Febrero, el mes del cáncer, es un mes muy significativo para quienes hemos vivido y vivimos el cáncer en nosotras o en nuestra familia. Soy Marta Brule y lo conozco muy bien, como madre, paciente, acompañante y profesional.
Cuando mi hijo Guille, con solo 12 años, fue diagnosticado con leucemia, mi mundo cambió por completo. Una pregunta no dejaba de rondarme la cabeza: ¿Qué había hecho mal? Sentía una culpa aplastante, como si de alguna manera fuera responsable de lo que le estaba ocurriendo. Es un pensamiento irracional, pero muy humano. Con el tiempo, aprendí que esa culpa no me llevaba a nada, y que mi energía debía estar en acompañar, cuidar y dar seguridad a mi hijo.
La incertidumbre, el miedo y la sensación de pérdida de control se convirtieron en parte de nuestra vida diaria. 15 días después llegó el mazazo del cambio de diagnóstico: había un clon de origen desconocido, incurable. Fueron años muy duros, viviendo con la muerte a nuestro lado. Pero, en contra de todo pronóstico, mi hijo está vivo.
Cinco años después, me diagnosticaron un adenocarcinoma infiltrante de útero. Durante los dos procesos, mi hermana Silvia siempre estuvo a mi lado. Ella sentía que tenía que cuidarme, y su apoyo fue mágico para mí. Estas vivencias nos enseñaron a valorar el presente, celebrar la vida y trabajar para que nadie se sienta solo durante un proceso oncológico.
Una anécdota que siempre recuerdo es el día que mi ginecóloga me confirmó que tenía cáncer. Me iba de viaje por trabajo una semana, pero me quedé dos. Estuve con mis grandes amigas en Chile: risas, playa, buen vino y conversaciones profundas. Cuando me dijeron: “Marta, tienes que regresar y afrontar la realidad”, lo hice, pero no desde el miedo. Lo afronté llena de energía, amor y apoyo.
Algo que he aprendido es la importancia del autocuidado y el autoconocimiento. ¡El primero es primordial! Si no nos cuidamos, ¿cómo vamos a cuidar? Como en los aviones: en caso de emergencia, primero debes ponerte tú la mascarilla antes de ayudar a los demás. También es muy importante saber quiénes somos y reconocer nuestras fortalezas, habilidades y recursos, así como las barreras que nos frenan. A veces olvidamos algo tan básico como respirar conscientemente o decirnos al espejo lo que nos gusta de nosotras mismas. Aprender esto junto a Silvia ha sido transformador; su cuidado me recordó que no estamos solas, y eso también es autocuidado.
Hoy soy coach oncológica y, junto a mi hermana Silvia, hemos fundado la primera escuela de acompañamiento y coaching oncológico de habla hispana, Brulemoción. Aprender a cuidarnos es fundamental para poder ayudar a otras personas. Somos las personas más importantes de nuestras vidas.
Herramientas para aprender a autocuidarnos y autoconocernos
Dedicarte cinco minutos puede marcar una gran diferencia. Estas herramientas sencillas pueden ayudarte a priorizarte y reconectar contigo misma:
1. Respiración consciente
Practica la técnica del triángulo: inhala por la nariz durante 3 tiempos, retén el aire por 2 tiempos y exhala lentamente por la boca durante 4 tiempos. Es un acto sencillo que ayuda a calmar la mente y relajar el cuerpo. ¿Cuándo fue la última vez que respiraste de verdad y te dedicaste unos segundos solo a ti misma?
2. Diario de autocuidado
Reflexiona sobre qué estás haciendo para ti y cómo te hace sentir. Puede ser algo tan sencillo como darte una ducha relajante o llamar a una amiga. Anota cómo te sientes antes y después. Porque sí, todas hemos querido cambiar de planeta alguna vez (yo también, no te creas), pero empezar con pequeños gestos marca la diferencia.
3. El espejo
Mírate al espejo y di en voz alta algo positivo sobre ti. Si aparece una crítica interna, vuelve a empezar. Yo suelo decirme: “Me quiero, me acepto, me respeto, creo y confío en mí”. Este mantra lo llevo grabado en la piel, literalmente, con un tatuaje (abreviado, es demasiado largo) que me recuerda cada día que creer y confiar en mí misma es mi mejor recurso.
Un regalo para ti
Porque sé que el autocuidado empieza con pequeños gestos, entre las lectoras de este post vamos a sortear la guía “El camino del acompañamiento oncológico”, una herramienta práctica llena de recursos para acompañar y acompañarte durante el proceso oncológico.
Recuerda: cuidarte no es egoísmo, es una necesidad. Silvia me enseñó que incluso el cuidado que damos y recibimos puede ser un acto mágico. Como Malasmadres, siempre encontramos la forma de seguir adelante, no desde la perfección, sino desde el amor y la humanidad.
Te invito a que este mes de febrero reflexiones sobre qué pequeños pasos puedes dar para priorizarte y vivir el presente con mayor serenidad. ¡El cambio empieza contigo!