Los humanos hemos acordado dividir el tiempo en partes, en momentos precisos que nos permiten organizar la vida dentro de esos “trozos”. De esta forma hemos creado una manera conjunta y coordinada de estar con los demás.
Un año de pandemia y muchas emociones vividas
Los segundos, las horas, los días, los años… han adquirido un significado psicológico en nosotros de comienzo y cierre. Dentro de esas divisiones, los aniversarios tienen una relevancia especial. El primer aniversario, cuando se cumple un año de un acontecimiento determinado, nombra un tiempo pasado lo suficientemente largo para permitirnos hacer balance de lo que ese año ha traído.
El mes pasado nos vimos envueltos en un aniversario colectivo oscuro y triste. Hace un año nos costaba creer que teníamos que vivir confinados, como medida extraordinaria, para intentar controlar una pandemia que se está negando a marcharse. Salimos del encierro y nos dijeron, en varias ocasiones, que el fin estaba cerca. Pero no era cierto. Y hemos continuado viviendo, como buenamente podemos, en una cotidianidad extraña. En este año lo extraordinario se ha convertido en la norma, provocando que nuestro nivel de alerta inicial haya bajado causando que nos adaptemos a la situación. Como consecuencia, nos estamos relajando en el seguimiento de las normas de protección frente al virus.
Cómo nos hemos adaptado a la situación
Es esperable que ocurra un fenómeno de adaptación en el ser humano cuando se está expuesto a situaciones prolongadas de alerta. Acabamos normalizando lo que sea necesario para poder vivir menos desgarrados, menos asustados. Es lógico si lo pensamos. Nos pasa a todos, no se da de manera aislada.
De hecho la Organización Mundial de la Salud (OMS), a finales de 2020, publicó un informe donde expone unas conclusiones que dicen que esta situación se está dando en numerosos países. Debido a este estado prolongado de desgaste, la gente está sufriendo “fatiga pandémica”, como lo ha venido a llamar la OMS, que no es más que una relajación de los comportamientos de protección frente al virus. Y es que hemos pasado de la urgencia sanitaria de marzo, que nos puso a todos en alerta, a tener que vivir mes tras mes de una forma nueva.
La amenaza se ha metido tan a fondo en nuestro día a día que se ha convertido en una rara normalidad donde ya no predomina, en muchos casos, tanto el miedo al contagio como la importancia de las consecuencias negativas resultantes de la restricción de las libertades que sufrimos. Y aunque sea entendible que estemos deseando vivir como antes, la OMS nos alerta de que este relajamiento en las normas de protección nos pone en riesgo a todos.
La vulnerabilidad de los niños y niñas
Obviamente, cuanto más de lejos se perciban las consecuencias del contagio, más fácil es relajarse en las medidas de protección.
Por eso los niños son especialmente vulnerables a abandonarlas:
- Porque en una inmensa mayoría de casos, los niños o adolescentes que se infectan presentan una carencia de síntomas o estos son poco importantes, lo que provoca que no perciban el problema como algo serio. Que lo teman solo por lo que les han contado que produce pero no por lo que han vivido.
- Porque normalmente se les mantiene alejados, por su edad, de la gravedad de casos cercanos de familiares o amigos que han sido infectados.
- Y, por último, porque para ellos la percepción del paso del tiempo es diferente en comparación con la forma en que la percibe un adulto. Este año de pandemia puede parecerles a nivel psicológico que ha durado mucho más de un año, lo que significa que, en su cabeza este tiempo puede haberse duplicado o triplicado. ¿Os imagináis lo largo que se les puede estar haciendo?
Estos factores pueden provocar que sientan que las medidas de protección, como ponerse la mascarilla, lavarse las manos o limitar las visitas a sus amigos, no tengan sentido para ellos y, como consecuencia, que no quieran a seguirlas o las sigan menos.
¿Qué podemos hacer los adultos para conseguir que los niños y adolescentes continúen adheridos a estas pautas?
- Ayudarles a pensar globalmente puede ser una forma de hacerlo. Si algo estamos aprendiendo en esta situación es que vivimos profundamente conectados entre nosotros. Lo que uno hace afecta al resto. Ser cuidadosos con las medidas de protección ayuda a que los demás estén más a salvo de la infección.
- Que se sientan incluidos en un proyecto tan grande como es superar esta pandemia, haciéndoles ver que son una pieza clave, puede dar sentido a lo que hacen y conseguir que se adhieran más a las medidas. Sin embargo, las palabras quedan vacías si no damos el modelo que queremos que sigan, si no somos un ejemplo para ellos. Si les decimos que sigan unas pautas de protección pero los adultos no las siguen notaran esa incoherencia, verán como una injusticia ser los únicos que no pueden saltarse las normas y las abandonaran en cuanto no les veamos. Pero nosotros no tenemos por qué ser los únicos que les sirvamos como modelos: sus profesores, sus médicos, la gente de su alrededor también puede servir de ejemplo.
- Hay que ayudarles a que diferencien conductas de alto y bajo riesgo. Mientras vivimos en esta situación los niños y los adolescentes tienen que seguir aprendiendo, jugando, viviendo en definitiva. El virus no puede parar la vida porque eso provocaría un problema que puede ser mucho mayor que infectarse. Hacerles ver la diferencia en cuanto al riesgo entre diferentes situaciones como, por ejemplo, estar con los amigos en espacios abiertos tomándose un refresco en comparación con coger el metro en hora punta, les puede ser útil para sentir que tienen un mayor control sobre la situación y se adhieran más a la norma.
- Y por supuesto, siempre hay que reconocerles el esfuerzo que día a día hacen. Preguntarles sobre cómo se sienten, qué echan de menos, qué es lo que necesitan. Hay que intentar que sigan estimulados, felices, siempre buscando ese equilibrio entre la protección y la cobertura de sus necesidades sociales, académicas y afectivas.
Podéis seguir a Maribel en su web otrapsicologa.com.
Y vosotras Malasmadres, ¿qué barreras os estáis encontrando en esta pandemia con vuestros hijos e hijas?
Los niñ@s son los que han tenido que hacer grandes esfuerzos y renuncias a muchas cosas de su infancia, los míos lo entienden por lo menos la de 7 años, pero el de 3 al poco vuelve a preguntar por ir aquí y allá.. esperemos que pronto podamos volver a hacer vida normal con las vacunas.
Así es, muchas veces nos olvidamos de los y la más pequeñas y lo están pasando realmente mal. Ojalá pronto pase todo y podamos volver a nuestras vidas. Muchas gracias por tu comentario. ¡Ánimo!