Ha llegado el verano y, con él, uno de los mayores retos (y oportunidades) para muchas familias: convivir con un adolescente en casa a tiempo completo. Con el fin del curso escolar, desaparecen los horarios estrictos, los exámenes y las prisas. Se abre paso una rutina mucho más relajada, casi desordenada, en la que los adolescentes celebran su independencia con largas horas de sueño, comidas a deshoras, planes con amigos y muchas nuevas experiencias.
Para muchas familias, esta etapa supone una gran prueba de paciencia y comprensión. Pero también puede convertirse en un momento ideal para reconstruir la relación, recuperar la complicidad y reencontrarse desde otro lugar. Durante el invierno, es fácil que las tensiones familiares se acumulen entre los deberes, los exámenes, las responsabilidades, las prisas y los conflictos cotidianos. Por eso, el verano puede convertirse en ese paréntesis necesario para soltar el estrés, hacer un “reset” en la relación y buscar espacios para disfrutar juntos padres e hijos. Para reconstruir la relación, recuperar la complicidad y reencontrarse desde otro lugar.
Aprender a pactar con el/la adolescente los horarios, las responsabilidades, las actividades que puede o no hacer y el tiempo en familia evitarán situaciones incómodas que nos lleven a pasarnos todo el día entre roces y desencuentros cuando el tiempo juntos se acrecienta. Estos compromisos ayudarán a padres e hijos a disfrutar de las ansiadas vacaciones y recargar baterías.

Las 4 cosas que hay que tener en cuenta en verano
El primer paso es comprender que tu hijo/a necesita dormir más
No es vagancia, es biología. Su cuerpo y su cerebro están en plena transformación, y el descanso es vital para que esa maduración ocurra de forma sana. Exigirle que mantenga los mismos horarios que un adulto solo generará fricción. Respetar sus ritmos será clave para la convivencia en casa.
Flexibilizar las normas se vuelve en una necesidad
No significa renunciar a toda estructura, sino negociar una nueva dinámica más acorde con la estación. Pactar con tu hijo qué tareas asumirá en casa, cuándo y cómo las hará evitará muchas discusiones innecesarias. La clave está en convertirlo en parte activa de la familia, no en un simple receptor de órdenes. Si siente que su colaboración es valorada, estará más dispuesto a aportar.
Por otro lado, el verano no puede convertirse en un juicio final sobre lo ocurrido durante el curso. Si usas estos días para recordarle constantemente sus fallos, o sus malas calificaciones lo único que lograrás es alejarlo aún más. El descanso debe ser también emocional. Guardar los reproches, abandonar las amenazas y dar espacio a nuevas formas de vínculo es esencial para construir una relación basada en la confianza, no en el control. Tu adolescente necesita que confías en él, que entiendes lo difícil que es para él hacerse mayor.

Aceptar que ahora priorice a sus amigos por encima de los planes familiares es otro ejercicio de madurez que los adultos debemos conseguir hacer
No lo tomes como un rechazo personal: es parte natural de su desarrollo. Ahora necesita pasar las largas tardes de verano con su grupo de iguales para poder construir su nueva identidad y explorar la libertad que ahora precisa.
Si le das voz en la planificación de las vacaciones, si tiene espacio para opinar sobre el destino, las actividades o las fechas del viaje, es probable que se involucre con más entusiasmo. Cuando sus gustos y necesidades son tenidos en cuenta, el tiempo en familia para él será mucho más atractivo y mostrará mayor predisposición para pasarlo bien juntos.
Sin duda, lo más valioso no serán los grandes viajes, sino los momentos sencillos compartidos. Proponerle hacer alguna actividad juntos, desde cocinar hasta salir a tomar un helado o ver una serie, puede convertirse en una forma maravillosa para reconectar. Eso sí, sin presionar, sin convertir el rato en una entrevista o una sesión de interrogatorio. Solo estar, compartir, reír juntos. Aunque nunca te lo diga tu adolescente necesita saber que sigues ahí, que sigues siendo uno de los pilares en la vida.
La negociación será la herramienta que marque la diferencia durante el largo verano
La convivencia mejorará en casa cuando ambas partes os sintáis escuchadas. Practicar una comunicación basada en la calma, el respeto y la escucha activa hará que tu hijo se sienta comprendido. Cuando un adolescente siente que su voz importa, mostrará interés por compartir lo que piensa, necesita o le ilusiona.
El verano no tiene por qué ser un campo de batalla. Puede ser una temporada para cerrar heridas y disfrutar de tiempo de calidad en familia. Relajar ciertas normas, bajar el volumen de las expectativas y abrir canales reales de comunicación puede transformar unas vacaciones caóticas en una experiencia inolvidable. Al final, se trata de construir juntos recuerdos que duren toda la vida.