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¿Es necesario llenar nuestra agenda de planes?

¿Es necesario llenar nuestra agenda de planes?

Llega el jueves y ya nos están preguntando nuestros buenoshijos y buenashijas que qué vamos a hacer el fin de semana, qué planes tenemos y qué novedades les traemos, ¿os pasa?

Cada vez me plantean más esta situación las familias que acompaño en sesión, ya que existen dos ideas que están muy asentadas y relacionadas entre sí.

Por un lado, las familias no queremos que nuestros hijos e hijas se aburran y en muchas ocasiones no podemos pasar mucho tiempo entre semana con ellos y queremos compensarlo con mil planes para hacer el fin de semana. Y por otro, creemos que si no organizamos todo el fin de semana repleto de actividades estimulantes, atractivas y especiales, estamos perdiendo el tiempo, es decir, ese tiempo tiene menos valor si estamos en casa tranquilas jugando a juegos de mesa o viendo una película que si salimos y hacemos muchos planes fuera de ella.

¿Qué nos está pasando?

Mi artículo de hoy pretende invitarnos a la reflexión, al por qué de la necesidad de llenar las horas y los días de nuestros hijos e hijas y las nuestras propias, para sentir que estamos aprovechando el tiempo y la vida no se nos va entre los dedos sin sacarle partido.

Pero es que si lo pensamos detenidamente, esto también es una idea totalmente descabellada. Creer que llenarnos de planes es aprovechar mejor el tiempo y disfrutar más de todo, quizás acabe desconectándonos de lo que verdaderamente queríamos conseguir en un inicio con este planteamiento.

Es cierto que los planes fuera de casa resultan atractivos y son beneficiosos, siempre y cuando no sean imprescindibles para que nos sintamos felices, es decir, está genial poder planear una quedada con amigos, una tarde de cine o un viaje en familia. También puede apetecernos pasar un día en el parque de atracciones o en el centro comercial, pero todo ello son extras que pueden ocupar unas horas de nuestra semana y ser un plus para disfrutar, pero no nuestro Todo.

El problema viene cuando estas actividades son la base y aburrirse es el extra, ya que estamos siempre ante tanta actividad estimulante que no sabemos parar y tener tiempo libre en el que no hacer nada.

Si recordáis, hace casi cinco años, cuando llegó la pandemia, uno de los grandes males de muchas personas y familias, fue aprender a parar, a entender que estar en casa estaba bien, que poder aburrirse, no salir, o tratar de encontrar el entretenimiento dentro de nuestras cuatro paredes, podía parecer complicado pero era posible.

De aquello ya nos hemos ido olvidando y en muchas ocasiones hemos pasado al punto contrario, donde si no tenemos un plan diferente (porque el mismo siempre tampoco vale), somos unos padres o unas madres aburridas o sosas.

Y es que somos una sociedad que va a todas partes corriendo, que la prisa es nuestro modelo de vida, con agendas repletas de actividades, tardes llenas de extraescolares, cumpleaños, deberes y otras obligaciones, además de nuestra rutina de trabajo, colegio, casa, compra, etc. Y además todo esto lo tenemos de inmediato, sin esperas ni  teniendo que trabajar la paciencia.

Lejos de querer llegar el fin de semana y descansar de todo ello, nos llenamos la agenda para seguir encadenando un plan con otro y sentir que aprovechamos bien el tiempo y que no nos falta de nada.

Pero, ¿estamos cubriendo las necesidades vitales más importantes de nuestros hijos? ¿Y las nuestras?

Nos encontramos ante una sociedad que descansa poco y mal. Que no cumple con las horas mínimas de descanso diario, y que en las horas que está activa, no para ni un minuto.

Además estamos transmitiendo esto a nuestros niños y niñas, a los que siempre les decimos que vamos con prisa, dejando de lado lo esencial, como puede ser desayunar tranquilos; hablar sin ir corriendo y mirándonos a los ojos, haciendo una escucha activa; parar a despedirnos bien antes de entrar al cole o en la salida de éste o decirles que les queremos sin ir atropellados.

Y no somos los responsables de que la sociedad esté cambiando y nos lleva a este modelo de vida, pero sí podemos hacer algo desde nuestro alcance, intentando educar a nuestros hijos e hijas en que más planes no significan más felicidad y más actividades no es sinónimo de plenitud.

Hace unos días una familia me decía: “Es que nuestra hija nos dice que si no hacemos nada nuevo el fin de semana, el lunes llegará a la asamblea del cole y le preguntarán qué ha hecho y será la única que no tenga nada que contar”.

Es ahí donde me gustaría que reflexionáramos, porque esto no es un caso concreto, es muchas veces lo que sienten ya nuestros niños y niñas y que un niño de 4-5 años sienta que estar en casa jugando con su familia, pintando o viendo una película tomando pizza no es importante para contar delante de sus compañeros, empieza a ser preocupante, y no por el niño en sí (que quizás también), sino por lo que estamos transmitiéndole los adultos sobre lo que es la vida.

Y pensemos, para muchos adultos, no hay mayor felicidad que llegar a casa, sentarse en el sofá con su pareja o su familia, ver una serie o una película y tomarse un pizza o cualquier otra cosa, porque el plan quizás es lo de menos, pero su casa, su hogar y quienes lo conforman, son el mejor plan que hay en el mundo.

Y esto no tienen que aprenderlo los niños de mayores, sino que es algo que debemos transmitirles de pequeños; aprender a disfrutar del tiempo libre, de quienes nos rodean, sin necesidad de planes sorprendentes o de actividades increíbles, sino simplemente de disfrutar de la vida de uno sin estímulos externos.

Porque no hay mayor felicidad que entender que la misma no nos la proporciona nadie ni nada material, sino cómo se encuentre uno mismo, cómo aprenda a valorar lo cotidiano, lo sencillo y lo más básico.

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