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El suicidio en la infancia y la adolescencia: causas y cómo prevenirlo

El suicidio en la infancia y la adolescencia: causas y cómo prevenirlo

En el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, queremos centrar nuestra atención en un tema especialmente delicado: el suicidio en niños y adolescentes. Este acto, que representa una decisión extrema para acabar con el sufrimiento, deja una huella imborrable en las familias y comunidades. A través de este post que ha preparado Maribel Gámez, queremos ofrecer información, reconocer señales de alerta y proponer acciones para prevenir este desenlace trágico.

Un Testimonio Doloroso

“No sé si alguna vez seré capaz de asumir lo que ha ocurrido. Lo recuerdo como algo irreal. Creo que no lo acepto porque sigo sin entenderlo.”

Lucía, nombre ficticio que voy a usar para referirme a una paciente que tuve hace unos años en consulta, no me mira mientras me cuenta cómo se siente. Al contrario, su vista está fija en algún punto del pasado, en un recuerdo que no consigue ubicar como parte de su historia personal y familiar. De ese pasado hace ya tres años, cuando su hijo de diecisiete decidió quitarse la vida. Aún ahora, una especie de neblina espesa amortigua la memoria de la tragedia cada vez que Lucía quiere hablar del suceso que cambió su vida, protegiéndola de un dolor insoportable.

El suicidio es una decisión extrema que tiene como finalidad acabar con el sufrimiento. En otras palabras, una manera de escapar al malestar intenso cuyo precio es el de mayor coste para la persona: acabar con la propia vida. Siempre hay una historia de dolor detrás de cada ser humano que toma una decisión así y esa antesala, su historia, que luego culminará en un acto inimaginable para los que le rodean, es también para Lucía algo a comprender. ¿Qué le llevó a su hijo a tomar esa decisión? ¿Qué podía haber hecho ella para impedirlo?

El suicidio en la infancia y la adolescencia: causas y cómo prevenirlo

Cifras sobre el suicidio en España

Vamos a ponerle cifras al fenómeno. En España tomaron la decisión de quitarse la vida 4.227 personas durante el año 2022, según los datos del Instituto Nacional de Estadística. Este número total implica que, de media, más de 11 personas dejaron el mundo de manera voluntaria al día. Las cifras evidencian, si se analizan por sexos, que el suicidio no afecta por igual a ambos, sino que es cometido mayormente por hombres: en un 75% de casos el suicida era de sexo masculino en contraste con un 25% de féminas.

Si estas cifras son escalofriantes por la cantidad de dolor que encierran cada uno de los casos que hay detrás de los fríos números, se vuelven insoportables cuando nos fijamos en los suicidios cometidos por niños y adolescentes. Un total de 75, entre la franja entre los 15 a 19, pierden la vida de esta manera según datos de la Fundación Española para la prevención del Suicidio en España en el mismo año. Por debajo de los 15 años de edad suman 12 los que murieron de esa manera.

Señales de alarma

Tal día como hoy dedicado a la prevención del suicidio hay que fijarse, para conseguir esa deseada prevención, en lo que ocurre antes, en las pistas que los niños y adolescentes con ideación suicida van dejando antes de consumar el acto. En definitiva, señales y claves que tienen que servir de llamada de atención para que el entorno en su sentido amplio: familiares, profesores, amigos, profesionales de la salud que les atienden, detecten que algo ocurre, protejan al niño y le hagan ver que hay soluciones alejadas de ese terrible destino. Vamos a ver cuáles son las más frecuentes.

  • Cambios en sus rutinas normales de sueño o comida.
    ¿Come mucho más o mucho menos desde hace unos días? ¿Ha variado su peso? ¿Se duerme en cualquier momento y lugar o, por el contrario, cuando se levanta por la mañana se nota que apenas ha descansado? Son señales a las que hay que estar atento y que tienen en común un cambio en su forma habitual de ser.
  • Soledad.
    Se le ve aislado, no quiere salir de su habitación y no se comunica con nadie. Estos comportamientos son muy esperables en la adolescencia pero hay que distinguir a un adolescente que solo quiere estar con sus amigos y se aísla cuando está en casa, de otro que no socializa con nadie y dedica su tiempo a estar a solas con sus pensamientos en su habitación.
  • Oscilaciones bruscas del estado de ánimo.
    De repente se muestra con ira, muy irritable sin motivo que lo haya provocado. También puede parecer muy triste y luego volver a un estado normal, tranquilo. Las emociones siempre son una fuente de información valiosísima para saber cómo se encuentra una persona y esas oscilaciones lo indican.
  • Autolesiones.
    Pequeños cortes en el cuerpo hechos de manera premeditada y en lugares poco visibles indican una forma de enfrentar el malestar basada en hacerse daño como manera de lidiar con el sufrimiento.
  • Disminución del rendimiento escolar.
    ¿Era un niño que sacaba buenas notas y ahora suspende varias asignaturas? ¿Tiene problemas de concentración? Este es otro cambio al que hay que estar atento porque puede indicar sufrimiento en el niño o adolescente.
  • Habla sobre la vida de manera negativa constantemente.
    Tiene una actitud en la que todo le resulta insatisfactorio, no se le ve feliz, en ocasiones habla directamente de que no quiere vivir, o no quiere estar en el mundo, no tiene ilusiones de futuro. Muchas veces los niños hablan de manera muy abierta sobre lo que les pasa, hay que prestar atención.
  • Se niega repetidamente a ir al colegio o instituto.
    Prácticamente todas las mañanas se queja amargamente de tener que ir al centro escolar. Puede llegar a fingir dolores de tripa o cabeza para poder quedarse en casa. Los domingos por la tarde puede ser un momento de especial nerviosismo para él.
  • Toma drogas o alcohol de una manera descontrolada.
    Deja de ser prudente en lo que consume y es capaz de llegar a casa en varias ocasiones bajo los efectos del alcohol u otras drogas.

Todas estas señales son preocupantes porque indican la existencia de un nivel alto de sufrimiento; además, hay que interpretarlas como que el niño no sabe gestionarlo solo. Sin embargo, eso no significa que presentarlas implique que está pensando en el suicidio de manera inmediata como salida. Eso sí, si se sufre de manera prolongada sin recursos para sentirse mejor, a un porcentaje de ellos puede llevarles a pensar en el suicidio como solución y, a algunos, a intentarlo.

Causas

Como decía antes, el suicidio es una decisión extrema para acabar con el sufrimiento, así que si prevenimos el sufrimiento o ayudamos al niño o adolescente a gestionarlo de la mejor manera, el suicidio como salida a los problemas deja de tener sentido.

¿Cuáles son los principales motivos por los que un menor sufre?

El maltrato y el abuso, de cualquier tipo, son situaciones de alto sufrimiento como, por ejemplo el acoso escolar o bullyng del que hablamos anteriormente en el Blog ,también presente en redes sociales en forma de ciberacoso. Igualmente los problemas de sociabilidad, como no tener las habilidades para hacer o mantener amigos, generan una situación de soledad no deseada especialmente dolorosa en la adolescencia.

En esta etapa asimismo aparece con mayor frecuencia la enfermedad mental precipitada por el estrés vital propio de los jóvenes. Ideas muy exigentes sobre el rendimiento académico o deseos intensos por alcanzar unos estereotipos físicos determinados suman sufrimiento al adolescente. Todas estas situaciones si se prolongan en el tiempo generan un problema psicológico; los más comunes son la depresión o la ansiedad, cuyos síntomas están detrás de la gran mayoría de los casos de suicidio.

Cómo actuar para prevenir el suicidio en niños y adolescentes

El objetivo principal es acercarse al niño y brindarle un espacio tranquilo y protegido para que pueda hablar de aquello que le preocupa. Compartir lo que le hace sufrir es un gran paso para resolver lo que le ocurre. Para conseguirlo, hay que pensar en quién puede ser la figura a la que el niño o adolescente pueda abrirse más. A veces es uno de los padres pero en otras ocasiones es un hermano o hermana mayor, un abuelo o tío, incluso un profesor. Da igual quién sea, lo que importa es que se realice ese primer contacto beneficioso en el que empiece a compartir sus problemas.

Al contrario de lo que se cree, si en esa o siguientes conversaciones es necesario hablar directamente de la idea de suicidio es bueno hacerlo escuchándole con atención y haciéndole ver que se le entiende y se va a hacer todo lo posible por ayudarle. En otras ocasiones es muy difícil provocar ese encuentro y el niño o adolescente no quiere hablar. Para casos en los que hay que ayudar a alguien que no quiere ser ayudado recomiendo la lectura de este artículo. Hay que recordar que probablemente le cueste mucho hablar de lo que le ocurre y para que pueda confiar en la persona con la que ha decidido “abrirse”, esta nunca debe juzgar lo que le cuente, ni mostrar emociones como el enfado o la tristeza de manera intensa. Estas dos formas de reaccionar pueden alejar al niño o adolescente del adulto que tiene recursos para ayudarle, dificultando o incluso impidiendo la resolución del problema. Por lo tanto, en esa conversación lo esencial es que se sienta escuchado y comprendido porque conseguirlo significa el principio de su recuperación.

Después de que se tiene claro cuál es el problema, los adultos de alrededor deben buscar soluciones rápidamente. Si está sufriendo acoso hay que alertar al colegio y conseguir la protección del niño; si no es capaz de hacer amigos habrá que dotarle de las habilidades necesarias para ello; si se sospecha un problema psicológico grave hay que acudir los profesionales de la Psicología. En definitiva, ayudarle a conseguir los recursos para volver a estar bien que él no puede proporcionarse solo.

Conclusión

Por último, una recomendación: hablad con vuestros hijos e hijas, buscad momentos para entender bien qué les preocupa, qué desean, qué necesitan de manera frecuente, sin la necesidad de que haya un problema presente. Si hay una comunicación basada en la confianza y el respeto irán a buscar ayuda, cuando la vida les traiga problemas, a ese lugar donde siempre han encontrado refugio y respuestas.

Post scriptum:
Lucía acabó sabiendo convivir con el dolor durante la terapia, manteniendo el recuerdo vivo de su hijo, sin que este le inundara.

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