Hoy es un día especial en el Club de Malasmadres porque celebramos el lanzamiento de Incondicional, el cuento de Alejandra Melús, experta en inteligencia emocional y colaboradora habitual del Club. Con su sensibilidad única, Alejandra nos invita a explorar el amor incondicional hacia nuestros hijos e hijas, reflexionar sobre nuestra forma de educar y reconectar con lo esencial: los pequeños momentos que marcan la diferencia en la crianza.
En esta entrevista , Alejandra nos habla sobre la inspiración detrás de Incondicional, nos da consejos para educar desde la calma y comparte aprendizajes clave que podemos aplicar en nuestro día a día. Si alguna vez te has preguntado cómo conectar más profundamente con tus hijos o cómo enseñarles a disfrutar de la soledad, esta conversación te dará las claves.
Hoy, Incondicional llega a todas las familias que buscan una crianza más consciente y emocionalmente rica. ¡No te lo pierdas!
Alejandra, tu cuento Incondicional está lleno de momentos familiares que reflejan emociones muy reales. ¿Qué te inspiró a escribir esta historia y cuál es el mensaje principal que quieres transmitir a las familias?
La inspiración fue surgiendo poco a poco. Esta historia llevaba en mi cabeza muchos meses y la puse sobre papel hace ya año y medio.
Llevo escribiendo sobre infancia, para las familias, los educadores y quienes la acompañan, más de 12 años y pensé que era el momento de escribir también para los niños y las niñas, a quienes acompaño y por quienes elegí y adoro mi profesión.
Incondicional es una creación de mucho tiempo, en la que he puesto todo mi ser y, por lo tanto, mucho de mí, de mis vivencias y, todo lo que soy, está en este cuento.
Hablas mucho del concepto de amor incondicional, tanto en el cuento como en tu trabajo. ¿Cómo pueden las madres y padres aplicarlo en el día a día con sus hijos e hijas, incluso en momentos difíciles?
Nos cuesta saber qué es el amor incondicional, porque quizás no lo hayamos sentido en nuestras propias carnes o no hayamos sido educados en esto. Entendedme. No quiero decir que a nosotros no nos hayan querido incondicionalmente, sino que la educación de antes era diferente. Todo evoluciona y es ahora cuando se está empezando a hablar de emociones, de dar espacio y valor a la infancia y validar lo que sienten los niños y las niñas.
Nuestra generación es totalmente diferente a la generación que nos educó a nosotros, por lo que muchas veces el concepto Incondicional no era lo que más se llevaba.
Seguro que si tenéis más de 30-40 años os habréis criado con el “Si te portas así no te hago caso”, “No llores que te pones feo”, “Tienes que hacerlo porque lo digo yo” y esto directa o indirectamente implicaba chantaje, inseguridad… y no precisamente sensación de incondicionalidad.
Pero, insisto en que no se trata de buscar culpables ni señalar a nadie, porque igual que nosotros, nuestros padres y nuestras madres trataron de hacerlo lo mejor que supieron y pudieron en su momento.
Amar incondicionalmente es saber que nuestros hijos e hijas no nos pertenecen, que no vienen al mundo a cumplir nuestras expectativas ni a darnos lo que nosotros queremos o esperamos, sino que debemos acompañarles con generosidad, entendiendo su personalidad, su carga genética, su manera de ser que les hace diferentes y únicos. Nuestra misión es amarlos tal y como son.
El cuento aborda el concepto de resolver conflictos en familia desde la calma. ¿Qué pasos pueden dar las familias para fomentar este tipo de comunicación tranquila y respetuosa?
Como decía anteriormente el amor incondicional es amar a nuestros hijos e hijas (pareja, amigos…) tal y como son, pero esto no implica no educar, no poner límites ni normas, sino comprender cómo son y respetar sus gustos, acompañar sus sueños, siempre desde unas normas sociales, que ofrecen seguridad y estabilidad tanto al niño como a los adultos.
Para establecer un clima familiar de comunicación y respeto, los primeros en dar ejemplo debemos ser los adultos, mostrándonos respeto entre nosotros, resolviendo los conflictos de manera respetuosa, aprendiendo a poner límites desde la tranquilidad, escuchando al otro, ofreciendo vocabulario a nivel emocional, dialogando mucho en familia, buscando espacios de conexión y siendo generosos y empáticos con los demás.
En tu experiencia, ¿cuáles son los errores más comunes que cometemos las madres y padres al intentar educar desde el amor incondicional?
Lo primero que me gustaría dejar claro es que las familias no comentemos errores de manera consciente, sino que estamos en el camino de aprender y el aprendizaje implica fallos y pruebas para llegar al éxito.
Somos una generación bisagra, es decir, estamos en el cambio generacional entre hacer las cosas como las hacían nuestras madres y padres, a hacerlas de un modo muy diferente y novedoso.
Esto implica tiempo, afianzar nuevos aprendizajes y practicar mucho para poder sembrar el cambio de un modelo educativo y de crianza muy distinto al que hemos mamado.
Debemos dejar de vivir en modo automático para poder empezar a poner en práctica un método con el que nos sintamos a gusto educando y acompañando la infancia de nuestros hijos.
Sólo debemos preguntarnos: ¿me siento a gusto educando desde el chantaje?, ¿me siento bien educando con condiciones?, ¿cómo me siento cuando le digo que si no hace algo no voy a estar como él o ella quiere?.
En ningún caso mi pretensión es cargarnos de culpa ya que no hay duda de que todos y todas queremos a nuestros hijos incondicionalmente. Mi mensaje va más allá, y pretende hacer reflexionar sobre lo que nos cuesta muchas veces salir del modo automático y actuar de una manera diferente a la que llevamos años realizando, ya que a veces pensamos de un modo y actuamos de otro por inercia y es ahí donde debemos tomar mayor consciencia.
En Incondicional, destacas la importancia de la soledad como un aprendizaje para los más pequeños/as. ¿Cómo pueden las familias enseñar a los niños a disfrutar de ese tiempo consigo mismos sin que lo perciban como algo negativo?
Sí, me parece esencial que desde pequeños aprendamos a vivir la soledad como un privilegio, donde saber disfrutar de nosotros mismos sea un regalo.
No hablamos de los primeros años de vida, sino a partir de los 4-5 años, cuando un niño ya puede jugar 10 minutos solo o puede puede elegir una actividad que le entretenga que quizás al resto de su grupo no, y pueda ser satisfactorio para él mismo estar ese rato disfrutando de lo que hace, sin necesidad de estar en grupo.
Más adelante serán ratos de lectura, de ducha, de más juego o de descanso, los que pueda disfrutar en soledad.
Una soledad elegida, que no impuesta, que le haga conectar consigo mismo, escuchándose, disfrutando de sus gustos, de su imaginación, su tiempo y de sí mismo.
Para esto, previamente debe haber mucho tiempo de juego compartido, de vínculo afectivo seguro, donde haya asentado raíces, autoestima y seguridad para ser capaz de poder volar esos ratitos de manera independiente.
Hablas de enseñar a los niños y niñas que es un privilegio disfrutar de la soledad elegida. ¿Cómo crees que este aprendizaje impacta en su desarrollo a largo plazo?
Como comentaba, aprender a disfrutar de la soledad nos hace más autónomos, más independientes, seguros de nosotros mismos, y esto genera mayor autoestima, confianza en uno mismo…
No tener miedo a estar solos, nos hace saber elegir con quién estar en cada momento, poniéndonos en valor siempre, demostrándonos lo importantes que somos nosotros para nuestra vida.
Aprender a escucharse desde pequeños, disfrutar del silencio, no tener miedo a la soledad, buscar tiempos de confidencialidad con nosotros mismos, tiene un valor incalculable para la vida.
La relación entre hermanos/as es clave en tu cuento. ¿Cómo podemos trabajar para que esa relación sea sana y se fortalezca a pesar de los conflictos normales de la infancia?
Es fundamental entender, sobre todo, que los hermanos y las hermanas pelean y es parte de su un desarrollo sano entre ellos.
Idealizar las relaciones sólo nos lleva a querer cumplir con expectativas inalcanzables, por lo que debemos hablar de las relaciones entre hermanos tal y como son.
Si buscamos establecer relaciones sanas entre ellos, es importante no posicionarnos en sus conflictos, no tomar partido por ninguno y entender que no somos jueces de su relación.
Los adultos estamos para proteger ante situaciones límite y acompañar su relación, pero no podemos evitar los conflictos entre ellos, que además les harán adquirir estrategias de resolución de los mismos y valores como la empatía, la asertividad, el respeto o la generosidad.
El cuento está lleno de gestos y pequeños rituales familiares. ¿Qué importancia tienen esos momentos para reforzar el vínculo afectivo con nuestros hijos e hijas?
Me alegra que me hagas esta pregunta.
Los rituales de conexión en familia son aquellos momentos que generan conexión y refuerzan el vínculo afectivo familiar, por lo que ante esta emoción tan bonita que sienten al realizarlos, perciben que están muy conectados entre sí y esto les lleva a generar ese amor incondicional inquebrantable tan necesario para cuando luego aparecen situaciones menos agradables de sentir como una discusión o un enfrentamiento.
Es necesario generar estos códigos en familia que nos hacen sentir tan pertenecientes a nuestra tribu y que nos aportan tanta seguridad, bienestar y confort.
Desde tu perspectiva como experta en inteligencia emocional, ¿cuáles son las habilidades emocionales más importantes que podemos enseñar a los niños desde pequeños?
Creo que lo fundamental es empezar a ser conscientes de que las emociones existen desde la más tierna infancia.
Muchos de nosotros y nosotras no hemos hablado de emociones nunca o estamos empezando a hacerlo ahora, y si lo hacíamos eran emociones muy básicas como el enfado, la tristeza o la alegría.
Es fundamental que empecemos a poner todos en práctica habilidades tan básicas como adquirir vocabulario emocional, integrando más emociones en nuestro día a día y poniendo palabra a nuestras vivencias rutinarias, expresando cómo nos sentimos, por ejemplo.
También es fundamental comprender que no existen emociones buenas ni malas sino que todas tienen una misión dentro de nuestras vidas, y que son el motor de algo necesario, por ello debemos acompañarlas, validarlas, aceptarlas y sentirlas.
Y por último, debemos dar ejemplo, de nada sirve decirles todo esto a nuestros hijos e hijas si luego no nos ven hacerlo a nosotros.
Ellos aprenden a través de lo que ven, y esto se aplica a todo.
En Incondicional, abordas el momento previo a dormir como una oportunidad de conexión. ¿Qué consejos puedes dar para aprovechar al máximo ese tiempo tan valioso para el desarrollo emocional de los niños/as?
Ya sé que ese momento puede ser agotador para muchas madres y padres, ya que todos estamos cansados a esas horas y muchas veces deseamos que se acuesten lo más rápido posible para seguir con las últimas obligaciones del día y por fin descansar.
Pero es fundamental conocer que este tiempo antes de dormir es clave, ya que hacen recapitulación del día, y es cuando muchos de ellos cuentan de manera espontánea lo que han vivido, lo que les preocupa, expresan sus emociones… y es aquí donde este momento nos ofrece una gran ventana de conexión con nuestra hija o hijo.
El simple hecho de tumbarnos junto a ellos en su cama, o ponernos a sus pies con un cuento o música tranquila, favorece este espacio de conexión que tanto nos aporta, no sólo al niño sino también a nosotros.
Sabemos que la crianza puede ser agotadora. ¿Cómo pueden las madres y padres encontrar ese equilibrio entre cuidarse a sí mismos y estar disponibles emocionalmente para sus hijos e hijas?
En Incondicional he querido transmitir esto mismo. El papá explica cómo se siente bien cuidando sus tiempos en soledad tomando un café o yendo al mercado, y la madre lo habla con Mía y le explica que esos tiempos son fundamentales para él. De igual modo hubiera sucedido si los personajes fueran intercambiados. Esto no es cuestión de hombres o mujeres, sino de cuidarse y aprender a buscar tiempos para uno mismo sin culpas.
Hacer comprender a los niños y a las niñas que papá y mamá necesitan estar solos y cuidarse, es imprescindible en la crianza y la educación de hoy en día.
En la sociedad en la que vivimos vamos a mil y sin tiempo para nada y tendemos a dejarnos las últimas o los últimos en muchos casos, priorizando a nuestros hijos, al trabajo, las obligaciones, etc.
Si nuestros hijos e hijas comprenden que lo primero que deben cuidar en sus vidas es a sí mismos, no tendrán que desaprenderlo de mayores y aprenderlo adecuadamente como nos ha sucedido a nuestra generación.
Y es que si queremos poder acompañar las emociones de nuestros hijos, necesitamos acompañar primero las nuestras, escucharlas, abrazarlas y validarlas, porque el proceso debe empezar por nosotras mismas.
Además del lanzamiento de Incondicional, llevas más de 15 años acompañando a familias. ¿Qué es lo que más te motiva de este trabajo y qué aprendizajes te han dejado los niños y niñas con los que has trabajado?
Mi trabajo es mi pasión.
Recuerdo que cuando era pequeña siempre estaba jugando con muñecos y peluches. Ser mamá era mi sueño.
Siempre me sentí un poco la oveja negra, la niña rara, y esto me marcó mucho a nivel emocional y creo -estoy segura- que fue clave a la hora de escoger mi profesión.
Cuando llegué a Bachillerato escogí letras porque escribir me encantaba y los números no se me daban muy bien, la verdad.
Pero cuando llegó la hora de elegir carrera, de repente apareció en mi cabeza una opción que nunca antes había barajado: Magisterio de educación especial.
Y allá que fui.
Fue una carrera que me abrió mucho la mirada hacia la infancia y me conectó con mi verdadera vocación.
De ahí seguí especializándome en diferentes campos como la Atención Temprana y la Intervención Psicomotriz, la Integración Sensorial, o la Inteligencia Emocional, entre muchas otras formaciones que he cursado.
La infancia es mi pasión.
A veces incluso siento que soy demasiado reivindicativa y activista (jajaja), ya que no pierdo oportunidad ni momento para hablar de infancia, de los derechos de ésta, de los cambios sociales que necesitamos y de la importancia de poner en valor a la misma.
Para las familias que lean Incondicional, ¿qué te gustaría que se llevaran de esta lectura en términos de aprendizaje emocional o reflexiones sobre su dinámica familiar?
Me encantaría que Incondicional supusiera un tiempo de conexión en familia, que favoreciese el diálogo, fomentara los rituales de conexión y confianza entre todos, imitando, por ejemplo, los besos que se dan Mía y mamá antes de ir a la cama.
Esos besos nos damos mis hijos y yo antes de ir a la cama, no todos los días, no idealicemos, pero sí muchas veces. Me imagino a otras familias haciéndolos y añadiendo los suyos, y me produce mucha felicidad.
Incondicional tan sólo sale al mundo con la pretensión de que aquel que lo lea reflexione sobre la importancia de amar incondicionalmente a nuestros niños y niñas. Que para ellos sus adultos de referencia lo somos todo, y no hay mayor regalo para nuestros hijos que decirles que les queremos tal y como son, sin que tenga que cumplir nada, sin tiempo, sin condiciones.
Para terminar, ¿qué le dirías a las familias que sienten que no están siendo “suficientes”? ¿Cómo pueden empezar a conectar con sus hijos e hijas desde el amor incondicional?
Me encantaría que todas las familias supieran que sí son suficientes.
Si hay algo que me encanta decirle a las familias que acompaño en sesión o en las conferencias que doy, es que nuestros hijos están aprendiendo a ser niños pero nosotros también estamos aprendiendo a ser madres y padres, educadores. Todos estamos en un proceso de aprendizaje y necesitamos de práctica, fallos, esfuerzo y perseverancia para transitar el camino al éxito.
Y no olvidemos que el éxito es algo subjetivo, que quizás lo que para mí sea éxito, para otros no sea suficiente y viceversa.