprendiendo a planificar, controlar impulsos y gestionar emociones. Por este motivo, necesitará a su lado adultos que le ayuden a descifrar su entorno, a entender el mundo de los adultos, y a conocer su propio interior.
5. Dialogar siempre con ganas de entender y no de contestar con etiquetas ni juicios de valor que entorpezcan la relación y la comunicación. Eliminando los interrogatorios, las críticas desmesuradas o las comparaciones. Mostrando una actitud serena, afectiva y proactiva aprendiendo a escoger las batallas y buscando el momento y lugar adecuado para solucionar los conflictos.
Educar a un adolescente de forma respetuosa y empática facilitará su desarrollo físico, académico, emocional y social. Ayudándole a aprender las estrategias necesarias para poder hacer frente a todas dificultades que encontrará en su camino. Unas raíces fuertes que le regalen la seguridad que necesita cuando sus dudas e inseguridades le hacen tambalearse. Un amor que respete sin coartar la libertad que tanto necesita para empezar a volar del nido.
mi hijo mayor tiene casi 13 años. Ya es adolescente. Uno de mis grandes miedos es que fume. Me niego en rotundo, solo de pensarlo me pongo mala. Me da miedo ya que yo fumo desde hace mucho, él me ve fumar todos los dias y me dice que porque no puede y yo sí. Le explico lo malo que es y que yo mas adelante lo dejaré pero ahora mismo no. Veo que le gusta verme fumar a mi ya que en casa solo yo fumo y cuando lo hago me mira fijamente.