Cuando hablamos de autoestima siempre solemos pensar en la edad adulta, cuando nos miramos frente al espejo y sabemos querernos bien, sin condición, tal y como somos, aceptándonos con nuestras virtudes y nuestros defectos.
Pero la realidad es que todo este camino comienza mucho antes, prácticamente cuando somos bebés.
El entorno en el que nacemos, crecemos y nos educamos es fundamental para poder establecer una autoestima sana, fuerte e inquebrantable.
¿Cómo afectan las vivencias de nuestra infancia en la creación de la autoestima?
Durante los seis primeros años de vida se forma nuestro carácter, nuestra personalidad, nuestra manera de ser, percibir y expresar.
Una parte de él viene determinado genéticamente, por lo que no podremos interferir sobre este plano. Pero hay un gran componente externo, que viene condicionado por el ambiente, el contexto en el que nos desarrollemos y crezcamos, la cultura, la religión o el nivel socioeconómico en el que vivamos, y es ahí donde los adultos y la sociedad debemos remar para saber construir una autoestima fuerte y sana sobre nuestros niños y niñas.
Los valores clave para potenciar una autoestima sana en los niños son:
- Respeto: hablar desde el respeto siempre tanto a nuestros hijos, como a nuestra pareja, a los demás familiares, amigos e incluso a los desconocidos. Se trata de dar ejemplo en la comunicación con los demás, aportando un modelo no perfecto pero sí adecuado, donde aprendamos a respetar la opinión de todos aunque no sea la nuestra, escuchemos a los demás, comprendamos otras opiniones diferentes, sepamos esperar, y sobre todo entendamos que no somos superiores a nadie. Los niños y las niñas desde que nacen son seres independientes, no nos pertenecen y debemos respetarlos. Los gritos, los insultos y los castigos no deberían convivir en ningún caso con los niños.
- Afecto: debemos ofrecer afecto en cada momento que podamos. El afecto nunca es demasiado. Proporcionar amor incondicional a nuestros hijos e hijas en cualquier ocasión no va a maleducarles. Podemos poner normas con afecto, podemos decir no con afecto, de hecho debemos hacerlo con afecto y mucho amor, comprendiendo que sacar nuestra mejor versión con ellos, hará que se reflejen en nosotros e imiten dichas conductas convirtiéndose en adultos emocionalmente sanos.
- Aliento: los niños no necesitan aprobación continua de lo que hacen. De hecho el exceso de aprobación externa, donde los adultos refuerzan a los niños verbalmente de manera continua (“¡Qué bien lo haces!”, “Estás coloreando como un campeón”), hace que el niño necesite dicho refuerzo para saber que lo está haciendo bien. Lo que buscamos al potenciar su autoestima es que el refuerzo lo encuentre en sí mismo, por ejemplo, podremos decirle: “¿Te sientes orgulloso de haberlo hecho solo?”, “Lo que has hecho lleva mucho trabajo”. De este modo estaremos alentando sus capacidades y animándole a perseguir sus metas sin necesitar la palmadita en la espalda cada vez que realice algo por sí mismo.
- Motivación: debemos buscar aquellas actividades o situaciones que le motiven y tratar de enfocarnos a través de ellas. Si a nuestra hija le gustan los videojuegos, podemos tratar de buscar alguno que esté enfocado a aquello que queramos potenciar, como por ejemplo, si está estudiando matemáticas, podemos reforzarlas con un juego para aprender las tablas de multiplicar, o quizás podamos pasar un rato viendo cómo juega a su videojuego favorito, dando valor a lo que destaca en ese aprendizaje. Todo puede ser una ventana para acercarnos a ellos y aprender más sobre sus gustos.
- Seguridad: mostrar siempre disponibilidad y cercanía cuando nos necesitan, es imprescindible. Para proporcionarles seguridad necesitan que estemos a su lado de manera incondicional. Somos sus referentes y estamos por y para ellos. Aunque a veces hayamos oído la frase de “Me voy a coger las maletas y me voy a ir de casa”, es una frase que no debemos verbalizar jamás. Los niños no saben si es o no real o hasta qué punto puede serlo, y esto les genera angustia, preocupación e inseguridad. Debemos transmitirles amor incondicional pese a que no se comporten como les hayamos dicho, o no estén cumpliendo una norma. El amor de una madre y un padre no puede depender de nada. Es importante destacar que esto no quiere decir que no pongamos normas, que permitamos conductas inadecuadas o seamos permisivos.
- Juego: es importante que busquemos tiempos de juego compartido, aunque no sea a diario, que tratemos de jugar con ellos varias veces a la semana, ya que estos tiempos nos proporcionan mucha información sobre lo que les preocupa, lo que les gusta, lo que necesitan. El juego libre, donde ellos decidan a qué jugamos, aunque siempre sea el mismo juego. Dejemos que sus cabecitas piensen y sean las que nos digan cuál es nuestro papel, sin juicio ni normas cerradas, permitiendo que se potencie la imaginación, la creatividad…
- Tiempo en exclusiva: encontrar ratos a solas con nuestro hijo es necesario. Ya sea para comer los dos solos un día, para leerle un cuento, para hacerle un masaje tras el baño, para cocinar juntos, lo que se nos ocurra. Estos ratos nos regalan miradas, sonrisas, conversaciones, y en definitiva, el fortalecimiento del vínculo afectivo, tan esencial para la creación de una autoestima fuerte.
- Autonomía: hacia los dos años de vida, los niños comienzan a querer hacer todo solos. “Yo” repiten continuamente. Y aquí muchas veces no les dejamos hacer por miedo a que manchen o rompan algo, por falta de tiempo, porque no lo hacen como nosotros queremos, y al final se lo hacemos nosotros. Es fundamental que en este momento evolutivo permitamos que los niños y las niñas hagan por sí solos lo que vayan pudiendo. Por ejemplo, ayudar a sacar la ropa de la lavadora, comer solos con sus manos, llevar la ropa al cesto de la ropa sucia, tirar algo a la basura, ayudar a recoger juguetes, poner la mesa, etc. Son hitos sencillos que no incluyen peligro y que no es esencial que estén hechos perfectamente, pero son muy necesarios para fortalecer su autoestima. Si permitimos que hagan cada vez más cosas por sí mismos, se sentirán más capaces, más válidos, más útiles y orgullosos de sí mismos, fortaleciendo así su necesidad de pertenencia, como os contaba en este post.
- Diálogo y escucha: a los hijos, al igual que en cualquier otra relación personal, hay que escucharlos. No vale con ir deprisa e ir contestando a sus dudas del día a día, sino que hay que buscar momentos concretos para hablar, dialogar en familia o a solas con ellos, favoreciendo la conexión entre ambos y la confianza. Las reuniones familiares una vez a la semana, pueden ser de gran utilidad. En ellas podemos hablar de lo que nos preocupa, lo que nos gustaría cambiar, lo que nos ha molestado en un momento concreto de la semana o de cómo vamos a organizar la siguiente. Se trata de tener momentos de diálogo juntos sin juicio ni reproches, sino con atención plena y escucha activa.
- Empatía y acompañamiento emocional: debemos dar ejemplo a la hora de gestionar nuestras emociones. A veces les pedimos que no tengan una rabieta en la calle cuando nosotros no sabemos controlar nuestro enfado o nuestros gritos. Es importante acompañar sus emociones, validándolas y comprendiendo que todas son necesarias aunque a veces nos incomoden. Debemos comprender que son niños y que su inmadurez cerebral no les permite actuar como si fueran adultos, sino que tienen otros tiempos, otros intereses, otra mirada y otra manera de procesar la información. Mostremos empatía siempre que podamos y comprendamos que no es algo personal contra nosotros si tienen un mal día o si no siguen la norma a la primera o si lloran más de lo que nos gustaría.
- Protección y verdad: es importante proteger a nuestros hijos de situaciones que no son adecuadas para su edad pero no sobreprotegerles. Es decir, debemos permitir que solucionen sus propios conflictos, aprendan de los errores y toleren la frustración cada vez mejor. Además la verdad debe ser la clave en nuestra comunicación. Ante una pregunta, debemos dar respuesta adecuada a su edad y nivel comprensivo, sin mentirles u ocultarles algo que luego otros les puedan contar, ya que quién mejor que nosotros para contarles cualquier realidad.
Todos estos valores se enfocan en lograr crear una autoestima fuerte e inquebrantable en nuestros hijos e hijas, pero siempre desde la compasión y el impulso y no desde el sentimiento de culpa.
Es decir, todos como madres y padres, nos equivocamos diariamente y tratamos de hacerlo lo mejor posible, por eso estos valores pretenden que tomemos conciencia y tengamos más presentes las necesidades de nuestros hijos e hijas para crecer con una autoestima adecuada.
La pandemia nos ha afectado en todos los ámbitos, mil gracias por compartir Anabel!
Buen artículo, muy buenos valores para inculcar y mejorar la autoestima, yo la verdad es que los míos son tímidos y cuesta que se vayan abriendo, la mayor sí socializa más, pero el peque con 4 años les está costando… también con esto de la pandemia pues nos ha hecho más nuestros…
Besos!
Anabel