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Acoger para transformar: la historia de una maternidad inesperada con Macarena Márquez

Acoger para transformar: la historia de una maternidad inesperada con Macarena Márquez

Soy Macarena, pedagoga, coach personal y madre de cuatro criaturas (una de ellas, en acogida). También soy una mujer que un día decidió cambiar de rumbo y, sin saberlo, empezó a caminar hacia la maternidad más inesperada y transformadora de su vida.

Durante la pandemia, como muchas personas, me vi obligada a frenar. Dejé mi trabajo en una empresa y volví a formarme: hice el máster de profesorado con especialidad en orientación educativa. Fue durante mis prácticas en el colegio SAFA-ICET, en Málaga, donde conocí la realidad de muchas familias con situaciones muy complicadas. Allí conocí también a una niña de 14 años: tímida, reservada, con una carga emocional que no le correspondía por edad, y con una historia difícil a sus espaldas.

Durante dos cursos estuve en ese centro. Ella apenas hablaba, y muchas veces sentí que no lograba conectar. Hasta que llegó mi último día en el cole , cuando se presentó en mi despacho para confirmar que yo no volvería. Rompió a llorar. Y ahí entendí que sí, que de alguna forma nos habíamos encontrado.

Acoger para transformar: la historia de una maternidad inesperada con Macarena Márquez

Una relación que fue creciendo fuera del aula

Ese verano empezó a formar parte de mi vida fuera del aula: la traje a casa, conoció a mis hijos y a mi marido. Aunque seguía siendo introvertida, en poco tiempo se ganó el cariño de todos. Las salidas con nosotros se hicieron habituales, y así, poco a poco, fuimos tejiendo un vínculo muy profundo.

Los años pasaron —ella tiene hoy 17— y aunque hubo épocas de más cercanía y otras de menos, siempre le dije: “Si alguna vez tienes un problema, cuenta conmigo”. Y llegó ese momento. En junio de 2024 dejé de tener noticias suyas. Tras varios intentos, un familiar me dijo que se la habían llevado a un centro de menores. Me paralicé. Sabía que tenía que hacer algo, así que empecé a llamar a todos los números que pude encontrar. Lo primero era verla.

Cuando la vida te pone delante una decisión

Cuando por fin lo conseguí, pese a las advertencias sobre su actitud, vi exactamente a la misma niña de siempre: triste, enfadada, pero profundamente ella. Y sentí que no podía quedarme de brazos cruzados.

El 1 de julio solicité oficialmente su acogida. Me pidieron paciencia. Mucha. Pero en septiembre, recordando una conversación con una madre del cole de mi hija, me puse en contacto con Infania y Crecer con Futuro. Desde ese momento, todo cambió. Me atendió Luisa, una trabajadora social que fue como un ángel. En menos de un mes hicimos el curso de familia colaboradora, vinieron a casa, hicimos entrevistas… y el 18 de septiembre, mi niña estaba cenando con nosotros.

La maternidad que no esperaba, pero que me eligió

Hoy, ya de forma oficial, ella es mi hija de acogida. Me siento profundamente afortunada y amada por ella. He descubierto otra maternidad. Pensé que solo había una, pero he entendido que ser madre no es algo que solo ocurre cuando tienes un hijo biológico, a veces sí y a veces no. Ella me está enseñando una nueva forma de ser mamá: una mamá distinta, que también protege, pone límites y aprende día a día. Ella nos hace mejores a todos los miembros de mi familia y, sobre todo, lo más importante, da sin esperar nada a cambio.

No sé de qué manera me gustaría que la gente conociera esta realidad, pero lo cierto es que muchos menores en nuestro país viven circunstancias en las que no tienen una mamá que les lea un cuento por la noche. Esto es algo que, tristemente, ocurre más a menudo de lo que pensamos. La oportunidad de ser una madre para esos niños no solo es un regalo para ellos, sino también para nosotros, para todos los que abrimos las puertas de nuestro hogar con corazón abierto.

Gracias a ACCAM, INFANIA y CRECER CON FUTURO. Gracias a quienes abrís vuestras casas sin miedo ni prejuicios. No se trata de ser valientes, se trata de ser personas. El amor no se agota. Y en el mundo de la infancia, por desgracia, todavía hay mucha carencia.

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