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Nosotras hacemos siempre más y los hombres nunca lo suficiente (o eso creemos)

Nosotras hacemos siempre más y los hombres nunca lo suficiente (o eso creemos)

La clave para formar equipo consiste en el diálogo y en la tolerancia. Aceptar que somos distintos y que, por tanto, hacemos las cosas de distinta manera. Es el primer paso para la corresponsabilidad. Delegar, negociar y pactar también son acciones que no deberíamos perder de vista. Hoy nuestra colaboradora y psicóloga Ana Kovacs nos habla de ello en esta semana amarilla, nuestra semana de la conciliación.

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*Podéis seguirla en facebooktwitter e instagram.

De puertas hacia afuera

  • Mamá, ¿por qué siempre dices “chicos”? En mi clase también hay chicas
  • Perdona, tienes razón, es que lo digo en general

Me resulta más rápido, más cómodo y me sale automáticamente. Tanto como a ella le sale naturalmente nombrar a todos, masculino y femenino. A veces las frases son interminables y se convierten en un enumerar: niños, niñas, tíos y tías, hermanos y hermanas, padres y madres,… Uso el “genérico” por costumbre y adoptar el hábito del lenguaje inclusivo a veces me resulta un poco artificial; aun sabiendo que es políticamente incorrecto.

Cuando mi hija habla las niñas, las tías, las hermanas, las madres y las abuelas están presentes también en el lenguaje y no escondidas bajo el “genérico”.

A pesar de las muchas medidas para eliminar la discriminación el cambio cultural es más lento y el principio de Igualdad, que es indiscutible, se ha convertido en otro mandato. En un discurso de cómo deben ser las cosas. Muy necesario para seguir reivindicando la igualdad de derechos, el acceso a las mismas oportunidades y una sociedad más justa.

Sin embargo esto puede llevarnos a confundir que lo que “debe ser” es distinto a la realidad que cada uno, en su esfera particular, “es”.

De puertas hacia adentro

Ha habido una evolución en la forma de entender y vivir el ser padres y madres. Los padres que veo a mi alrededor llevan, traen, juegan, recogen, bañan, compran, cocinan y cuidan. Se interesan por la educación, los valores, la salud y los problemas de sus hijos (e hijas).

Nos han enseñado que no debería haber diferencias entre sexos.

Pero tras la maternidad aparece una pregunta, una queja permanente:

1. ¿Por qué las mujeres hacemos siempre más y los hombres nunca suficiente?

La realidad nos muestra que la balanza nunca está equilibrada. Por poner un ejemplo: durante el embarazo y el parto el padre suele sentirse “desplazado” ya que el binomio madre-bebé es inseparable. La lactancia y la baja maternal hacen que inevitablemente el bebé pase más tiempo con la madre.

Las tareas del hogar se suman a este nuevo trabajo y, de alguna manera, las mujeres tomamos el relevo y la modalidad de abarcar la mayor parte del trabajo en casa. Incluso cuando los hombres que tenemos cercan participan igualmente en las tareas y el cuidado de los hijos. Pero quizás no de la misma manera que deseamos que ocurra.

2. Hemos confundido lo que debe ser y lo que es

Si bien hay muchos hombres que se encargan de los hijos y el cuidado de la casa, la mayor parte del trabajo doméstico recae en la mujer: no sólo la ejecución sino todo lo relativo a la planificación, coordinación y previsión. Esto supone una carga mental, y el consiguiente desgaste, que aumenta la percepción de desigualdad.

El otro día una compañera de viaje me preguntaba si no era agotador tener la mente ocupada todo el tiempo en logística doméstica y encima tener que coordinarlo con la pareja. Desde que se ha separado ella planifica, coordina y ejecuta sola. “Es un descanso, realmente”. Sí, sin duda creo que hacer las cosas cuando uno está solo, sin dar cuentas, facilita y evita la confrontación porque no hay otro interlocutor.

Qué paradoja, pienso, cuando al mismo tiempo tenemos la expectativa de que la Igualdad se nos presente en casa de manera espontánea.

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3. Somos diferentes y hacemos las cosas diferentes

Tendemos a sobrecargarnos, a controlar en exceso, a hiper-exigirnos, a señalar todo lo que falta o no se hace. Mantener esa posición sólo alimenta la idea de que el otro no puede, y lógicamente queda en desventaja. Cada vez que no dejamos espacio para que el otro actúe lo descalificamos, lo ahogamos y lo despojamos de su valía.

En un equipo cada uno tiene un cometido, que lleva a cabo a su manera. Podemos complementarnos, llegar a acuerdos, negociar, renegociar, ceder, dar lugar al otro y tolerar sobre todo la diferencia. Aceptar que hay otras maneras y que también son válidas. Remando hacia la misma dirección, con el mismo compromiso, con distintos modos. Con el objetivo de poder repartir el trabajo y la responsabilidad que implica el trabajo en la casa y el cuidado de los hijos.

4. ¿Acaso es necesario que seamos iguales para llegar a conseguir los mismos derechos?

Los derechos y los deberes deben ser iguales para todos, aunque seamos distintos. Nuestros acuerdos podrán ser más equilibrados y satisfactorios para ambos cuando los basemos en decisiones individuales, teniendo en cuenta nuestras propias necesidades. Cada pareja, cada familia, con nuestras circunstancias personales deberemos ajustar continuamente estos acuerdos, desde la diferencia y el respeto de que ambos tenemos deseos, necesidades y responsabilidades.

Dejando a un lado los mandatos externos y las calculadoras, que fácilmente desequilibran la balanza y nos alejan por la gran dificultad (o imposibilidad) de articularlo con la realidad.

El trabajo doméstico y el cuidado de los hijos han sido siempre infravalorados y sobre todo invisibles. Pero son una gran carga y de mucha responsabilidad.

Una responsabilidad que es cuestión de todos

Si podemos acercarnos desde el diálogo, haciendo un equipo en lugar de competir, estaremos ofreciendo a nuestros hijos modos diferentes de ver y hacer las cosas. Para que en un futuro puedan encontrar un escenario donde sean mujeres y hombres, madres y padres, con menos presión por tener que acaparar todas las esferas (la doméstica, la del éxito profesional…), donde pedir ayuda sea un valor y que puedan plantearse desde lo individual qué desean y de qué manera lo pueden llevar a cabo.

¿Y vosotras qué pensáis? ¿Qué aspecto añadirías? Esperamos vuestras opiniones en los comentarios.

Han comentado...

  1. Interesante post. Me gustaría sin embargo expresar mi opinión con respecto a las razones por las cuales la gran mayoría de las veces las mujeres terminamos asumiendo mucho más del trabajo doméstico (bastante más). Es verdad que por un lado somos exigentes y controladoras y es lógico, fuimos educadas para ello por siglos. El hombre por su parte es relajado y atenido. Y es esto último lo que no hay que perder de vista y es la falta de iniciativa, al menos en mi caso y los que conozco. Los hombres se atienen a que las mujeres siempre resuelven, son pasivos y muchas veces quedamos como fastidiosas pues tenemos que pedir las cosas. Esto no es justo con la mujer pues si bien se puede acusar de perfeccionista, el hombre también es demasiado pasivo y eso es muy cómodo de su parte. Más iniciativa que no basta con hacer las cosas cuando la “estresada” lo pide. Eso nos ayudaría mucho con la carga emocional y física. Saludos!

  2. Tienes razón en el tema de las tareas domésticas, ahora por lo menos se ha avanzado y algo ayudan, porque lo que ayuda mi padre en su época poco era. Además en estos tiempos que vivimos con altas cargas de estréss. Me ha gustado mucho el artículo. Besos

    1. Yo no creo que ayuden, como yo tampoco tengo conciencia de estar ayudando a nadie. Mi pareja come y mancha, como yo, por tanto entre todos nos encargamos. Él cocina (yo no sé) y yo me encargo de la colada (él lo odia). La compra con los niños el sábado. Él lleva a los niños al cole, yo les recojo. Eso sí, ¿quién redujo la jornada para estar con ellos por las tardes por tener menos sueldo? Os dejo que lo adivinéis 🙁
      Pero tenemos que tener claro que NO nos ayudan! Cocinan, lavan y compran porque eso es lo que hace un adulto para sobrevivir. Ni más ni menos!

      1. Completamente de acuerdo contigo Ana. ¿AYUDAR? Ni hablar! Compartir responsabilidades! No se ayuda a hacer algo que es tu responsabilidad. En casa los dos pringamos lo mismo. Y sí, si hay que bajar el listón de los calcetines perfectamente doblados o las cosas hechas de esta o aquella manera, pues se baja. Cualquier forma es válida siempre que las tareas se realicen. Y si no se realizan por cansancio, pues se tumba uno cuando lo necesite. O me tumbo yo o se tumba él o los dos si ya están los niños en la cama.
        Pero efectivamente, ni él me ayuda, ni yo le ayudo. Todos a una!

  3. Creo que igularnos los hombre con las mujeres será imposible.Nosotras abarcamos mucho más y ellos les cuesta es un gen que tienen que habría que estudiarlo.Genial Ana

  4. Creo que es importante reconocer que somos distintos, pero todos tenemos que ceder. Yo tengo suerte en casa: lo que no me gusta hacer, es lo que le gusta hacer a mi marido, por lo que por ejemplo yo plancho y él pone las lavadora, etc. O mientras yo doy el pecho al @buenhijo2, él prepara la cena. Nunca lo hemos hablado, pero la cooperación nos ha salido de dentro. Creo que solo se trata de querer, de quererse y de ser GENEROSO…y también de tener voluntad! Pero esto tiene que salir también de nosotras…hay veces que yo ordenaría las cosas de mejor manera…pero sé que si lo toco, mi marido dejará de ordenar…así que mejor lo dejo así jaajajaj…hay que ceder un poquito!! 😛

  5. Me ha encantado este post, de verdad!
    Porque parece que estamos luchando para ser iguales cuando no lo somos (no lo somos tampoco una mujer de otra, ni un hombre de otro, ni una mujer de un hombre). Sí merecedores de los mismos derechos, POR SUPUESTO, y esa debe ser la lucha.

    Y a la hora de la corresponsabilidad, el manido reparto 50/50 puede ser una trampa peligrosa… al final queda en la esfera de la familia esa negociación, cesión y adaptación a las características de cada uno (yo no cocino… se me da fatal, por qué tendría que cocinar la mitad de las veces? me encargo de otras cosas!).

    Gracias Ana por este post!

    Yolanda.-

    1. Efectivamente, el mensaje de la “paridad” y el 50% han sido formas de luchar por los mismos derechos pero creo que nos confunden y nos traen conflictos en lo personal porque al final siempre hay desequilibrios. La cuestión es cómo manejarlos para que todos vayamos hacia adelante y de la mejor manera que podamos. Gracias!

  6. Ana, me ha encantado el post. Fantástico.
    Me quedo con esta frase:
    “Si podemos acercarnos desde el diálogo, haciendo un equipo en lugar de competir, estaremos ofreciendo a nuestros hijos modos diferentes de ver y hacer las cosas”.

    1. Gracias Arancha!!! No sé si lo lograremos pero creo que es una oportunidad que tenemos que darle a nuestras hijas! Me alegro que te guste. Un besazo!

  7. Cada vez que leo cosas de este tipo me pregunto, ¿no le conocías? ¿con quién te has juntado? ¿realmente sabes convivir? Sinceramente, nosotros compartimos las tareas desde mucho antes de ser padres, él hace las cosas a su manera y yo a la mía, pero lo importante no es el cómo si no el resultado. Hay que dejarse de manías raras, y compartir pero de verdad.

    Todavía recuerdo cómo una amiga me contaba que prefería recoger ella la ropa porque él no doblaba los calcetines como a ella le gustaba, de esa forma ella se autocargaba de trabajo extra, no lo entiendo, tenían discusiones por unos calcetines, ¿de verdad te compensa? ¿están limpios y emparejados? pues ya está, no es tan grave. Imaginad cómo son ahora que tienen hijos, en mi casa sin embargo no es así, hay que hacer las cosas, unas veces él otras veces yo, ¿los niños están atendidos? ¿han comido, están limpios y vestidos? pues no necesitan mucho más, la diferencia es que ambos nos recordamos el uno al otro lo que queda por hacer para ir haciéndolo, y no miramos el cómo, sino que esté hecho, de verdad que es muchísimo más relajado ir a medias, pero a medias de verdad #somosequipo

    1. Gracias Itziar! Efectivamente creo que es algo que debe empezar antes de ser padres. Y no siempre hacemos la reflexión de a quién elegimos…

      1. Al habla la de los calcetines!!
        Que envidia me das Itziar, yo quiero ser como tú pero me está constando un triunfo… Mi carácter no me ayuda, pero si mi determinación. Y gracias a la llegada del buenhijo todo esto ha aflorado y el buenpadre y yo estamos en proceso de reconversión, con un avance del 10% y la relojito de arena gira que te gira. Pero no hay que desesperar, porque en ti vemos que si es posible dejar atrás todas esas manías raras y vivir más relajada y feliz, y sobre todo, siendo más equipo.
        Aquí os dejo una frase que me repito para darme ánimos: “lo más difícil es empezar, y eso ya lo hemos hecho”.
        Muchos besos a todas y todos

    2. Itziar, que razón tienes! Bastantes cosas importantes tenemos ya en el día a día para estar discutiendo por unos calcetines. Nosotros también nos organizamos bastante bien antes de que llegara nuestra pequeña, y ahora las cosas se hacen (él o yo) cuando hay tiempo… De haber sido de otra manera, no creo que se hubiera convertido en el padre de mis hij@s.
      Os aseguro que soy super-controladora pero se aprende a delegar, es cuestión de mentalizarse y no imitar a las pobres de nuestras madres, que por lo menos la mía andaba todo el día estresada (trabajaba fuera y dentro todavia más)
      saludos

  8. Después de varios años de compartir las tareas…. es cierto… somos diferentes. Las prioridades , la importancia que le damos a la misma cosa no tiene nada que ver. Pero lo importante es que si no estamos un día… las cosas se hacen… quizás no como nosotras “queremos” pero se hacen… y delegar, priorizar y dar la importancia que cada cosa tiene nos ayuda en la necesaria descarga mental que nosotras mismas nos autoimponemos como súperwoman….que no somos

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