La maternidad nos hace invisibles. Más de 67.252 mujeres se destaparon desde la noche del miércoles 12 de febrero para reclamar un cambio en el modelo de sociedad en el que vivimos. Un modelo que nos empuja a la renuncia, que nos invisibiliza cuando somos madres en vez de ponernos en valor, que nos arrincona y nos dice “lo siento, ahora eres madre”.
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Invisibles en el trabajo, en el hogar y en la sociedad
Las voces de las más de 60.000 mujeres dejaron claro que hay mucho camino por recorrer en la lucha por la conciliación y la igualdad. Las encuestas, que ya se han cerrado, no venían solas y con cada participación, una historia de invisibilidad, de renuncia, de sentirse solas ante una sociedad que no las respalda… que no respalda la natalidad y que por tanto da la espaldas a su futuro.
El objetivo de la encuesta #SoyInvisible fue analizar cómo se sienten las mujeres en el terreno laboral, en cuanto al apoyo familiar que recibe y en el entorno social relacionado con la crianza, poner de manifiesto qué apoyos tienen y qué reclaman.
La voz de las Malasmadres en redes sociales
Historias de mujeres madres y no madres que quisieron serlo y se sienten invisibilizadas
Las redes sociales respiraron ayer reivindicación contra una situación que sufrimos o hemos sufrido en algún momento las Malasmadres, mujeres que se convirtieron en madres y vieron cómo se convertían en invisibles y también muchas mujeres que por la precariedad laboral, porque retrasaron la maternidad, por cuestiones de salud o por otro tipo de circunstancias no se pudieron convertir en madres y se sintieron aun más invisibles.
El compromiso del Gobierno apoyando la campaña
En la tarde del 13F el Gobierno a través de su presidente, Pedro Sánchez, se comprometía mediante un tweet a seguir trabajando para que las condiciones laborales y sociales de las mujeres y madres cambie.
La vida imposible.
Ser madre en España es como jugarte la vida (laboral y por lo tanto la económica, la familiar y la personal, q todo va en cascada) a una ruleta rusa con una pistola que en lugar de balas dispara cartas de despido improcedente sin ni siquiera silenciador.
Y esto se debe a que no hay miedo ni vergüenza (y, por supuesto, tampoco derechos reales que valgan). Ni por parte de la mayoría de las empresas patrias, que expulsan del mercado laboral a toda aquella que ose a la preñez o q intente conciliar, ni por parte de los gobiernos.
Unos tras otros se ponen de perfil y miran hacia otro lado en cruel connivencia con las empresas.
A nadie le compensa abrir ese melón, total, al final todo acaba tendiendo milagrosamente al orden por obra y gracia de psicólogos, psiquiatras, nannies (para los más pudientes) y abuelos (para los más afortunados).Ahí le hemos dado. Unos por otros vamos parcheando agujeros por los que se escapa el aire a borbotones. Y la vida. Una vida que, si nos paramos a pensar y somos honestos, resulta absurda e imposible para nosotras.
Algún día miraremos atrás y nos parecerá una sociedad bárbara.
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