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Una colección para apoyar la investigación del cáncer de mama

Una colección para apoyar la investigación del cáncer de mama

La nueva colección solidaria Malamadre Power 2021 ve la luz con el objetivo de apoyar la labor de investigación que realiza la Fundación GEICAM con una protagonista muy especial, Laura Cortés, nuestra Malamadre Power de este año. Hasta el momento hemos donado más de 5.000 euros y esta nueva colección donará el 25% de su venta total a la fundación en concreto al proyecto ‘Cáncer de mama y el deseo de ser madre’, centrado en asesorar a todas las mujeres que se enfrentan a la enfermedad durante el embarazo, la lactancia o el primer año tras el parto, pero también a las que deben posponer su maternidad.

Una colección para apoyar la investigación del cáncer de mama

Cada vez se diagnostican más casos de cáncer de mama en mujeres por debajo de los 45 años

Es la primera causa de muerte en mujeres de 35 a 45 años. Esto, unido a que la edad para ser madre se ha retrasado notablemente, hace que cada vez se diagnostiquen más casos de cáncer de mama en mujeres embarazadas. Geicam trabaja en el primer estudio de embarazo y cáncer de mama en España. El estudio ayudará a consolidar datos importantes para mejorar las necesidades clínicas de las pacientes, el éxito de las técnicas de la preservación de la fertilidad, las estrategias de tratamiento durante el embarazo y la forma en que esta situación afecta al desarrollo del feto y a la salud del bebé.

Hablamos con la Dra. Begoña Bermejo, oncóloga médica en el Hospital Clínico de Valencia e investigadora de GEICAM para hablar de cáncer de mama, prevención y todo lo que os interese.

  • Podéis dejar vuestras preguntas en los comentarios, Malasmadres.

La historia de Laura Cortés, nuestra Malamadre Power

“Mi historia empieza como la de cualquier mujer de 38 años que el pasado mes de enero acude a su revisión ginecológica anual con la certeza de que, como siempre, será rutinaria y todo irá bien.

Pero el médico detecta un pequeño bulto en el pecho derecho y sin darle demasiada importancia, solicita unas pruebas complementarias. Los primeros resultados no son muy alentadores y los médicos empiezan a mostrarse preocupados… A continuación, empieza una ruta interminable de pruebas que determinarán mi suerte. Y entonces ahí aparece, inmenso y majestuoso: el miedo”.

El diagnóstico sigue sin estar claro, así que debo someterme a una mastectomía parcial del pecho derecho que les ayudará a salir de dudas. De todos estos recuerdos, hay una escena que permanece intacta y que revivo con gran intensidad: el despertar de la anestesia y las caras de los médicos y mi marido. No tuvieron que decirme nada, porque sus miradas me lo dijeron todo. Yo era esa mujer de cada 8 a la que le tocaba enfrentarse a un cáncer de mama.

Una colección para apoyar la investigación del cáncer de mama

Y acompañando al miedo apareció el pánico. Y mi vida, esa en la que yo era una mujer joven, entusiasta, ambiciosa, sensible y comprometida, esa en la que además yo también era madre, mujer, hija, amiga, hermana… se detiene por completo. Mi carrera profesional (soy docente de secundaria) en la que me siento absolutamente realizada e implicada, sufre un parón repentino. Y en mi cabeza sólo resuena una pregunta una y otra vez: ¿Por qué a mí? …

Más tarde descubriría que esta pregunta no tiene respuesta y que si nos aferramos a la ciencia, tiene mucha más lógica preguntarse: ¿Y por qué no me iba a pasar a mí?

Recordando estos primeros días de aceptación, ahora me doy cuenta de que me trasladé a otra realidad paralela intentando descubrir como volver a la mía sin desmoronarme.

El proceso de aceptación

Pero tuve que hacerlo, no me di otra opción a mí misma. Me dije: “Ve y afróntalo con todas tus fuerzas”. Pero para entonces y sin yo casi darme cuenta, ya se había formado un fuerte y sólido “colchón humano”. Y aunque caí al vacío, este colchón amortiguó el impacto de esa caída libre.

Y es aquí donde empezó mi verdadera carrera de fondo: una gran distancia a cubrir con tramos especialmente duros y exigentes.

Los días que siguieron a mi primera sesión de quimio, los recuerdo hoy como una de las experiencias más duras de mi vida. Llegué a sentir que estaba en el límite de lo soportable y me sentí más vulnerable que nunca. Fue tal el sufrimiento que me planteé abandonar y dejar que el azar eligiera mi destino.

Pero ahí estaba mi EQUIPO, agarrándome de la mano, empujándome a seguir, por ellos y también por mí, porque después comprendí que la vida continuaba esperándome al final de esa carrera. Así que seguí adelante, pero en esta batalla hay muchas más espadas a esquivar…Fue muy duro aceptar el cambio físico y sentir que de alguna manera dejaba de ser yo.

También aparecieron las náuseas, los mareos, la debilidad, los dolores musculares, el insomnio y un sinfín de efectos secundarios dispuestos a acompañarme durante mucho tiempo. Yo no era esa imagen que el espejo me devolvía y en muchísimos momentos creí no poder más…Pero es ahí cuando descubrí que el ser humano posee una fortaleza inmensa pero oculta, que sólo se manifiesta en momentos así, a modo “supervivencia”.

Mi valioso colchón humano

También descubrí como de valioso es mi “colchón humano”, que aún sigue estando ahí, formado por todos aquellos que han querido acompañarme y ofrecerme su apoyo, sin ellos no habría podido seguir adelante. Y concretamente sin ELLA, no hubiera podido librar esta batalla como lo he hecho.

  • ELLA es Valentina, que, con sus sólo 6 años, su inocencia y su amor incondicional, se convirtió en el verdadero motivo por el que decidí escoger el camino de la superación. En los peores momentos, cuando sentía que ya no podía más, visualizaba su sonrisa y eso se convirtió en el motor de mi fuerza. Porque así es la maternidad, te permite descubrir y experimentar las emociones más reales y puras en los momentos cruciales de la vida y porque así son ellos, auténticos supervivientes, capaces de adaptarse a cualquier adversidad que aparezca.
  • Como en todo equipo, en el mío también hay un capitán:  mi marido, convertido en amigo y confidente. ÉL, líder indiscutible del grupo, me dejó ver su lado más sensible pero también tomó las riendas del barco y afrontó una de las tormentas más duras de su vida. Su mano sosteniendo la mía, sus caricias y sus abrazos, han sido mi auténtico hogar… El lugar en el que me siento cuidada, protegida y amada. Su optimismo y su gran habilidad para convertir el drama en comedia, han sido mi verdadera medicina.
  • Pensando en todas esas manos que me sujetaron fuerte y que aún me acompañan, me enorgullece contaros que mi “colchón humano” está formado por mujeres extraordinarias.
    • Me gustaría comenzar por mi alma gemela, mi hermana, que desde el inicio me cogió fuerte de la mano y ha transitado todas y cada una de las etapas a mi lado. Mi fiel compañera se mimetizó conmigo y afrontó con serenidad y determinación los momentos más difíciles. Yo, que como hermana mayor siempre he querido velar por ella, tuve que “cambiar de lugar” y dejarme cuidar. Y en este camino que hemos recorrido juntas, he descubierto a una mujer fuerte, valiente y decidida a la que admiro.
    • También quiero hablaros de mi madre y aquí no encuentro adjetivos que alcancen a describirla… se me ocurre hablar de generosidad infinita, superación absoluta y manos mágicas. Volvió a “acogerme” en su regazo para inundarme de ese amor ilimitado que tan bien conocemos las madres. Ella dice que se siente orgullosa de mi, de lo que soy y de lo que he superado…Pero lo que no sabe es que, en esta nueva versión de mí, está ella y toda su esencia, pues ha sido el reflejo en el que siempre me he inspirado.
    • Y no sería justa sino destacara a mis amigas: esas mujeres maravillosas que han llenado mi día a día de cafés, paseos, risas, conversaciones interminables, y muchos otros planes y experiencias compartidas. Ellas han aportado esa normalidad sincera a mi vida, sin indicio alguno de compasión y que tan necesaria era para mi en esta nueva realidad. Han sido y seguirán siendo imprescindibles. Podría escribir un libro sobre todas y cada una de ellas: mujeres únicas e inigualables que por un motivo u otro están en mi vida y que sacaron sus armas más potentes para librar junto a mi esta batalla. (¡Y no descarto hacerlo!) Ellas, cada una con su esencia y su talento, formaron una tribu invencible que aunó todas sus fuerzas para superar lo insuperable. Porque así somos de poderosas entre nosotras cuando nos escuchamos, nos identificamos y nos apoyamos sin juzgarnos. Y porque nuestras historias resuenan en las de otras, haciéndonos sentir acompañadas.
Una colección para apoyar la investigación del cáncer de mama

Y esto me conduce a reflexionar sobre cómo la biología y la propia evolución nos ha llevado a unirnos para ayudarnos en los momentos más duros de nuestra historia como mujeres, tal y como seguimos haciendo las Malasmadres.

A día de hoy, mi carrera aún no ha llegado a su fin, he superado una de las etapas más duras:  la quimioterapia, pero en breve me enfrentaré a la radioterapia y después me espera un tratamiento hormonal durante algunos años.

Gracias a los pasos agigantados de la ciencia y la medicina, hoy puedo decir que todo este tratamiento me asegura un pronóstico muy favorable, pero no puedo evitar pensar en todas aquellas mujeres que no tuvieron esa suerte…

Alguien muy especial me sugirió que cambiara el ¿Por qué? por el ¿Para qué? y lo cierto es que aunque todavía no tengo una respuesta clara, me parece una pregunta mucho más interesante para responder…

No deseo ser etiquetada como luchadora ni valiente y detesto profundamente la compasión. Pero sí sé que yo ya no seré la misma después de esto y que cuando cruce la meta lo haré con orgullo y deseando retomar las riendas de mi vida.

                                                                                                          

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