Nadie puede negar que la maternidad es una de las experiencias más extremas e
intensas que podemos vivir como seres humanos. Es una etapa de transformación y
expansión, y, aunque puede estar repleta de momentos maravillosos, también conlleva
un gran peso invisible.
En un día como hoy, queremos dar voz y visibilizar una de las realidades más
escondidas de la maternidad, cuando en lugar de vivir en la montaña rusa de la
ambivalencia, común para la mayoría, habitas en tu mente un lugar oscuro en el que
apenas entra un hilo de luz, donde el eco de la presión social retumba por todas las
paredes.
La falta de sueño, las dudas constantes sobre si lo estamos haciendo bien, las
exigencias internas y externas, todo sumado a la revolución hormonal de un embarazo
y un posparto. Sentir miedo constante cuando “deberías” estar disfrutando del que se
supone que es uno de los momentos más bonitos de tu vida.
Muchas mujeres sienten que no son capaces, que todo es demasiado grande,
demasiado complicado y que ese bebé (que en realidad está totalmente enamorado
de ella) merece una madre mejor. Cuánta culpa.
Qué dolor sentir todo lo contrario a lo que se supone que deberías sentir. Es
abrumador levantarte cada día con la responsabilidad de cuidar a la criatura que ha
cambiado tu mundo tal y como lo conocías cuando tus fuerzas han desaparecido.
Con suerte, alguna de ellas, tiene a alguien en su entorno con quien atreverse a
mostrar lo que nadie está siendo capaz de ver.
Y es que “el encuentro al otro lado de la piel” no siempre está envuelto de amor,
gratitud y mucho sueño. A veces está lleno de oscuridad, desesperanza y ganas de
salir corriendo y te inunda el arrepentimiento.
¿Cómo llegan las madres hasta aquí?
Pensemos por un momento que cuando nace un bebé, todas las miradas, las
revisiones, los cuidados se dirigen a una criatura que percibimos como vulnerable. Y
es que ese bebé, está siendo sostenido por otro ser vulnerable: su madre. Ella acaba
de nacer también, pero nadie la está mirando.
Hay varios factores que predisponen a que la experiencia de la maternidad sea
especialmente difícil.
- Mujeres cansadas y solas, que viven en un momento histórico en el que se
refuerza la autosuficiencia (recordemos la trampa del autocuidado, cuídate tú
porque parece que nadie te va a cuidar). - Encontrarse con una realidad que se aleja mucho (muchísimo) de todo
aquello que nos habían contado, lo que favorece la ocultación y el
sufrimiento en soledad. Por tanto, cualquier diagnóstico precoz de una
depresión posparto queda relegado a la suerte. - El contexto vital de esa madre: su situación personal y familiar, el apoyo
recibido (y percibido), su experiencia previa, sus recursos y expectativas sobre
su capacidad de afrontamiento.
Muchas mujeres experimentan agotamiento emocional. El cuidado de un bebé exige
disponibilidad constante, y esa demanda, sumada a la falta de descanso y al aislamiento social, genera un desgaste tan grande que puede desembocar en lo que se conoce como “burnout materno”: un estado de cansancio extremo, pérdida de disfrute en la crianza y sensación de desconexión emocional respecto a los hijos.
Más de un 60% de las madres presentan síntomas de agotamiento severo en algún
momento de la crianza.
Una de cada cinco mujeres va a padecer un trastorno de salud mental durante el
embarazo y el primer año tras el parto. Cifras que probablemente serán mayores dada
la dificultad y el retraso en la detección.
Siempre tiene que haber unos ojos que miren a esa madre, alguien que le pregunte
cómo está y qué necesita. A veces ellas mismas no son conscientes de que tienen un
problema. La mayoría de mujeres que vienen con en este período a la consulta, lo
hacen porque otra persona de su entorno sospecha que algo no va bien o tras varios
meses de encontrarse perdidas.

Depresión posparto y suicidio
El suicidio en el período perinatal se ha subestimado durante mucho tiempo, llegando
incluso a ocultarse dentro de las estadísticas, lo que dificulta dimensionar su impacto y
entender el contexto.
El suicidio es la primera causa de muerte de las mujeres durante el “periodo
perinatal”, que comprende desde el embarazo hasta un año después del parto,
siendo la depresión posparto el factor de riesgo más importante.
Pedir ayuda no nos hace Malasmadres, nos hace conscientes y responsables de
nosotras mismas y de nuestras criaturas. Romper el silencio y mostrar que la
maternidad es mucho más compleja de lo que se muestra es un acto de
responsabilidad social.
Debemos garantizar que las mujeres dispongan de cuidados profesionales y del apoyo
que necesiten en cualquier momento y lugar: formando a los profesionales sanitarios,
realizando campañas de concienciación y desarrollando medidas que garanticen el
acceso a recursos destinados a la prevención y tratamiento antes, durante y después
del período perinatal.
Ninguna mujer debería enfrentar todo este dolor en soledad, siendo vital poder ofrecer
contención emocional y asesoramiento tanto a ella como a su entorno y red más
cercana.
Silvia Nava
8 de septiembre de 2025