Malamadre jefa al habla: lo importante es participar… Ja!

Con 6 años empecé a jugar al tenis los veranos en tierrasanta. Y hacíamos campeonatos de fin de verano entre los de la escuela. Los nervios me podían, pensar que tenía que competir me superaba porque nunca me gustó sentirme observada y menos si entre el público avizor estaba mi santopadre. Siempre solía perder y me enfadaba porque sabía que la presión hacia que hiciese mucho menos de lo que era capaz. Era como si se me paralizaron las piernas, ni una bola entraba y entonces me veía atrapada en un bucle sin salida. Luego me sentía mal por poder defraudar a mi padre que confiaba en mí, que se sentía orgulloso al verme. Y me iba cabizbaja con un mosqueo conmigo misma importante.
Con 9 años empecé a jugar al baloncesto en el colegio. Me gustaba mucho el deporte y era una buenahija muy activa (por llamarlo de alguna manera suave) así que era una buena manera de descargar adrenalina y de que mi santamadre pudiese descansar de mí durante un rato. Pero llegaban los fines de semana y volvían las competiciones. Y otra vez a pasarlo mal. Jugaba peor que nunca, ante la atenta mirada orgullosa de mi padre que era mi mayor fan. Y volvía cabizbaja a casa pero en el fondo estaba feliz de haber compartido ese día con mi padre, bocata mediante, aunque eso yo aún no lo sabía.
Y así fui creciendo, con mal perder hasta en el parchís, que me contaba 20 en vez de 10 cuando no miraban. Con mal perder en el tenis, cantando “fuera” las bolas de mi hermana cuando aceptaba jugar un partido. Y me di cuenta que lo mío no era competir. No porque no supiera perder sino porque no aguantaba la presión y al final no me compensaba ese mal rato. No era buena, así que para qué frustrarme. “¿Para qué?”, pensaba. Así que de un plumazo me quité la idea de ser la nueva Arancha Sánchez Vicario. Y me centré en otros temas como ver los partidos desde el sofá con un bol de palomitas. Mucho menos peligroso, ¡dónde va a parar! Pero seguía con mi sueño de cambiar el mundo. Soñaba con hacer algo que realmente pudiera poner mi granito de arena hacia un mundo mejor. Descartando el deporte de élite por mi mal perder y ser una estrella de rock por mi oído perdido, habría que seguir buscando.
Una vez que había aprendido que la intensidad de la competición en todos los terrenos no iba conmigo porque el bajón posterior me superaba, me desestabilizaba y me hacía cuestionarme la existencia del mundo, decidí ser lo mejor que pudiera ser en aquello que no se me daba del todo mal… en los estudios, en aquello que me gustaba como la creatividad y el diseño, en mi familia y en mis amigos, en lo que realmente importaba.
“En lo que haces bien hay que intentar ser siempre la mejor”. Y eso hice. Poco a poco una va conociendo aquello en lo que es mejor y va intentando mejorar para ser la mejor versión de sí misma. Esto es lo que siempre me enseñó mi padre. Él no quería que fuera la mejor, él quería que me esforzara para ser lo mejor que podía ser. Y con el tiempo aprendes que siempre estaba ahí, sintiéndose orgulloso de mí, aunque yo no lo creyese. El valor del esfuerzo, de que nada en esta vida te lo regalan y de que la suerte no existe si no sales a buscarla y la trabajas de verdad, con el corazón, lo he heredado de mi padre. Porque él no tuvo las oportunidades que tuve yo, no tuvo el apoyo incondicional para seguir adelante porque eran otros momentos, porque él tuvo que trabajar desde los 13 años, porque era el mayor de 5 hermanos y porque eran otros momentos donde sobrevivir era lo importante. Y pese a todo supo ser el mejor en lo que hacía. Supo destacar, pero sobre todo supo ganarse el cariño de todos los que le rodeaban. Y eso sin duda es el mejor de los premios.
Por eso cuando hace unas semanas me enteré de rebote que estábamos nominadas de manera natural a los Premios Bitácoras el subidón fue tremendo. La emoción de ver que nos habíais votado sin saberlo fue BRUTAL. Porque este club existe gracias a vosotras, gracias a las que habéis confiado en esta comunidad emocional, a las colaboradoras y a este pequeño equipo que lo da todo cada día, a las que os sentís atrapadas en un TIP diario y las que intentáis mandar a la porra al sentimiento de culpa, consiguiendo que entre todas nos sintamos menos solas, menos “bichos raros”.
Que podamos ser finalistas al Mejor Blog de Humor y Entretenimiento sería la excusa perfecta para malamadrear un rato, dejar al buenpadre al cargo de las buenashijas, subirme al tacón, pintarme el rabillo del ojo a conciencia, plantarme una pegatina de #yonorenuncio, sacar de paseo la bata de cola y marcarme un taconeo, un baile de “aserejé” o un grito conciliador por mí, por vosotras, por TODAS.

Necesito tu voto, malamadre amiga y generosa.

Así que ahora no me vengan con lo de “lo importante es participar”. Porque ayer por la tarde cuando me mandaron la nueva clasificación grité en silencio: “¿¿¿¿Comor????”

Esta es la cara que se me quedó cuando vi que habíamos pasado del puesto 3 al 4 en la clasificación de los premios Bitacoras.com Sólo son finalistas los 3 primeros. Así que…
¡OS NECESITAMOS! Porque alguien se inventó que “lo importante era participar” para que los que quedan cuartos no se quedaran con esta cara de por vida, clamando al cielo “por qué yo zeñó”. Las malasmadres somos capaces de todo y nos merecemos ir a esa gala. Así que ahora SÍ TOCA COMPETIR. Aunque no ganemos. Intentaremos ser las mejores.

¿Cómo votar?

¡HASTA EL VIERNES PODÉIS VOTAR! Go Go Go!
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Y recordad que podéis proponernos un reto que cumpliremos… Podéis dejarlo en los comentarios. Las malasmadres se han tirado al barro y los retos son la bomba. Por ahí se oye algo de un calendario sexy enseñando pernera postparto acompañada del elenco de colaboradoras. Sonia, tú sí que sabes que estás en forma… Iré posando por si acaso… ¿Quién da más?