Aprender a disfrutar de la soledad es un verdadero regalo de vida. No me equivocaría si afirmo que seguramente la mayoría de las familias que puedan leer este artículo, tanto madres como padres, disfrutan de estar solas a lo largo de su día a día en algún momento de éste.

La soledad escogida es un verdadero regalo para uno mismo, ya que en la edad adulta, cuando somos madres y cuidamos continuamente a nuestros hijos e hijas, trabajamos dentro y/o fuera de casa, tenemos la agenda llena de planes y obligaciones, cualquier tiempo en el que podemos disfrutar de nosotras mismas se plantea como un lujo, ya sea para ir a la compra, para ir al médico o para salir un rato con amigos.
Y esto quizás hemos tenido que aprenderlo de adultos y es ahora cuando necesitamos reclamar nuestros espacios y tiempos para cuidar no sólo de nuestra salud física sino también de nuestra salud mental.
Porque no podemos negar que estos tiempos para uno mismo nos proporcionan grandes beneficios, como aprender a ponernos en valor y priorizarnos, escuchar nuestras necesidades, tener tiempos para cultivar nuestros hobbies y aficiones, cuidarnos por fuera y por dentro, aprender a parar y tener tiempo para aburrirnos o no hacer nada y, sobre todo, entender que no hacer nada también es hacer algo, y que estar solo no es negativo sino un aprendizaje de vida.
Y es que de esto trata este artículo, de abrirnos la mirada a la importancia que tiene la soledad en la vida adulta y lo poco que se trabaja en la infancia, siendo igual de necesaria.
Para poder comprender este concepto de soledad es necesario explicar que no nos referimos a la soledad impuesta, sino a la soledad escogida, esa que se disfruta, se elige y se necesita; la que uno mismo busca y siente que le apetece. En la que uno piensa como una recarga de las baterías internas y sociales, porque a veces es cierto que nos cuesta incluso socializar y nos apetece estar con nosotros mismos sin pensar en nada más allá.
Y esta percepción de la soledad escogida que quizás hemos aprendido ya de adultos (y a disfrutar siendo ya mayores de edad), es necesaria que la transmitamos a nuestros hijos e hijas desde la primera infancia, haciéndoles entender este concepto como un valor más que integrar y cuidar dentro de su día a día.
Quizás nosotros fuimos una generación educada en entender la soledad como algo negativo, como un castigo o como un aislamiento forzoso, ya que se tendía a emplear para hacer sentir mal al niño, pidiéndole que se sentara solo en la silla de pensar, o invitándole a irse a su habitación si no se comportaba como el adulto deseaba.
Es por esto que estar solo no era bien visto y uno mismo no quería nunca estarlo, por lo que en ocasiones esa evitación de la soledad implicaba acabar rodeado de gente que uno no escogía con tal de no estar solo.

Es por esto que es necesario que enseñemos a nuestras hijas e hijos que estar solos puede ser un verdadero regalo, por varios motivos:
- Cuando estamos solos aprendemos a escucharnos, a no dejarnos llevar por el ruido exterior, las opiniones de los demás y sus necesidades. Esto es fundamental para crear nuestra propia opinión y aprender a poner en valor las ideas propias, sin dejarse influenciar y aprendiendo a ponerse en valor.
- Disfrutar de uno mismo implica desarrollar la imaginación, la creatividad y ese plano más fantasioso e inventivo de cada uno, siendo más libres e independientes.
- Cultivar la autoestima es necesario para aprender a elegir con quién queremos estar y con quién disfrutamos estando, teniendo claros nuestros valores y pudiendo escoger, sin conformarnos o sin tener que estar con alguien que no nos valora, aprecia o escoge.
- No tener miedo a estar solo, implica quererse a uno mismo, entendiendo que podemos disfrutar realizando actividades a solas, como leer, hacer deporte, pasear, jugar o crear.
- La soledad favorece el aburrimiento, herramienta clave en nuestra sociedad actual, viéndonos sumergidos en la era de la inmediatez, donde todo se quiere para hoy mismo y la paciencia se ha visto olvidada. Es necesario aprender a disfrutar de los silencios, de la falta de actividades, ya que el aburrimiento favorece el desarrollo del cerebro, su creatividad, el razonamiento, el juego simbólico y la inventiva. Gracias a estos tiempos con uno mismo y sin actividad guiada aprendemos a descubrirnos, a escuchar lo que nos gusta y a cultivar nuestro verdadero yo.
De igual modo, es necesario comprender que la soledad en la infancia debe ser acompañada, es decir, un niño necesita saber que sus figuras de referencia están disponibles y presentes siempre que lo necesite, para así poder escoger cuándo quiere estar solo sin miedo a la soledad.
Debe ser él mismo quien escoja esos momentos sin obligarle ni forzarle a ello, ya que esto generará la respuesta totalmente contraria a la esperada.
Para ello es fundamental no usar nunca la soledad como un castigo y no generar miedos a los niños con frases que a veces empleamos de manera automática y sin mala intención tales como “Si haces esto, te vas quedar solo” o “ Si no me haces caso te vas a ir solo a tu habitación” o “Mejor hazlo tú solo que ya eres mayor”.

Es necesario favorecer un vinculo afectivo seguro en familia, donde se sientan queridos de manera incondicional, puedan echar raíces y sentirse seguros, de modo que sean capaces de dar cada paso con el tiempo que necesiten, sin miedos, separándose progresivamente de nosotros, creciendo en capacidades, autoestima y seguridad.
Cuando tienes niños y obligaciones la soledad es un lujo, del cuál como bien dices se aprende mucho y se descansa a todos los niveles!
Besos!
A. Moreno