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La envidia: ¿la sientes o no?

La envidia: ¿la sientes o no?

¿Somos envidiosas? Esta es la pregunta que hoy os lanzo y que conecta con el post que escribe para nosotras nuestra colaboradora y coach Leonor Cabrera. Muchos dicen que en España sentir envidia es el deporte nacional, pero ¿realmente hay una envidia sana? La respuesta es que sí, una envidia que nos ayuda a mejorar y progresar el problema es cuando la usamos como medio para juzgar a los demás con nuestras críticas. ¿Hay solución? El antídoto es la ecuanimidad. ¡Os dejamos con este interesante post!

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* Podéis seguirla en facebook@Leonor_Cabrera@centroviventi y en su BLOG.

Que levante la mano quien no ha sentido alguna vez envidia. Por mucho que nos fastidie, la tendencia inconsciente a compararnos con los demás puede amargarnos la vida y hacer que pensemos que siempre tenemos las de perder y que la vida es injusta con nosotras, tan injusta que jamás nos dará lo que nos merecemos.

¿Hay una envidia sana?

Yo creo que sí. Hay veces en las que ver lo que otro tiene nos sirve para despertar nuestro deseo, un deseo que nos lleve a mejorar y que puede ser un motor de cambio. En coaching usamos esta comparación con conciencia, observando a esas personas que han alcanzando la excelencia en algo que nos apasiona y poniendo conciencia en cómo podemos aprender de ellas para hacerlo de manera parecida. Al fin y al cabo, ¿a qué amante de la natación no le gustaría nadar como Mireia Belmonte? Ver a Mireia nadar puede convertirse en un aliciente para nadar mejor o ver a Obama hablar, para mejorar tu oratoria.

Sin embargo, hay un tipo de envidia que es más peligrosa y que, podríamos llamar, envidia emocional. ¿De qué hablo cuando hablo de envidia emocional? Es esa envidia que tiene que ver con la comparación constante con los demás y con ver lo de los demás como una panacea y lo tuyo como lo que nadie quiere.

Para hacerte una idea de lo que hablo puedes darle al play en el vídeo que hay aquí abajo y que muestra un experimento sobre cómo los monos capuchinos reaccionan ante el trato desigualitario: al principio el mono de la izquierda está contento porque recibe un trozo de pepino como recompensa a hacer bien su tarea, que es darle una piedra a su cuidadora. Cuando se da cuenta de que al otro mono por la misma labor lo premian con uvas es cuando comienza la rebelión: primero le lanza el pepino a la investigadora para, al final, pasar a tirarle una piedra.

La comparación, como te decía antes, es necesaria e incluso es habitual que aprendamos por comparación, relacionando dos elementos diferentes, extrayendo cuáles son sus similitudes y sus diferencias. El drama llega cuando esa comparación deja de ser útil y la usamos para juzgar al otro o para juzgarnos a nosotros.

No es lo mismo decir “ese buenhijo es muy listo” a decir “ese buenhijo es mucho más listo que el mío”. En la segunda parte hay una comparación, un más y un menos. Ahí entra el sufrimiento.

¿Cuántas veces nos pasa lo mismo que los monos capuchinos? Lo normal es que cuando usamos la comparación lo hagamos para decir lo que es mejor y lo que es peor, lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno y malo.Hay personas que, por su carácter, tienden a compararse y aunque en apariencia lo tengan todo siempre van a tener un profundo sentimiento de insatisfacción porque en lo más profundo sienten que son menos, que la vida las quiere menos que al resto. Esas personas son las que pueden llegar a alegrarse cuando a los otros les va mal, como le sucede al granjero de este cuento:

Un viejo granjero estaba enojado mirando los daños de la inundación. “Juan”, gritó el vecino, “todos tus cerdos se desbarrancaron por el arroyo”

– “¿ Y los cerdos de López?”, preguntó el granjero.

– “También se fueron”

– “¿Y los de García”

– “Sí”

– “¡Mmn!” -soltó el granjero contento- “no es tan malo como pensé”

Pensar como piensa el granjero del cuento puede resultar algo muy peligroso porque tu felicidad siempre va a tener como referente al otro: si al otro le va bien no vas a poder ser feliz, si le va mal, sí. Aunque será momentáneo: ya llegará otra persona con la que compararte.

¿Cómo disolver la envidia?

Por difícil que parezca, es posible relativizar la envidia. Tiene un antídoto y ese antídoto se llama ecuanimidad. ¿Qué es la ecuanimidad? La ecuanimidad es la imparcialidad en el juicio. Y esa imparcialidad en el juicio ha de comenzar con uno mismo.

Para trabajar esa visión ecuánime de la vida podemos empezar haciendo cada noche un listado de todo lo que ese día nos ha dado satisfacción, nos ha hecho feliz. Se trata de entrenar la mirada optimista, alegre y espontánea, algo así como la mirada del niño ante lo que le gusta, espontánea, sin peros y sin juicios.

Hace unos años, una cliente de coaching me decía que nadie hacía jamás nada por ella mientras ella hacía mucho por los demás. Le propuse como tarea que anotara cada día cinco acciones que sus personas próximas hicieran para hacerla más feliz a ella. En la sesión en la que le hice la propuesta me protestó: “No voy a poder hacer el listado. Nadie hace nada por mí”, me dijo. Yo lo insití: “Inténtalo. No te pido que hagas nada, sólo observar y anotar lo que los otros hacen cada día para hacerte más feliz”.

Cuando volvió a la semana siguiente su percepción de la realidad había cambiado de forma radical. Se había dado cuenta de que los otros también hacían cosas por ella y que también intentaban hacerla feliz. Ahí ya no cabía la comparación, el yo doy más y no recibo nada a cambio. El antídoto, como he dicho antes, fue la ecuanimidad, el valorar lo que tenía, eso que ya estaba en su vida y que la hacía única e irrepetible.

¿Cómo vives tú la envidia? ¿Tiendes a compararte? ¿Qué coste tiene para ti la comparación en tu día a día? ¿Qué te vendría bien para relativizarla? Me encantaría escucharte.

Antes de irnos…

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Han comentado...

  1. Yo creo que la envidia existe y que muchos la sentimos todos los días. Aunque no se centralice en ninguna persona y no sea nociva para nadie más que para el que la siente. En mi caso diría que mi envidia es un deseo constante de ser mejor en determinadas cosas y a la vez la frustración de no ser capaz de mejorar, seguramente porque en el fondo ese deseo no es tan fuerte.
    Creo que la palabra clave es la frustración, cada uno la sentirá por lo que sea, pero ese mal rollo que da es el mismo para todos. En cualquier caso, lo que creo que hay que recordarse es que siempre hay alguien a quién le va mejor que a ti en algo, pero seguro que ese algo no es tan importante de forma aislada y lo que importa es que el conjunto de elementos de tu universo te haga feliz.

  2. Me ha gustado mucho el post, y creo que necesito poner en práctica los de apuntar cinco cosas (o simplemente pensar al terminar el día) en las cosas que hemos hecho o que los demás han hecho por nosotras y que me hacen feliz. Muchas veces centralizo ,is pensamientos en lo pendiente, en lo no conseguido, en lugar de lo bueno disfrutado y conseguido cada día. Un saludo.

  3. No se que es peor si ser envidiosa o ser objeto de envidia. Lo primero tiene arreglo pero lo segundo es duro sobre todo porque no se puede hacer nada por remediarlo. El envidioso puede hasta envidiar que haya mucha gente en un entierro!

  4. Y que hacer cuando tú eres el blanco de esa envidia, más si es alguien con autoridad sobre ti? Así he estado los últimos 4 años de mi vida, teniendo que soportar a mi jefa amargandome la existencia sólo por ser más afortunada que ella. Y afortunada por chorradas, no por cosas importantes, por ejemplo que me dieran la baja de riesgo en el embarazo, ella no la tuvo en su momento; que me toque algo en un sorteo en el que ella ni siquiera ha participado… Es muy estresante. Le haría una copia gigante de tu post si supiera que iba servir de algo. Menos mal que ya no voy a tener que soportarla porque me cambio de sitio. Algún consejo para l@s que estén en situaciones así?

    1. Pues el consejo sería no entrar en su juego. Intentar ser asertiva y, en la medida de lo posible, estar en tu lugar y reivindicar lo tuyo, tus derechos y tus necesidades. Saludos, Karen.

  5. me ha gustado mucho el post, sobre todo lo de hacer la lista de cosas buenas del dia…lo voy a poner en practica.
    yo no soy envidiosa…soy ansiosa jaja

  6. Buenooo…soy la envidiosa namberguan!
    mi madre me lo ha repetido desde que tengo 3 años, constante y machaconamente (hasta me lo he creído y me ha dolido) que mi hermano es mejor, mas guapo, mas listo, mas alto, mas…con razón ehhh! que le ha dado muchas mas cosas que a mi (materiales sobre todo, porque de cariño ella eso no entiende)
    Soy envidiosa, y mucho, y celosa, de lo real y de lo irreal.
    Intento ser feliz con lo que tengo, que es mucho y lo he conseguido por méritos propios, pero me revienta que otros con menos consigan mas, o con métodos “ilegales”.
    A veces me hago daño yo misma, pero desde una desgracia familiar (que acabo bien) mi relatividad reacciono y sufro menos por todo esto, pero me sigue costando mucho.
    Y como tu comentas, el ver que otro esta peor te hace bien, pero solo un rato, porque acabo sufriendo igualmente, por mi y por el otro…que soy tonta también…
    Me ha gustado mucho tu post Leonor, te sigo mucho y hablas de todo lo “mio” como si me conocieras…Gracias
    Un besazo
    Pilu

  7. Claro que somos envidiosos. Pero no es lo mismo Sentir envidia, porque otra madre se arregla más que tú, o porque lleva a los hijos más monos. Que Sentir envidia porque alguna familia viva en un chalet, o gane más dinero. El primer tipo de envidia es una envidia sana, que te sirve para mejorar y/o crear tus prioridades. La segunda es una envidia enfermiza, que es inalcanzable para algunos. Y por tanto añorarlo o desearlo es malo para la felicidad de uno mismo. Saludos

  8. Me ha gustado mucho tu artículo, creo que la envidia puede amargarte la existencia.
    No voy a decir que nunca he sentido envidia malsana, pero, soy poco envidiosa. Creo que la clave estuvo en la manera en que mi madre nos trataba a cada uno de mis hermanos. Desde muy pequeña, tuve que entender que cada uno de nosotros era de una manera y tenia distintas necesidades, nunca se molestó en darnos a todos lo mismo y creo que sin ella ser, para nada consciente, gracias al sentido común, que siempre la caracterizó, mis hermanos y yo nunca hemos tenido problemas de celos ni envidias.
    Ahora yo, cuando mis buenoshijos preguntan, y para mi?, suelo decirles, para ti,cuando lo necesites, ahora es a tu herman@ al que le hace falta.
    Espero que también ellos aprendan a no compararse continuamente y a vivir sin envidia. …

  9. No tiene sentido envidiar porque la mayor parte de las cosas que envidiamos las podemos conseguir, claro que con esfuerzo. Muchos envidiosos no son capaces de esforzarse o sacrificarse y se amargan. Más tontos ellos. Que no quita que yo envidio al ganador de la lotería de Navidad o al que tiene un gran talento artístico, porque la suerte es algo que existe, sin embargo un puesto de ejecutiva, ser mi propia jefa, comprar un chalet… ya me lo puedo ganar yo. Solo que de momento, prefiero dedicarme a otras cosas que me hacen más feliz, je je.

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