- Mamá anoche no llegaste para leerme el cuento.
- Lo siento Julia. Tenía que trabajar.
- No pasa nada mamá.
- Te quiero. Buenas noches.
Y salí de su dormitorio con la culpa encima como una losa asfixiante. Era la primera vez que Julia con apenas 5 años me hacía sentir culpable con sus palabras. Pero no era ella, era yo. Era cómo yo lo traducía y era yo cómo le contestaba, dando por hecho que era culpable, justificándome y sintiéndome fatal.
Tiempo después volvió a pasar. Y siempre le pedía perdón como si estuviera haciendo algo malo. Pero un día empecé a pensar en ello. Con mis palabras le estaba diciendo que trabajar era malo, que yo no estaba feliz y que me sentía mal si no estaba con ella. Eso quizás le calmaba a ella, le hacía sentir que era lo más importante de mí vida, pero a mí me hacia sentir fatal porque no era verdad. Le estaba haciendo entender que mi trabajo no me gustaba, que era algo obligado. Y ya eso no era así.
Ahora mi trabajo era mi pasión. Y cuando llegaba tarde era porque estaba trabajando, pero también disfrutando. O mejor dicho porque estaba disfrutando de mi trabajo. En un evento de los que organizábamos en la Malasmadres House o dando una charla o en un encuentro con mujeres que me inspiraban.
Además yo no la abandonaba, si yo no estaba ellas estaban con su padre, que quizás no le leía el cuento igual, quizás se lo leía incluso mejor. Porque no hay nadie que les haga reír más que él. Y entonces cambié mi papel de víctima y pasé a ser una Malamadre, que disfrutaba con lo que hacía y además se lo explicaba.
- Mamá, no ha estado porque tenía trabajo. Pero, ¿sabes? Mamá disfruta con su trabajo. Un trabajo que me permite la flexibilidad de estar presente cuando me necesitas. Pero cuando no estoy, está papá. Hay que ser feliz y tener nuestro espacio propio. Algún día me entenderás. Y me ponía una cara de “mamá, si tú lo dices…”.
Me parece muy importante que cuando das el paso a ser la jefa de tu vida, como dice Charuca, no te pases la vida justificando tus actos. Y no es fácil cuando eres madre. Porque como eres tu propia jefa siempre podrías elegir no hacer, para estar. Pero entonces no sería feliz y libre. Porque mis hijas me hacen feliz, pero mi trabajo también. Mis amigas también, los proyectos en los que me embarco también. Mi vida también.
Ahora toca comenzar a ir a Madrid por trabajo. Y ahora ella lo entiende porque aquel día cambié mi manera de mostrarle mi trabajo. No como una carga, sino como una pasión. Con mucho esfuerzo sí, pero una elección. Ya sufrí bastante la falta de conciliación, ya sufrí bastante con mi renuncia. Ahora me toca quitarme esas taras de mujer madre golpeada por un sistema que no apoya y una sociedad que no entiende. Ahora toca limpiarme las alas y volar, creyendo en mí, como lo hacen ellas.
¿Y sabéis lo más maravilloso?
Que cuando le preguntas a Julia qué quiere ser de mayor, ella siempre me dice con una sonrisa “Malasmadres”. Será porque le he sabido mostrar lo bonito de este proyecto, cuya semilla fue precisamente ella.
Démonos la oportunidad de ser felices más allá de nuestros hijos e hijas, de construir nuestra vida con ellas, pero con libertad. Porque eso les dará herramientas para que el día de mañana sean ellas también JEFAS DE SU VIDA.
(*Post inspirado en Charuca, después de escucharla en el podcast de KENSO).
Gracias Laura, nunca lo había pensado así y tienes razón. No tengo que justificarme, tengo que explicarles que estoy haciendo otra cosa por libre elección, ya sea trabajo, cena con el buen padre o encerrarme en la habitación yo sola. Es mi elección y no pasa nada. Desde hoy, cambio el chip. Gracias
Qué bonito Laura lo que quiere ser Julia de mayor y qué bien contado. Yo creo que cuando necesitan volar ellos y nosotras también. Desde luego hay una etapa que es cuando más nos necesitan y requiere sacrificio, ayuda, colaboración de todo un poco. Pero llega un momento en que la “soga” no aprieta tanto y se agradece. Un beso y gracias! 😉