Hace ya tiempo, cuando llegó el momento de independizarme y comenzar a vivir sola decidí, como cualquier persona joven que se rebela contra las normas establecidas en el hogar de sus padres, que conmigo no iban los horarios ni las rutinas. Que en esa nueva etapa de mi vida las cosas iban a funcionar de otra forma. ¿Dormir por la noche? Eso era un hábito anticuado e innecesario. ¿Comer a las dos de la tarde? Una forma de esclavitud ancestral de la que me iba a librar inmediatamente.
La necesidad de un cierto orden
Me parecía hechizante la perspectiva de poder hacer lo que quisiera con mi tiempo e invertirlo como me diera la gana, rompiendo con todo lo que me habían dicho que tenía que seguir o respetar. Creo que en ese estado de semisalvajismo, comiendo a las 5 de la tarde y quedándome dormida cuando tenía sueño, duré apenas 3 semanas. No vivía sola en el mundo y la necesidad de rutinas claras y establecidas se abría paso para poder incardinarme en una cotidianidad que me pedía organización para poder estudiar, descansar, salir…
Efectivamente, mi día a día estaba desordenado y mi cabeza también lo acusaba provocándome desorientación y apatía, entre otros problemas. Y así, poco a poco, se fueron cristalizando, para mi espanto, ritmos similares a aquellos de los que yo tanto quería alejarme. Y es que al final parecía que tenía sentido crearlos. Eso sí, solo pude poner en valor el orden vital que las rutinas me ofrecían cuando las puse a prueba, cuando las perdí por completo, cuando intenté vivir sin ellas.
Qué entendemos por rutinas
Las rutinas diarias (del latín “ruta”: camino trillado), aquello que hacemos cotidianamente, suele estructurarse en torno a “obligaciones” principales como son el estudio, el trabajo o las tareas de cuidado.
Las obligaciones nos ordenan, nos proporcionan un punto de partida fijo en el que apoyarnos. Y en los huecos que deja introducimos, en general, la antítesis de esas obligaciones: el placer o el descanso. Y así conformamos nuestro día a día.
De esta manera también organizamos la vida de los niños:
- Buscando rutinas que impliquen descanso
- Un tiempo determinado para ver la televisión o para jugar a la consola, una hora para ir a dormir, etc.
- Los niños son especialmente sensibles a las rutinas y las necesitan para aprender y sentirse seguros en un mundo que, en general, necesita ser predecible para ellos.
¿Qué ocurre cuando esa estructura externa desaparece o cambia radicalmente?
Una parte importante de los problemas psicológicos que he visto durante la cuarentena, a través de plataformas online, han estado relacionados con las rutinas.
- Por un lado, atendía a personas que habían perdido esa estructura porque han entrado en un parón vital. De repente han tenido que abandonar su ocupación habitual y se han visto en la tesitura de tener días que llenar sin saber cómo hacerlo, con la dificultad de sufrir limitaciones serías en sus libertades. Abandonados a esa situación se han dejado llevar por lo que les apetecía hacer en cada momento lo que, muchas veces, les ha provocado apatía, tristeza, fatiga mental y física, entre otros síntomas. Cuando han creado una rutina alternativa, a la espera de que la de siempre volviera a hacer su aparición, han mejorado considerablemente y han comprobado, como yo lo hice, las consecuencias de perder esos hábitos.
- Por otro lado, trataba a familias que se han sentido desbordadas por los cambios de rutinas en el trabajo y en el hogar, haciendo malabarismos para crear una armonía en una situación complicada e impredecible. Todo su mundo se volvió patas arriba.
Mucho se habla sobre que, a partir de ahora, viviremos más a menudo situaciones de constante cambio donde lo establecido deje de ser útil. De hecho estamos a punto de recibir el mes de verano por excelencia, agosto, que siempre implica un necesario cambio de rutinas con niños. Pero esta vez además será, probablemente, el más extraño e impredecible verano que hemos vivido nunca donde se necesitan rutinas a las que agarrarnos.
¿Cómo podemos crearlas con los niños/as? ¿Qué se necesita introducir en la vida familiar para que ellos encuentren un bienestar físico y psicológico?
Podemos empezar por un proyecto que les motive o interese, que le haga poner en juego sus habilidades y capacidades.
- En el día a día cotidiano son los estudios, pero en verano puede ser simplemente que lean un libro, construyan un puzzle grande en familia, que salgan a hacer deporte al aire libre o rellenen un álbum de cromos. Algo que mantenga sus habilidades psicológicas y físicas con la atención fija en ellas durante un rato cada día.
- Otro asunto son las relaciones personales, esenciales para los niños. Un día a día debe contemplarlas, aunque sea a distancia, con la gente a la que quiere.
- La alimentación, el descanso y el ocio también deben estar presentes, con horarios marcados aunque flexibles.
Además, como las familias son modelos para sus hijos e hijas de todo lo que hacen, si se crea una buena rutina, una rutina con sentido, esto puede dar como resultado que en un futuro puedan aprender de ellas y crearlas solos. Tomando así las riendas de su propio tiempo cuando todo se torna inestable porque el mundo entero se “desordena”. Y la libertad que implica poder jugar con las posibilidades de cómo puede llegar a ser un día cualquiera.
Cómo ayudar a que un niño o niña resuelva un problema
Pero no solo hay que fijarse en estas rutinas, sino también en otro tipo de hábitos que también están presentes diariamente. Son los que conforman la compleja personalidad del niño. Me refiero a las tendencias a responder de una manera determinada a ciertas situaciones. Los comportamientos que suelen llevar a una persona o a una familia al psicólogo, porque el psicólogo realmente se dedica o, por lo menos una parte muy importante de su trabajo va destinado, a modificar hábitos perjudiciales en los demás.
- Me refiero a, por ejemplo, la forma en que un niño tiende a resolver un problema, tolerar la frustración de no poder conseguir algo que quiere o a la forma de relacionarse con los demás. O, incluso, situaciones que pueden ser más sutiles como la forma en la que suele vivir los momentos de soledad consigo mismo.
- Esos hábitos existen igual que se tienen costumbres como dejar los zapatos en la entrada de casa, ir a dormir a cierta hora o cenar pizza los miércoles. No es frecuente verlos como hábitos o rutinas porque no las pensamos como tales y, sin embargo, son situaciones que surgen todos los días y que igual que demás rutinas deben ser pensadas y cuidadas para que no provoquen problemas o grandes limitaciones.
El verano es un buen momento para observar estas tendencias en los niños y niñas, porque hay más tiempo libre para dedicarle a esta “investigación”. ¿Llora desconsoladamente cada vez que se le niega algo que quiere? ¿Cuándo está en grupo con otros niños no pronuncia ni una sola palabra por miedo a que puedan pensar “mal” de él o ella? ¿Se llama a sí mismo tonto o tonta cuando comete algún error mientras hace alguna ficha del cole? Esos hábitos conforman tendencias que construyen la personalidad y que pueden ser modificadas.
Enseñarles buenas rutinas de gestión de la realidad es esencial para que sepan cómo enfrentarse a los problemas con éxito.
Y vosotras Malasmadres, ¿qué queréis preguntarle a nuestra colaboradora? Dejad las preguntas en los comentarios.
tengo un peque de 3 meses y uno de 2 años….el mayor duerme conmigo en la cama desde los 8 meses,se despierta mucho por la noche y necesita tocarme(caricias, pelo..) para volver a dormirse.hemos intentado en varias ocasiones que duerma en su habitación pero se despierta y deambula por la casa como si fuese de dia o viene a buscarnos para jugar en plena madrugada…..el pequeño se despierta para comer de noche asi que se despiertan el uno al otro y a los papis ni te cuento con el consiguiente agotamiento de todos un dia tras otro….como puedo cambiar esta situacion? muchas gracias
Buenos días, Rocío.
Los hábitos nocturnos son complicados de cambiar porque afectan al sueño de toda la familia y, además como todo hábito, requiere un cierto tiempo para debilitarse y sustituirse por otro. Solo puedo darte alguna recomendación general. Si la idea es que el mayor duerma solo en su habitación hay crearl esta rutina nueva. Un ejemplo sería quedarse con él en la habitación hasta que se duerma y, cuando concilie el sueñi y vaya a buscaros a la cama para jugar, devolverme a la cama cada en cada ocasión. Eso requiere ser sistemático y constante y estar preparado los inconvenientes derivados de esta decisión. Quizá, ahora con el bebé en vuestras vidas no sea un buen momento para plantearse estos cambios ya que pueden aumentar el estrés familiar. Poco más te puedo decir porque no conozca las particularidades del caso. Te animo a que, si un futuro la situación no mejora, nos veamos y me cuentes más detenidamente para poder ayudarte.
Un saludo.
Mi hijo de 6 años llora y tiene unas rabietas terribles cada vez que no se hace lo que él quiere. Lleva así un par de años y cada vez es peor su comportamiento, de repente está tan contento y de repente se tira por el suelo dando gritos y llorando (parece jekill y hyde). Además en el confinamiento con su hermana de 10 años, en vez de unirlos, ahora se pasan el día discutiendo y peleándose, no saben jugar juntos ni entretenerse.
No sé cómo revertir esta situación.
Gracias.
Buenos días, Cristina.
Te dejo un enlace que habla de este tema, que espero que te ayude.
Un abrazo.
https://clubdemalasmadres.com/rabietas-cuando-el-buenhijo-se-transforma/
Mi hija, que hará los 7 años a finales de agosto, no se duerme sola tengo que estar yo tumbada con ella porque si no no sé duerme y muchas noches a mitad de la noche aparece en nuestra habitación. Antes del confinamiento jugaba sola muchas veces, ahora es raro y está pegada a mí, sobretodo cuando los ratos que estoy sentada en el sofá, cada vez que estoy haciendo algo ( pilates vía zoom, tocando piano..) me reclama para algo cuando lo podría haber hecho antes.
Mi hija igual, Teresa, misma edad, hija única y acostumbrada a jugar sola, manualidades… Ahora me reclama para todo, quiete que juguemos juntas a lo que sea, sobre todo si me ve con la rutina de hipopresivos. Hay que quedarse a su lado para que duerma, y despierta alterada de madrugada llamando porque tiene miedo. Se duerme de nuevo muy rápido, pero antes del confinamiento dormía seguido. Su padre y yo estamos notando ya la falta de sueño, y con el teletrabajo notamos que no desconectamos. No descansamos bien, y no sabemos qué hacer para ayudarle a ella.