¿Por qué nos persigue la culpa cuando nos ponemos la primera de la lista, cuando nos priorizamos para cuidarnos? Hoy en el blog contamos con la psicóloga y escritora María Fornet que viene a hablarnos de la importancia del autocuidado y a ofrecernos consejos para no perdernos a nosotras misma durante el confinamiento. Continuamos de esta manera, con nuestros post de #LaHoraDeCuidarse en casa con DKV Salud.
*Podéis seguirla en Instagram, Facebook, Twitter y en su web. Es autora del libro ‘Feminismo Terapéutico’.
¿Cómo hago para no perder mi voz en esta crisis? ¿Siguen mis sueños siendo importantes en medio de todo esto?
Esta pandemia no ha azotado a todos. Y aunque el impacto específico dependerá de tu situación previa y de cómo de cerca te toque todo esto, me atrevo a decir que esta crisis global que estamos viviendo ha afectado tu vida, tu salud mental, tus planes de futuro y tu calma de algún modo. Eso es seguro.
¿Nos queda a las mujeres tiempo para el autocuidado?
Las mujeres estamos acostumbradas a no ser una prioridad en nuestras propias vidas. Por eso es importante —ahora más que nunca— que resaltemos la importancia del autocuidado.
Autocuidarse significa tomar acción para preservar o mejorar la propia salud mental, emocional y física, y esto pasa obligatoriamente por ser capaces de identificar nuestras necesidades y responder a ellas. Más importante aún: El autocuidado implica saber ponerse primero, entender que nadie cuidará de nuestras necesidades si no lo hacemos nosotras y que no hay nada de egoísta en ello.
En ocasiones parece que las mujeres solo aceptamos la idea de autocuidarnos cuando llegamos al entendimiento de que si no nos cuidamos primero no podremos cuidar de los otros. Con frecuencia nos topamos con mensajes sobre cómo es importante que nos cuidemos para que nuestros/as hijos/as aprendan de nosotras, o cómo es importante que estemos sanas porque de otra manera no podremos cuidar de los demás y aunque todo esto es cierto, es conveniente recordar que el autocuidado tiene sentido por sí mismo, por el simple hecho de que somos importantes y lo merecemos. También nosotras lo merecemos como lo merecen los demás.
¿Pero por qué nos sentimos tan mal las mujeres cuando contemplamos la posibilidad ponernos primero? ¿De tomarnos media hora para nosotras, separarnos de los niños por un rato para tener media hora de silencio, de meditación, de ejercicio?
La respuesta está en la socialización de género, o lo que es lo mismo, la manera diferencial en la que la sociedad al completo educa a hombres y a mujeres. Cuando a los hombres, desde muy niños, se les invita a la autorrealización y la persecución de sus propios sueños, aún seguimos enviando mensajes ambivalentes a las niñas en lo concerniente al cuidado de los otros: Seguimos siendo educadas para ser madres y esposas antes que mujeres. A ningún hombre se le educa para que ser padre y esposo sea su destino último. Simone de Beauvoir decía que el hombre es para sí mientras la mujer es para el otro.
El confinamiento nos está apretando a todos: hombres, mujeres, niñas y niños, pero también está destapando lo que ya sabíamos: que a las mujeres se nos ha reforzado para estar orgullosas de ser madres abnegadas que no disponen de medio minuto para sí mismas, mujeres que se avergonzarían de ponerse primero cuando toca, esposas cuidadoras en permanente segundo, tercer o cuarto plano hasta convertirse en nuestra tendencia natural, nuestra respuesta resorte ante todas las situaciones, también las nuevas.
Y con los niños en casa, no teniendo más manos que las nuestras y no cumpliéndose, como sabemos que no se cumplen en millones de hogares, los objetivos de corresponsabilidad, ¿cómo podemos dirigir los esfuerzos a no perder nuestra voz dentro de esta situación de excepción? ¿Qué lugar siguen teniendo nuestros propios sueños, nuestras metas, nuestras aspiraciones? ¿Tiene sentido seguir dedicándole tiempo a todo eso? ¿Merece la pena seguir conectando con nuestra propia voz en medio de este confinamiento?
Decálogo para que las malasmadres no se pierdan a sí mismas durante el confinamiento:
- Si sabes quién eres, sabes qué hacer: Si sabes qué te importa, qué te mueve, qué te inspira y qué no, podrás utilizarlo como faro para iluminar tu camino, también ahora.
- Lo que era importante para ti antes de todo este lío continúa siéndolo y eso es información valiosa: Si tu salud física era muy importante, es momento de tratar de seguir buscando maneras de cuidarse, si la familia era importante antes del COVID-19, lo sigue siendo … y así con todo.
- Sigue habiendo decisiones en nuestras manos y no debemos dejárselas a nadie: dependiendo de nuestra circunstancia, tendremos poder de decisión sobre cuánto movemos el cuerpo, sobre la información que consumimos, sobre la comida que ingerimos, sobre nuestra manera de concedernos algo de tiempo para lo nuestro. En medio de esta privación tan drástica de nuestras libertades elementales es importante recordarlo y ejercer nuestros derechos allá donde aún podamos.
- Crea burbujas de normalidad dentro de toda esta locura. La mente no funciona bien en estado de disrupción y esta brecha tan extraña que se nos ha abierto en la realidad se diluye si en casa creamos oasis de cotidianidad: trata de levantarte, comer, ducharte, hacer algo de deporte a horas parecidas cada día. Funciona.
- Algunos días, solo sobrevivir está bien: Vale con conseguir ir a la ducha, lavarnos los dientes, vestirnos, respirar hondo de cuando en cuando y llegar a la noche.
- Nuestros sueños siguen siendo importantes. Nuestros sueños, de hecho, son más importantes que nunca, porque entre todas vamos a tener que volver a construir esto y vas a hacer falta. Eso por no decir que son ahora tu mayor salvavidas.
- Confía en tu naturaleza resiliente. Te has levantado de mil antes y te vas a levantar de esta. Los recursos emocionales y cognitivos de los que disponías antes, con los que has resuelto tantos problemas en tu vida, van a seguir ahí cuando todo esto acabe para que puedas seguir peleando.
- Acepta tu manera particular de vivir el confinamiento: Si no aprendes tres idiomas, a tocar dos instrumentos y te pones en la mejor forma de tu vida, date un abrazo bien fuerte. Vivimos una experiencia de trauma colectivo y cada una lo hace lo mejor que puede.
- La acción cura el miedo. Allá donde puedas pasar a la acción, hazlo. No te pierdas en las profundidades de tu mente, porque la felicidad está ligada al progreso y el progreso solo se consigue actuando. Avanza, aunque sea a pasitos de tortuga, en cualquier proyecto que tengas entre manos.
- Todo esto pasará. Y volveremos a salir a la calle y curarán las heridas y encontraremos la manera de reanudar la marcha como la hemos encontrado siempre en el pasado. Y nos quedará una cicatriz, como otras que puede que ya tengamos, que latirá en días nublados, pero que siempre nos recordará que seguimos vivas y aún merece la pena seguir luchando por nuestros sueños.