Ser capaz de entender y gestionar correctamente las emociones no es una tarea sencilla y, si la persona que debe lograrlo es una persona adolescente, que vive inmersa en una etapa evolutiva convulsa y repleta de cambios, se convierte en un desafío difícil de conseguir.
Las emociones son respuestas cerebrales naturales, automáticas e involuntarias que sentimos a través de las situaciones o experiencias que vivimos las personas con las que nos relacionamos o los pensamientos que tenemos. Muchas de las decisiones que tomamos, sin ser conscientes de ello, están guiadas por ellas. No existen emociones buenas o malas, todas son necesarias para la vida.
La adolescencia es una etapa de gran vulnerabilidad donde es muy habitual que la persona adolescente sufra malestar emocional. Su cerebro está inmerso en una gran transformación y su inmadurez provoca que las emociones se experimenten de forma exagerada, explosiva y fluctúen como una auténtica montaña rusa. Unas emociones vividas a máxima intensidad que llevan a la persona adolescente a tomar decisiones rápidas e impulsivas, a mostrar dificultades para hacer frente a la frustración y a tener conductas inapropiadas.
La irascibilidad, los cambios de humor repentinos y la tendencia a la excitabilidad continua en la adolescencia provoca que a las familias les resulte muy complicado entender correctamente las nuevas necesidades de su hije y hablar con élle con serenidad. Hay que aceptar que no es nada fácil vivir con una persona que se muestra en muchas ocasiones reservada, rebelde e insolente, que parece que hayas dejado de importarle, que vive entre extremos y contradicciones y todo lo que le dices le parece mal.
Una persona adolescente que sienta que sus progenitores no cubren sus necesidades afectivas, reprimiendo, coartando, ridiculizando o ignorando todo aquello que siente, será una joven infeliz. Esta falta de validación emocional provocará que se sienta incomprendide, insegure y poco valorade. Además, esta falta de conexión emocional podrá inducir a un bajo rendimiento académico, trastornos de aprendizaje o de conducta alimentaria, así como un retraso en el desarrollo de las habilidades personales y sociales.
Acompañar emocionalmente a una persona adolescente no es malcriarle o sobreprotegerle sino acompañarle y ofrecerle el amor que necesita en esta etapa tan difícil de transitar. A través de un acompañamiento afectuoso, asertivo y respetuoso podrá transitar por todo aquello que siente con libertad, templanza e interés por comprender qué le sucede. Si las familias validan correctamente las emociones de su hije serán capaces de acompañarle sin juicios ni reproches, de aceptarle tal y como es, entender sus tropiezos y valorar sus aciertos para ofrecerle toda la confianza que necesita. De comprender que para elle es muy difícil hacerse mayor.
Enseñar a la persona adolescente a gestionar correctamente sus emociones será clave para su desarrollo y la construcción de una buena autoestima. Una buena gestión emocional prevendrá al joven de posibles problemas de salud mental y adicciones. Desarrollar su inteligencia emocional le permitirá reconocer y comprender lo que siente y hace, poseer autoconciencia y autocontrol sobre ello, mostrar autonomía y habilidades sociales para establecer relaciones saludables con las demás personas.
Claves para ayudar a hacer una buena gestión de las emociones en la adolescencia:
1. Ayudar al joven a conocerse y conectar consigo mismo: identificando, expresando y aceptando sus emociones. Animándole a hablar de ellas con libertad, a compartir sus estados de ánimo fomentando en casa una comunicación asertiva basada en el respeto. Identificar cómo se siente le posibilitará saber cómo las emociones afectan sus decisiones y comportamiento.
2. Cuando un adolescente siente que las emociones le desbordan necesita apreciar que los adultos que le acompañan no juzgan, minimizan o niegan sus sentimientos. Precisa tener a su lado adultos que validen y conecten con su tristeza, incertidumbre, rabia o miedo, que no se contagien de su estado anímico y le ayuden aponer pausa a su inestabilidad, enfado o inseguridad.Sentirse acompañado será clave para que pueda hacer una buena gestión emocional.
3. Detrás de cada detonación emocional existe una gran dificultad para entender y afrontar lo que le sucede. El joven no actúa así porque quiera desafiar al adulto, llamar su atención o hacer lo que le apetece. Entender que esta explosión es involuntaria, fruto de su inmadurez cerebral, nos posibilitaráayudarlea encontrar con serenidad el origen se su malestar y buscar posibles soluciones.
4.Nada educa más que nuestro modelo de conducta así que deberemos convertirnos en el mejor ejemplo de gestión emocional que pueda tener. Compartiendo con él nuestras propias emociones y enseñándole las estrategias que utilizamos para no dejarnos llevar por las emociones más desagradables.
El adolescente está aprendiendo a manejar correctamente sus emociones y por ello necesita, más que nunca, que sus adultos de referencia le acompañen con grandes dosis de paciencia, empatía y conexión. Que estén presentes y disponibles en su vida sin juzgarle y le ayuden a modular lo que siente para que no sienta dolor. Que le ofrezcan todo el calor que necesita para crecer sano y feliz.
el mayor de mis hijos ya es casi adolescente. Tengo mucho miedo de que quiera empezar a fumar ya que yo soy fumadora y si se lo echo en cara puede decir que y yo qué. Yo fumo desde que los 14 y tengo 46, fumo muchisimo y mi hijo sé que le llama la atención verme. Siempre le digo lo malo que es y que yo ya no puedo dejarlo. Se enfada conmigo y lo conozco mejor que nadie de que quiere provarlo. Solo en pensar que fume me quiero morir. Le he dicho que más adelante lo dejaré pero para dejarlo nadie puede fumar en casa. Estoy muy nerviosa. Que puedo hacer??