Convivir con un adolescente es una tarea sumamente difícil y retadora. Conseguir acompañar esta etapa con serenidad y empatía se convierte casi en una misión imposible.
Las familias con hijos adolescentes vivimos entre tensiones y discusiones casi constantes. Unos conflictos que crean mucho malestar en casa y nos llenan de gran frustración y culpa. Riñas que nos hacen sentir que todo lo sembrado hasta el momento en la educación de nuestros hijos no ha dado sus frutos. Que hemos educado incorrectamente o con normas poco estrictas.
Que complicado es entender a un joven que no muestra ningún interés por escuchar, que responde con monosílabos y tiene cambios bruscos de humor. Que contesta mal cuando se enfada, le da pereza casi todo lo que le pides y actúa como si no le importasen las consecuencias de sus conductas. Que se pasa la mayor parte del tiempo encerrado en su habitación y no muestra interés por compartir con nosotros lo que le sucede o le preocupa.
Un adolescente que intenta entender todos los cambios físicos, cognitivos, sociales y emocionales que experimenta y le crean tanta inseguridad e incertidumbre. Que muestra muchas dificultades para cumplir con sus responsabilidades, para gestionar sus tropiezos y modular su enfado. Que necesita explorar activamente su identidad e independencia y aprender a dominar su intensidad emocional.
Una actitud que nos saca de nuestras casillas, nos hace sentir que vivimos sobre una cuerda floja y nos crea mucha tristeza. Una etapa desconcertante y agotadora que nos recuerda que no somos unas madres y padres perfectos pero que intentamos hacerlo lo mejor que sabemos aunque siempre tengamos la sensación que no acertamos.
Comprender este período de desarrollo nos va exigir cambiar la mirada hacia nuestro hijo y desarrollar nuevas estrategias para dar respuesta a sus nuevas necesidades. Aceptar que ya no tenemos a aquel niño dulce y cariñoso que no paraba de explicar todo aquello que hacía en el colegio porque ahora se ha convertido en un joven arisco y reservado. Una nueva etapa donde muchas de las cosas que nos habían funcionado hasta ahora ya no son efectivas.
Un/a adolescente, aunque no lo demuestre, necesita sentir más que nunca que le aceptamos y le queremos tal y como es, sin condición. Que entendemos lo complicado que es para él hacerse mayor y buscar un lugar en el mundo. Que no nos tomamos como un ataque personal sus respuestas fuera de tono o sus enfados por motivo.
¿Cómo podemos mejorar la relación con nuestro adolescente?
1. Entender como funciona el cerebro del adolescente nos ayudará a comprender muchas de las conductas desafiantes y las malas contestaciones. Un cerebro impulsivo que está en proceso de transformacióny que por este motivo le cuesta tanto planificar, regular los estados de ánimos, identificar riesgos y empatizar.
2. Tratar al adolescente con mimo y grandes dosis de paciencia será la clave de la conexión con él. Necesita sentirse escuchado, que mostremos interés por sus proyectos y que en casa sus ideas, inquietudes y opiniones se tengan en cuenta. Establecer unas acertadas expectativas hacia él le harán sentir que le queremos tal y como es.
3. La comunicación con el adolescente deberá basarse en el respeto y el afecto. Tendremos que aceptar que ahora tenga ideas diferentes a las nuestras en su camino hacia la independencia y libertad que tanto necesita. Eliminar de nuestras conversaciones los sermones, los interrogatorios, las comparaciones, los juicios de valor y los reproches.
4. Ante los conflictos, deberemos regalar al adolescente la calma que él no encuentra en su interior sin justificar sus faltas de respeto o comportamiento. Procurando entender los motivos que le han llevado al enfado y ayudándole a identificar y gestionar correctamente las emociones que a menudo se desbordan. Establecer límites consensuados en casa y buscar soluciones conjuntas a nuestras discrepancias, sin echar en cara errores del pasado nos facilitará mantener un buen vínculo con él.
5. Potenciar su autoconfianza para que sienta seguridad en sí mismo haciendo crecer así su autoestima. Cuando un joven se siente seguro es más probable que asuma riesgos de forma responsable y sea capaz de resolver los problemas que vayan apareciendo. Ayudarle a reconocer sus fortalezas y a establecer metas realistas y alcanzables potenciará sus ganas de aprender y mejorar a diario.
Nuestro adolescente no necesita tener una madre y padre perfecto sino alguien que le siga ofreciendo su afecto y apoyo diario sin juzgar sus errores. Que esté presente y disponible en su vida y empatice con sus preocupaciones e inquietudes. Que le aliente a ser valiente y le ayude a sentirse bien.
Tu adolescente no podría tener una madre o padre mejor que TÚ. Así que déjale huella con tus miradas, tus cuidados, tu calma y amor incondicional.
Buenas, buenos consejos, la comunicación es muy importante… la verdad es que da miedo, porque ahora con 6 y 7 años ya parecen adolescentes..