Hoy nuestra colaboradora Leonor Cabrera nos trae un interesante post en el que nos ayuda a detectar cuáles son aquellas creencias, situaciones que nos generan estrés para poder combatirlo haciendo diferencia de lo que es el estrés y lo que es la ansiedad y poder, además, prevenir que la situación vaya a más. Cómo vivir sin estrés sin recurrir a químicos es el tema del post de hoy pero, por supuesto, queremos dejar claro que en muchos casos es necesario el uso de la medicación.
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El estrés y la ansiedad es ya uno de los grandes problemas de este país. Cuatro de cada diez españoles sienten estrés de forma frecuente o continuada, siendo las mujeres las que más sufren esta plaga que ha llevado a España a convertirse en el país de Europa en el que más ansiolíticos se consumen y el segundo del mundo.
¿Cómo hacerlo? ¿De qué forma acabar con el estrés y con la ansiedad sin ansiolíticos? ¿Es posible retornar a la calma zen sin necesidad de acudir a la química?
En este punto, es importante que sepas la diferencia entre estrés y ansiedad. Cuando hablamos de estrés, suele responder a factores externos. Por ejemplo, tenemos que entregar un trabajo en una hora y nos sentimos incapaces. Ahí surge el estrés. Una vez hecho el trabajo, el estrés pasa. Este estrés, como me está pasando a mí ahora al escribir este artículo que va a llegar tarde, en ocasiones puede ser positivo porque nos empuja a la acción.
La ansiedad, por el contrario, continúa cuando el problema desaparece y suele incluir miedo y preocupación en situaciones en las que es innecesario preocuparse y puede llegar a convertirse en una patología. El estrés continuado puede ser un factor que motive la aparición de la ansiedad.
Para vivir sin estrés es necesario trabajar en dos pilares fundamentales:
- El primero, tener claro qué estímulos son aquellos que me producen estrés.
- Y el segundo, trabajar en esas creencias que aún sin saberlo te están fastidiando la vida al darlas por ciertas.
“Vivo estresada”
Cuando sientes estrés, lo habitual es vivir ese estrés como algo que afecta a toda tu vida. “Vivo estresada”, es una de las quejas más habituales que oigo en mis sesiones de coaching. Sin embargo, a la hora de hacer que este estrés baje es fundamental tener claro qué es en concreto lo que me estresa.
Para que te hagas una idea, nuestro cerebro está preparado para indicarnos que luchemos, huyamos o nos quedemos paralizados ante una situación de riesgo. A lo largo de los siglos, esas situaciones estresantes se han dado en contadas situaciones. Imagínate por ejemplo cuando nuestros antepasados que aún vivían en las cavernas salían a cazar mamuts y, de repente, aparecía un animal salvaje que los atacaba.
En ese momento la amígdala, la responsable en el cerebro de mandarnos la señal de ‘peligro’, se activaba y algunos de los cazadores huían, otro se quedaban paralizados y los más valientes o inconscientes, que nunca se sabe, se preparaban para la lucha. Al acabar el combate, disfrutaban junto a una hoguera de la pieza cazada y hasta la próximo salida tocaba relajarse.
¿Qué nos sucede ahora?
Desde que suena el despertador por la mañana nos disponemos a cazar mamuts y nos preparamos para la lucha porque los buenoshijos y buenashijas tienen que llegar a tiempo al colegio, yo tengo que llegar puntual a mi trabajo (sobre todo ahora que hay que fichar) y, además, acabar a tiempo ese proyecto tan importante. Ya, a estas alturas, me va faltando el aire al pensar en todo lo que tengo que hacer.
Por si eso fuera poco, es necesario que saque tiempo para ir al gimnasio, porque ya se sabe que hay que cuidar la salud, es necesario que saque un ratito para meditar, comer sano y, al llegar a casa, repartimos tareas: ayudar a los buenoshijos y buenashijas con los deberes, hacer cena y volver a prepararlo todo para mañana. Descansar, por supuesto, no entra en mis planes ni en mis necesidades.
¿Te suena este ritmo de vida?
Siento decirte que si éste es tu ritmo de vida, lo más probable es que te suene mucho esto de vivir estresada. Al principio del artículo te contaba que a la hora de acabar con el estrés es importante tener claro en concreto qué nos causa ese estrés. Hay personas para las que es un suplicio levantarse ya corriendo y otras a quienes no les importa madrugar pero para quienes es muy difícil cumplir los plazos en el trabajo.
Si sabemos qué es en concreto aquello que nos estresa, es más fácil ponerle solución. En ocasiones, serán varios factores los que nos hacen sentir que vivimos al borde del abismo. Tener claros cuáles son en concreto nos puede ayudar mucho porque así podemos cambiar esos hábitos que nos estresan por aquellos que nos relajan.
- Te pongo un ejemplo: si ir al gimnasio en la pausa del mediodía hace que llegue al trabajo como una moto, igual es aconsejable cambiar el horario y disfrutar de una comida tranquila con los compañeros.
Nuestras creencias nos limitan
Por mi experiencia a la hora de trabajar el estrés en mis sesiones de coaching, lo más habitual es que a este estrés vayan asociadas toda una serie de creencias que nos fastidian y que provocan que la sensación de no llegar a todo aumente.
“Yo puedo con todo”, “querer es poder”, “el tiempo es oro y hay que aprovecharlo” o “no tengo tiempo para nada” son algunas de las creencias estrella que suelen enunciar las que personas que vienen a trabajar conmigo para estar más tranquilas en su día a día.
Y es que toda esta corriente de frases positivas y motivadoras vía Instagram y Facebook está haciendo un flaco favor a nuestra vivencia del estrés. Porque si es necesario esforzarse mucho para llevar a cabo cualquier sueño que tengamos en la vida, aprovechando el tiempo al máximo y sin sentir miedo, tristeza o desencanto, ¿dónde quedamos nosotros como personas? ¿Dónde quedamos como seres humanos a veces fuertes y a veces vulnerables, a veces alegres y a veces tristes, a veces agradecidos y a veces enfadados?
Porque para vivir con tranquilidad es necesario dar salida a esas emociones que se presentan en ocasiones en la vida y a las que de forma injusta tachamos de negativas. Vivir la tristeza, dejar salir la ira o ver lo que me da miedo garantiza una vida más plena en la que es innecesario ocultar ninguna emoción.
Y tú Malamadre, ¿cómo te llevas con el estrés? ¿Cómo te afecta en tu día a día? ¿Qué haces para gestionarlo?
A mí no tener la casa en orden me causa ansiedad, si intento tenerla al día nunca la veo bien, siempre falta algo, es como que dejo una tarea a medias y me voy al trabajo con ansiedad, y si tomo una actitud pasota en cuanto al orden x tal de vivir más tranquila, la casa está peor y yo también. No sé ya qué hacer.
Hola,
la verdad es que el artículo está genial y muestra como vivimos ahora de estresados y mal.. más nos valdría tomarlo de otra forma y simplificar..
Besos!
Anabel
Yo deje el trabajo para estudiar pero ahora estudio, monto eventos más cursos del paro, espero que esto me lleve a alguna parte pq me or peor que antes y eso me estrés, tengo una coach buenísima pero a veces no sigo las pautas, un desastre
Hola, Anya. Es ir poco a poco. Ya verás que con constancia empezarás a cambiar cosas y te irá mejor. Saludos.
Eso mismo, ¿cómo vamos a gestionar nuestras emociones si no se nos permite mostrarlas, si se nos obliga a esconderlas porque queda feo o porque “nadie tiene por qué aguantarte”? Yo indico claramente en mi entorno cuándo necesito descansar, cuándo necesito parar, cuándo necesito que me dejen en paz y que no quiero hablar. El entorno se restringe prácticamente al buenhijo, pobre, ya que en el trabajo no queda otra que poner buena cara (aunque tampoco me corto demasiado, prefiero malas caras a una úlcera, qué voy a decir). Las fuentes de estrés no suelen ser corregibles ni eliminables, en su mayoría, solo podemos aprender a vivir con ellas, dejar salir gas de cuando en cuando, y, bueno, pensar que no todo es para siempre, que hay luz al final del túnel y que vamos caminando hacia ella.
Hola, Tere. Lo que estás diciendo son creencias que son tuyas y que has aprendido seguramente por el entorno en el que te mueves. A mí me pasaba lo mismo que a ti. Creía que no podía parecer débil, que no me podía mostrar vulnerable y que no podía llorar delante de la gente o estar cansada. Ahora sí que puedo hacer todo eso y el entorno sigue siendo el mismo. Quien ha cambiado soy yo y es algo que va a favor de mí y de los que me rodean y, por supuesto, también a favor de mi salud física y mental. ¿De verdad te obligan a esconder tus emociones o quien te obligas eres tú? Saludos y mucho ánimo.