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Cómo afrontar el inicio del verano en familia

Cómo afrontar el inicio del verano en familia

Como cada año, llega julio y los buenoshijos hace ya semana larga que están de vacaciones, y nos toca conciliar vida familiar con vida profesional, y esto resulta un tanto inquietante.

Por un lado, estamos ya todos agotados del curso escolar, pero por otro, no deja de ser real que las familias no tenemos las mismas vacaciones de las que disponen nuestros niños y niñas, y esto no nos permite fluir como desearíamos, sino más bien nos obliga a adaptarnos a lo que hay.

Con esta situación entre las manos, no podemos exigirnos más. Toca resignarse e intentar llevarlo del mejor modo posible, tratando de llegar a lo que podamos e intentando desconectar en los ratos que la situación lo permita.

Es normal que con el final de curso estemos todos un poco removidos. Es una etapa de cierre de curso, y comienzo del verano y las vacaciones, lo que supone cerrar una etapa y comenzar otra nueva.

El cambio de rutina

Los niños y las niñas suelen organizarse muy bien entorno a una rutina, y si abandonamos esta, ya que algún aspecto inevitablemente suele cambiar, podrán empezar a emerger los descontentos y a florecer las distintas emociones.

Quizás podamos ver como les cuesta adaptarse a un horario, acostarse y levantarse a horas similares, o quizás observemos que tienen menos apetito o se encuentran menos cansados a la hora de ir a la cama, si es que no están saliendo mucho de casa y están más sedentarios de lo habitual.

Es normal que necesitemos de unos días para establecer nuestra nueva rutina, organizar horarios y tareas, donde quizás pueda ayudarnos, por ejemplo, el realizar una tabla de rutinas donde cada uno sea el encargado de hacer diferentes actividades dentro del hogar, y poder ir rotando cada semana.

Si nuestros hijos e hijas están yendo a un campamento de verano o están pasando el día con otro cuidador, puede ser habitual que necesiten adaptarse a este cambio, a la nueva figura de referencia o apego, en el caso de ser en el campamento, al nuevo horario, espacio, normas…

Es tiempo de darnos margen para adaptarnos a los cambios, comprendiendo varios factores:

  • Estamos ya cansadas tras todo el curso escolar
  • Hace calor y esto no ayuda a la hora de adaptarse y pensar con positividad.
  • En ocasiones es la opción la que nos ha elegido a nosotras/os y no al revés, como desearíamos. Quizás nos gustaría estar ya de vacaciones o no tener que seguir llevando a nuestros niños al campamento con horarios cerrados, pero estas son nuestras circunstancias y tenemos que adaptarnos a ellas
  • El cambio de entorno y rutina puede hacer que estemos más susceptibles hasta que nos consigamos adaptar

Hay varios aspectos que pueden ayudarnos a enfrentar mejor los días de vacaciones escolares, sin vacaciones de los progenitores:

  • Elegir bien nuestras batallas. Quizás no compensa discutir si queda mejor el pantalón verde con la camiseta blanca o con la amarilla, igual es mejor batallar aspectos fundamentales que sí que supongan un peligro o un riesgo, tales como tomarse una medicina o echarse crema del sol
  • Ser más flexible. Al hilo del punto anterior, ser más flexible puede ayudarnos en aspectos puntuales, como dejar que se acuesten un poquito más tarde o pasar más rato por la tarde en la calle, ya que no es tiempo de deberes ni exámenes
  • Ser ejemplo de la actitud que deseamos que tengan. Si nos ven continuamente enfadados, estresados y de mal humor, no podemos pretender que nuestros hijos e hijas estén ofreciéndonos un modelo contrario al que nosotros les mostramos a diario
  • Relativizar. Esto también pasará malamadre. El verano no ha venido para quedarse. A ver sí, pero no. Si vamos a tener vacaciones más adelante, centrémonos en eso y que sea nuestra motivación. Y si no vamos a tenerlas, centrémonos en que el verano no es eterno (aunque a veces lo parezca) y septiembre llegará.

 Y en el tiempo que podamos compartir, no olvidemos:

  • Jugar con nuestros hijos e hijas. Ya sé que a veces no apetece, y que en ocasiones da pereza. Pero de verdad, es el mayor regalo que podemos hacerles. Quizás no hace falta ponernos a jugar al pilla pilla si no nos gusta, pero sí podemos darnos un baño juntos en la piscina, o sino en la bañera a falta de piscina, o podemos hacer juntos pulseras, hacernos un masaje tras la ducha mientras hablamos, o jugar a la Oca. No se trata de ponernos un gran reto y ser la madre que no somos, sino de ser la mejor versión de nosotras mismas, sin exigirnos por encima de nuestras posibilidades
  • Acostar cada día a nuestros hijos recordándoles que son nuestro mayor tesoro. Los días son muy intensos y a veces se nos olvida la verdadera razón y motor de nuestras vidas, que es el amor de los nuestros, la felicidad que nos dan nuestros hijos, nuestros amigos, a aquellos a quienes queremos. El verano suele ser un momento de ir más despacio, por lo que podemos aprovechar a establecer estos tiempos como rutina. Antes de irnos a dormir, un abrazo y beso enormes, y hablar un poquito sobre nuestro día.
  • Puede ser una buena idea hablar sobre nuestras emociones, tratando de aprender a expresarnos desde la calma y no desde la impulsividad, aprendiendo a poner nombre a nuestros sentimientos, dando ejemplo, respetando los de los demás, empatizando, educando en valores.
  • No es necesario llenar todos los espacios. A veces, con la mejor de nuestras intenciones, tratamos de llenar los días a nuestros niños y niñas de planes, para que no se aburran, no echen en falta a sus amigos, los planes, el colegio…, din darnos cuenta de la importancia que tienen los tiempos vacíos de actividades, donde el aburrimiento aflora y llama así a la creatividad, la imaginación, el razonamiento… Es fundamental que los niños se aburran para que inicien otros procesos cerebrales necesarios para madurar y desarrollarse.

Y, sobre todo, no debemos olvidar, que lo hacemos del mejor modo que sabemos y podemos y que, sin duda, somos las mejores madres que nuestros hijos e hijas pueden tener.

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