Como mamá de un peque con discapacidad intelectual y de una peque sin discapacidad soy muy consciente de la importancia de inculcar a nuestr@s hij@s los valores de la diversidad y la inclusión. Soy también Fundadora de la Fundación Distintos, donde trabajamos para que los peques con discapacidad puedan disfrutar de un ocio inclusivo y hacer amigos. En la fundación vemos todos los días las dificultades que las niñas y niños con discapacidad o necesidades especiales sufren en el plano social.
Por todo ello en este post aporto pautas sencillas para que todos podamos reflexionar y practicar una educación más inclusiva.
Cuando se pronuncia la palabra diversidad cada uno, según su experiencia, piensa en un ámbito diferente. Unos pensarán en género, otros en raza, orientación sexual, etc. Y todos están en lo correcto y a la vez se están perdiendo una parte importante del concepto. La diversidad es tan amplia como la variedad humana y tiene que ver también con edad, cultura, discapacidad, estatus socioeconómico, apariencia, etc. La diversidad es por tanto inherente al ser humano.
La inclusión tiene que ver con un cambio de prisma que responde positivamente a las diferencias individuales entendiendo la diversidad como una oportunidad y no como un problema. Una oportunidad para el enriquecimiento de la sociedad a través de la activa participación de todas las personas.
El gran enemigo de la inclusión son los estereotipos. Los colectivos minoritarios o que difieren de una norma establecida en la sociedad se enfrentan a menudo a estereotipos. A ideas aceptadas comúnmente con carácter inmutable y que suelen atribuirles características negativas.
Todos tenemos estereotipos y como dice Vernā Myers en su libro “Moving diversity forward” eso no es ni bueno ni malo, es humano. A no ser que seamos un extraterrestre, los estereotipos estarán en nuestro cerebro y se deben a todo a lo que hemos estado expuestos durante nuestra vida. Al contenido que vemos en televisión, lo que leemos, a la publicidad, al ambiente donde hemos crecido, etc. En su mayoría son preconcepciones inconscientes de la realidad. En definitiva, son las historias que nos montamos en la cabeza antes de conocer mínimamente bien a alguien.
El problema es que estos estereotipos lastran a las personas y no les permiten vivir una vida plena y en igualdad de oportunidades. Afectan a la percepción que tienen de sí mismos, les ponen barreras que otros no tienen y por tanto, han de hacer más esfuerzo que otros para conseguir las mismas metas.
Las personas con discapacidad de todas las edades han de enfrentarse constantemente a prejuicios excluyentes y limitantes. Han de lidiar con sus propias dificultades físicas, sensoriales o intelectuales y además, con actitudes negativas que sienten en su piel todos los días y que son las que más duelen.
En el caso de la niñas y niños con discapacidad estas actitudes negativas se traducen habitualmente en exclusión. Demasiado a menudo sienten que no son tenidos en cuenta y que no pertenecen al grupo. Esto mina tremendamente su autoestima y provoca que en muchísimos casos crezcan sin tener amigos.
¿Por qué nuestros hijos e hijas excluyen al diferente?
Porque aprenden esa exclusión de los mayores y de la sociedad que les rodea. Solemos inculcar una visión de la discapacidad como una desgracia. Esta idea es falsa (o cuando menos incompleta). Judith Heumann, una gran activista por los derechos de las personas con discapacidad en EEUU comienza su libro “Being Heumann” con una frase reveladora: “Nunca deseé no tener una discapacidad”. Y aunque a los ojos de una persona sin discapacidad esto pueda parecer increíble, resulta que no lo es en absoluto. Las personas sin discapacidad medimos la vida según nuestro rasero y según nuestra manera de experimentar y desenvolvernos en el mundo y no nos damos cuenta de que existen otras maneras de percibirlo y de disfrutarlo. Maneras que son distintas y que en no pocas ocasiones pueden ser percibidas como mejores. Es como si los pájaros nos tuvieran pena a los humanos porque no volamos.
Negamos a las personas con discapacidad cualquier otra dimensión en su vida. Son personas por ejemplo ciegas, sordas, con movilidad reducida o con discapacidad intelectual y punto. Miremos más allá de esa primera capa. Mi hijo es un niño de 6 años que adora montar en patinete, buscar tesoros, escuchar música, bailar y además tiene una discapacidad que hace que necesitemos ser más pacientes y atentos con él.
Algunas pautas para educar en la diversidad y la inclusión.
- Expongamos a nuestros hijos a otros niños con algún tipo de dificultad. En la Fundación Distintos organizamos actividades divertidas e inclusivas a las que podrán unirse para aprender valores como la inclusión y la empatía. Puedes informarte en Instagram en @FundacionDistintos
- Fomentemos la empatía: Los cuentos son una herramienta maravillosa para ello. Títulos como “El cazo de Lorenzo”, “Por cuatro esquinitas de nada” o “Todos somos diferentes”, entre otros muchos.
- Cuidemos el ejemplo y el lenguaje: una actitud de pena y un lenguaje con palabras como “padece”, “sufre”, “pobrecito” no hará más que seguir construyendo ese imaginario de personas relegadas a una vida llena de amargura.
En definitiva, todas y todos somos distintos y es en esa singularidad donde reside la esencia de la humanidad. Eduquemos a nuestros peques en estos valores. Nos sorprenderán seguro.
Es muy importante educar con la diversidad en cualquier aspecto (enfermedades, etnias, condiciones, etc…) los resultados se notarán a la larga y será un paso tremendo para reducir las desigualdades y la concepción de etiquetas sociales.
Saludos
Gracias,
Muchas gracias por el articulo, por visibilizar la realidad, y por el trabajo de la fundación.
El día a día sería mejor para todos si
Buen artículo. Tenemos que dejar de etiquetar y tolerar y comprender más los problemas de los demás y cuidado que está vida muchas vueltas mañana podemos ser nosotros..
Besos!
A. Moreno
me encanta.
muchas gracias por compartir.
no me toca en casa no cerca pero intuía de forma superficial lo que has escrito.
gracias por escribir y explicar.
solo la palabra “raza” al principio me crea un poco de ruido, lo comparto desde el corazón.