En este artículo Maribel Gaméz, psicóloga y colaboradora del Club de Malasmadres, nos habla de cómo procurar el máximo bienestar psicológico a nuestros hijos e hijas en un proceso de separación. Anteriormente Maribel preparó el artículo ‘Cómo comunicar la separación a los hijos e hijas’.
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Ya os habéis separado. La primera noche que cada uno duerme en una cama diferente después de varios años haciéndolo juntos es una rareza y, muchas veces, un alivio. Una vez que se hace efectiva la separación y cada miembro de la pareja vive ya por separado, comienza el proceso de adaptación a la nueva vida para los adultos y los niños y niñas que integraban la familia. Una parte del cambio termina, pero otra empieza. Ahora toca ponerse de acuerdo con el otro, con el mismo con el que no ha sido posible continuar como pareja, por el bien de los niños y niñas. Si hay buena disposición el proceso se transita de manera más amable. La pareja rota se comunica, habla, se llegan a puntos en común, se intenta que todo funcione. Pero no es lo habitual. Lo habitual es que el conflicto permanezca, aunque adoptando otras formas.
Y es que este momento puede complicarse más de lo que debería cuando uno de los dos progenitores tiene ciertos comportamientos que se esperaría que no ocurriesen. Por lo menos si estuvieran bien aconsejados. Hablar mal de la expareja delante del niño o negarse a pactar el cómo gestionar algunos aspectos básicos de la vida del pequeño, son dos de los ejemplos más comunes que les afectan directamente a ellos.
¿Qué se puede hacer en esas situaciones para procurarles bienestar psicológico?
Afortunadamente existen maneras de ayudar a los pequeños a entender las situaciones, a que se formen una opinión de ellas y a sacarles del laberinto emocional que esto les puede provocar. Siempre que el otro progenitor le brinde ayuda desde la protección, la guía y el cariño. Dejando de lado el aspecto legal, el post se centra en cómo ayudar a los pequeños que viven situaciones en las que uno de los miembros de la pareja no es capaz de actuar priorizando el bienestar emocional de niño tras la separación. Veamos las situaciones más comunes que me llegan a consulta.
1. Un progenitor habla mal del otro cuando le toca estar con el niño
¿Por qué es dañina esta situación para los niños? Cuanta menos edad tiene un niño, más vulnerable es. Esto es así porque carece de recursos propios para entender el mundo y enfrentarse a él. Un niño o niña pequeña no tiene la capacidad de entender problemas adultos complejos, ni de autocuidarse emocionalmente, ni de calmarse cuando está nervioso, como sí podemos hacer los adultos. Los niños y niñas necesitan que las personas que les cuidan estén disponibles para ellos, como refugio físico y emocional, como acompañamiento vital, como vínculo de total confianza. Si una de esas personas, el padre o la madre, socaba a través de desprecios, insultos o comentarios negativos habituales al otro en presencia del hijo o hija, a este le dolerá. Y es que una persona a la que él necesita y admira está destruyendo la imagen de otra que también necesita y admira. Porque depende de las dos para construirse a si mismo.
Que hablen mal de su padre o de su madre le dolería en cualquier caso, pero aún más si lo hace uno de ellos porque su opinión es vital para el pequeño. Aprende el mundo a través de sus ojos. Esta imagen negativa que se proyecta en presencia del niño o niña puede hacer que el pequeño interprete que para ganar el cariño del que insulta o menosprecia debe también menospreciar o insultar a la otra figura, aunque en realidad no lo sienta así. Y eso puede producirle un enorme sufrimiento. Los niños buscan puntos de conexión, comunicación y entendimiento con sus padres. Si no puede hablar o mencionar lo que hace en la otra casa porque es un punto de conflicto, tendrá miedo al rechazo que puede provocar no pensar igual y a ser criticado por uno de los padres. La confianza y la comunicación con una de sus figuras más significativas se daña y eso le debilita.
- ¿Cómo podemos ayudar a un niño que vive esa situación?
- Por muchas ganas que se puedan tener, al enterarse que la ex-pareja se comporta así delante del niño, insultando o menospreciando, actuar igual no es una opción. Podemos criticar cuando estemos entre amigos, que es algo totalmente legítimo y muy liberador. Si el que insulta mina su propia figura ante el niño o niña volviéndose alguien conflictivo y poco confiable, no podemos consentir que el que recibe los insultos se comporte igual y su imagen también se deteriore para el pequeño. Por lo menos una de las figuras debe comportarse en el marco de lo que el niño/a necesita. Y el niño/a necesita que no se dañe a más personas significativas de su entorno, porque eso le deja indefenso/a y solo/a.
- No producir más daño es lo primero a tener en cuenta. Lo segundo es ayudarle a gestionar el malestar que aquello le pueda estar provocando. Hacerle sentir que hay un lugar seguro al que puede acudir y en el que le van a ayudar a entender qué es lo que le está ocurriendo. ¿Cómo puede hacerse? La comunicación es la clave. Pero una comunicación que tenga como objetivo descubrir qué siente y piensa el pequeño para, desde ahí, ayudarle a formar una opinión propia. Los adultos podemos tener la nuestra sobre lo que hace el otro, pero esa no sirve. La del pequeño está en construcción y las piezas de esa construcción se elaboran con buenas preguntas que le ayuden a pensar.
- Las peguntas le ayudaran a utilizar la razón, la lógica, según la edad, para que salga con ayuda de una situación dolorosa o confusa. Preguntas como: ¿sabes lo que significa lo que papá/mamá ha dicho de mí? ¿Qué opinas de eso? ¿Crees que es verdad o no? ¿Por qué crees que lo diría? ¿Cómo crees que se sentía cuando lo dijo? o ¿Cómo te ha hecho sentir? Estas preguntas u otras similares le ayudaran a pensar sobre la situación, comprenderla y armar el puzzle. Además ayudan a evitar que se generen bandos, por lo menos con uno de los dos. Lo más seguro es que se sienta más cómodo pidiendo consejo y ayuda con quién le ayude a pensar y entender la situación y no con aquel con el que se siente dañado porque intenta destruir la imagen del otro constantemente.
2. Hace promesas al niño o niña que no
Le ha prometido que iría a buscarle al terminar el colegio y no lo hace. El pequeño espera con ganas una llamada del padre que está de viaje, pero esa llamada no se produce. Es una situación especialmente delicada por la decepción y la tristeza que implica para un niño esperar algo con ilusión que no llega. En estas situaciones ayudarle a través de preguntas a entender cómo se siente cuando alguien tan importante para él le promete algo que no cumple, sigue siendo de vital importancia. La idea es ayudarle a identificar y a estar en contacto con lo que siente. Evitando poner de nuestra cosecha una interpretación adulta. Si el otro adulto le falla constantemente y eso le provoca dolor, se irá gestando, como es normal, una idea negativa, por lo menos en parte, de esa persona y un entendimiento de cómo debe cambiar la relación para evitar que le duela. Pero cambiar la opinión que tenemos sobre los padres cuando nos hacen daño es un proceso largo que tiene que ir cristalizando gracias a la comprensión de lo que ocurre, no de lo que el otro dice. En general, es importante pasar la responsabilidad a quién la tiene, ofreciendo al pequeño la posibilidad de preguntar a quien le falla el motivo por el que lo hace y a expresar sus emociones. El niño tiene derecho a una respuesta. E incluso el silencio, si las preguntas que hace no son contestadas, ya es una respuesta que hay que ayudarle a entender. En general, no es buena idea inventarse excusas que disculpen al padre que no cumple lo que promete. Justificamos así sus acciones y no le planteamos al niño la pregunta más importante ¿qué piensas y sientes sobre lo que ha ocurrido?
3. Introducir a terceras personas
La separación conlleva inevitablemente un período de adaptación para todos los miembros de la familia. Y en ese período hay que aceptar cambios, lidiar con las emociones y enfrentarse a la incertidumbre. Introducir más cambios en ese período no es aconsejable porque aumenta el estrés por la cantidad de retos que hay que enfrentar. Mejor de uno en uno los retos. Por ese motivo, no se aconseja que al poco tiempo de la separación se presente a los hijos o hijas una relación sentimental nueva. Eso no significa que no se puedan tener relaciones con otras personas, pero hay que tener cuidado con cuándo y cómo se presentan a los niños y niñas. Si esto no se cuida y, de manera unilateral, uno de los dos incluye a terceras personas que comienzan a estar presentes en la vida del pequeño, este puede acusarlo.
Hay que generar un espacio cálido, sin juicios donde el pequeño pueda contar como está viviendo esa situación. Es cierto que dependiendo de cómo haya sido la separación y contando con la personalidad individual del niño, esto no tiene necesariamente que ser un problema. Pero si lo es y no tenemos ayuda del otro progenitor para coordinar esa presentación, hay que dotarle de herramientas para que pueda expresar e intentar modificar la relación que tiene con esa parte. Es importante que hable con el otro padre y le exprese lo que le ocurre. Por ejemplo, que echa de menos estar con él sin que esa persona nueva esté en su vida. Es importante que le llegue lo que su hijo o hija necesita de la relación.
4. No quiere pactar normas de unificación en ambas casas y boicotea las normas del otro
Esta situación es muy común en parejas separadas donde el conflicto ha estado siempre presente y la separación se ha caracterizado por la falta de acuerdos. Para que los pequeños aprendan con la mayor facilidad posible ciertos aprendizajes útiles para la vida como las rutinas de sueño, las responsabilidades escolares o las normas básicas de convivencia, lo mejor es ofrecerles entornos unificados. Las mismas reglas en las dos casas. Si eso es imposible porque el diálogo con el otro está roto, se impone entonces que vivan en dos ambientes con normas diferentes. Y los aprendizajes son más lentos o más difíciles de conseguir.
Las normas tienen un sentido, que es ayudarles a crecer con hábitos que favorezcan su autonomía, el aprendizaje del autocuidado y la adaptación social. Con estas premisas hay que confeccionarlas. Si las ideas de educar son muy dispares y uno de los entornos olvida estos valores, es fácil que las normas mal puestas o la falta de ellas perjudiquen al pequeño en su día a día. No ponerle hora de irse a la cama puede provocar que por el día esté agotado.
O permitir que gestione su enfado a través de gritos e insultos, que tenga un humor caracterizado por el enfado y la tristeza constantes. Hay que mantenerse firme y luchar por lo que se considera una buena educación aunque solo se dé en uno de los entornos del niño. A pesar de que haya que luchar porque se adapte a las normas todas las semanas, cuando vuelva de su tiempo con el otro. Poco a poco, hay que trasladar al niño su utilidad, aunque al principio no lo vea así, ya que muchas veces la falta de normas o las normas inconsistentes en el otro hogar pueden ser más atractivas para ellos que las que tienen sentido para los adultos.
En conclusión…
Cuando estas situaciones y otras similares ocurren, para evitarles sufrimiento y procurarles una vida buena y feliz, hay que dotar al niño de recursos para entender la realidad que vive. Hacerle fuerte desde un espacio seguro para que pueda pensar, razonar y analizar lo que le rodea, ayudándole a entender sus emociones y a pedir lo que necesita. Fomentándoles que adquieran una opinión propia. No podemos irnos con ellos cuando se van a la otra casa y protegerles de todo lo que ocurra, pero sí procurar dotarles de armas para manejarse en la conflictividad y defenderse si lo necesitan. Porque no será la única vez que se encuentren con dificultades.
Muchas gracias Maribel, es un artículo muy completo y práctico, dentro de que nos encontremos en una vorágine de emociones cuando nos separamos, nunca podemos olvidar a los más vulnerables, nuestros hijos e hijas.
Muchas gracias por poner ejemplos prácticos y reales. Las ideas de preguntas concretas que hacer a los niños para ayudarles a lidiar con las emociones me ayudan mucho a centrarme en lo importante de manera eficiente. Para nosotros, aun siendo adultos, no es fácil ayudar porque también estamos muy metidos en estas mismas emociones.
Muchas gracias por este artículo Maribel, desgraciadamente las separaciones están a la orden del día y las pautas que comentas pueden prevenir un daño emocional en los niños, del que los padres no son conscientes cuando están luchando por sobrellevar su propio dolor. Preguntar como se sienten o lo que piensan acerca de lo que viven, es algo que suele olvidarse o incluso que se evita activamente en ocasiones por miedo a su respuesta. Me ha gustado mucho y sobre todo, como siempre muy útil de cara a adquirir seguridad y destrezas en estas situaciones que nos plantea la vida.
Muy buen artículo. Claro y bien explicado. Y muy realista, que es lo que considero más importante. Las separaciones son muy malas y todo lo que puede hacerse mal, se hace. Que alguien te pueda ayudar y enseñar a proteger a tus hijos es esencial.
Estamos tan obcecados con nuestros sentimientos y nuestro despecho que nos olvidamos de aquellas personas que son mas vulnerables como lo son nuestros hijos. A veces me cuesta dialogar con mi hijo porque me quedo en blanco y no sé qué decirle, las preguntas que se ofrecen son herramientas de gran ayuda, las pondré en práctica. Quedo muy agradecida con la publicación.