Andrés Olivares perdió a su hijo Luis cuando tenía solo nueve años. Poco antes de marcharse, Luis le dijo algo que cambiaría su vida: “Papá, ¿por qué no ayudas a otros niños enfermos como yo?”
A partir de esa frase nació una misión. Andrés decidió transformar su duelo en un acto de amor, y creó la Fundación Olivares, un espacio donde se acompaña a familias con niños y niñas con cáncer u otras enfermedades graves. Un lugar donde se aprende que acompañar también es amar, que el alma sana cuando se comparte y que incluso en medio del dolor puede florecer la esperanza.
En este episodio, Laura Baena conversa con Andrés sobre cómo se pasa del dolor al propósito, sobre el poder de la gratitud, la detección precoz y la importancia de cuidar con presencia y empatía. También sobre su proyecto personal, Piloto de emociones, un recordatorio de que la vida se trata de sentir, acompañar y volar más ligero.
Un episodio que emociona, inspira y nos recuerda que siempre hay luz, incluso cuando el camino duele.