Hablaba hace un par de semanas de la necesidad que había sentido en mi evolución como madre, como Malamadre, de que la M de madre no aplastara a la M de mujer. Os contaba que quería que las buenahijas supieran cuanto las quiero y también qué es aquello que me gusta como mujer, mis aficiones y mi pasión por el trabajo que hago. Tras leer mi post una seguidora, que aún no es madre pero tiene vocación de Malamadre, quiso desde su perspectiva como experta en filosofía prepararnos este texto en el que nos habla de qué es la identidad personal y cómo es diferente para cada una.
El viernes pasado reclamaba Laura con su post: “Que la M de Madre no aplaste a la M de Mujer”. Nos contaba que su vida tomó otro rumbo cuando empezó a reconocerse a sí misma, descubriendo poco a poco la Laura auténtica. A raíz de su experiencia, como filósofa y mujer me pregunté: ¿dónde y cómo encaja la maternidad de una mujer en la identidad personal? Destacaría dos puntos acerca de esta última:
1. Por una parte, creo que la identidad personal es lo más profundo que existe en nuestro ser.
Es decir, todas las personas son únicas y diferentes. Ninguna se repite. “Laura Baena” no entra dentro de una categoría. Por eso, no podemos definir, encerrar en unas palabras, lo que somos. Porque nuestra identidad sobrepasa el ámbito de lo explicable con palabras. Lo que sí podemos y hacemos, es manifestar esa identidad en dimensiones y ámbitos comunes a todas las personas: el sexo, la edad, la cultura en que has nacido, la época, el trabajo… para nosotras, una de las dimensiones más fundamentales es el hecho de ser mujer. Dentro del ámbito de la feminidad, está la de ser esposa, madre, amiga, novia, hija, hermana, abuela, tía, madrina… Es decir, no confrontaría la M de Madre con M de Mujer, sino que introduciría la maternidad como parte integrante de la feminidad:
La cuestión está en descubrir cuánto y cómo vamos a ocupar cada espacio de ese quesito, que va cambiando a lo largo de la vida. Se me ocurre el caso de una mujer madura con una madre enferma quizá querrá ocupar su espacio de madre e hija (aquí se fusionarían) cuidando a su madre enferma. O la mujer que vive la maternidad de una manera diferente que teniendo hijos. O aquella que busca la forma de integrar el trabajo y la maternidad, según las posibilidades de conciliación. O la mujer que, al dar un espacio muy amplio a la maternidad, decide libremente no usar el espacio del trabajo. Y otros muchos ejemplos más…
En la línea del post de Laura, creo que es importante no olvidar que hay diferentes dimensiones dentro de la feminidad y, también, otras dimensiones y ámbitos junto al hecho de ser mujer. Se trata de ser consciente de ello y elegir libremente, buscando qué es lo que más feliz nos hace, según lo que somos y según la circunstancia concreta en la que nos encontramos – circunstancias muy complicadas frecuentemente, circunstancias también producidas por las leyes vigentes, que pueden cambiar gracias a iniciativas como #RompeElMuro . Cada una ha de buscar la mejor manera de vivir la propia feminidad, según su identidad personal, en la circunstancia concreta en que ella se encuentre.
2. El otro punto fundamental es que somos seres de relación.
Es decir, no podríamos vivir aislados. La identidad personal está íntimamente abierta al otro. Por eso, una se va descubriendo a sí misma, también, en su relación con los demás. El conocimiento de sí sería una pesadilla si, al entrar en el interior, nos cerráramos completamente y buscáramos quién somos sin tener presente a aquellos que nos aman y que amamos.
En conclusión, creo que lo fundamental para poder superar los conflictos que se puedan dar entre las diferentes dimensiones (esposa vs madre, o más en general, mujer vs trabajo) es la búsqueda y el descubrimiento de la propia identidad personal, teniendo en cuenta cuál es la circunstancia concreta ( evitando así la idealización, con los pies en la tierra) y sabiendo que lo más profundo de nuestro ser es relacional.
Y vosotras Malasmadres, ¿cómo vivís vuestra identidad personal? Os esperamos en los comentarios.
Me ha encantado el artículo de María tan clarificador. No sé exactamente por qué me ha traído a la memoria el libro de Carolina del Olmo «¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individualista» (Clave Intelectual, Madrid, 2013). Se trata de una filósofa madrileña que se lanza a pensar con valentía acerca de la maternidad a raíz del nacimiento de su primer hijo. El libro se ocupa esencialmente de la no fácil acogida de la maternidad en nuestra sociedad y de la falta de apoyo que casi siempre padecen las madres. Tiene páginas divertidas como las dedicadas a los libros de autoayuda y a los consejos de los “expertos” sobre la lactancia, el sueño de los bebés y tantos otros aspectos de la crianza en los que la sabiduría tradicional de las matronas se ve perturbada a menudo por supuestos “avances científicos”.
Me pareció un libro revolucionario porque defiende el cuidado como un elemento central de la experiencia humana. Carolina del Olmo denuncia una ideología “que se adapta como un guante a nuestra realidad económica y social y que esconde un profundo desprecio por la maternidad y los cuidados. La cultura hedonista de los solteros no solo defiende la libertad y la movilidad del comprador y ensalza las virtudes de la independencia y la realización personal, sino que además vincula ese desarrollo individual con el ocio y el consumo por un lado, y con la carrera profesional o el trabajo remunerado por el otro. En esta visión del mundo triunfante, la maternidad solo puede aparecer como esclavitud o como autorrealización narcisista o […] también como una extraña mezcla de las dos” (p. 95).
Con frecuencia compruebo algo de esto cuando hablo con los estudiantes que terminan la carrera y les pregunto por sus planes de futuro. La mayor parte de los varones incluyen en su horizonte vital el llegar a formar una familia y tener hijos, mientras que a menudo muchas mujeres me dicen —para mi sorpresa— que no saben si quieren casarse y, en el caso de que se casen, no saben si quieren o no tener hijos. Una variante es la de aquellas que dicen que les gustaría tener un hijo o una hija, pero lo que no quieren es cargar con un marido para toda la vida.
Me impresiona este menosprecio de la maternidad en la imaginación de tantas jóvenes. En particular, me duele cuando a veces compruebo que han aprendido esa actitud de sus madres: “No seas tonta, no tengas cinco hijos como yo —le decía delante de mí una madre a su hija menor—. ¡Vive tu vida, disfruta, viaja!”. Como me escribía Enrique García-Máiquez, esa actitud “es un ejemplo perfecto de lo poco que se piensa (y se siente) cuando se delega en el pensamiento dominante”. También me apenan aquellos que se casan y dicen que “al menos por ahora” no quieren tener hijos, pues prefieren viajar y divertirse —”vivir la vida”— mientras sea posible. La renuncia a la maternidad o su indefinido retraso, ¿no pueden ser muestras del síndrome de Peter Pan, que lleva a querer permanecer eternamente niños?
María muchas gracias! Me encantó tu post.
Gracias Magui, me alegro de te haya gustado!
Es francamente clarificador: la identidad es algo fundamental y complejo en la persona y lo explicas muy bien, con la ayuda de tus palabras y de los quesitos. Me aporta lo que comentas de que es “cambiante”. Cada una tiene que encontrar sus “proporciones” según su momento vital y no caer en tópicos.
¡Gracias!
Muchas gracias, Marta, por el comentario! Muy interesante lo que comentas de los tópicos. Aunque es verdad que, por el hecho de ser mujeres, todas compartimos una base común, no por ello hemos de caer en los tópicos. Por eso, creo que el descubrir la identidad personal ayuda a mirar a las demás por lo que son, sin etiquetar.
Buenos días,
me ha gustado mucho tu artículo y me considero completamente identificada con tus palabras, pienso que el ser mujer y nuestra identidad es el todo y después el resto son cosas que nos suceden en la vida según nuestra elección, nos van marcando y moldeando, como la maternidad, pero siempre sin olvidarnos de la base de que somos mujeres y con todos los derechos.
Besos!
Anabel
Gracias Anabel por tu comentario!