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Cómo delegar de una forma efectiva

Cómo delegar de una forma efectiva

Antes de ponerme a hablar sobre un tema, me gusta saber de dónde partimos, es decir, tomar de inicio un significado y a partir de ahí hablamos. Porque tenemos esto que es el filtro de la percepción que hace que cada persona interprete de forma diferente la misma cosa y, básicamente, hace que acabemos discutiendo sin sentido, porque cada una tiene su verdad. Así que vamos al lío.

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Qué entendemos por delegar

Delegar, según la RAE es: “autorizar a otra persona para que haga algo en su lugar”.

Es decir, algo que hago yo, que depende de mí (es decir, que puedo elegir hacerlo o no hacerlo), lo dejo en manos de otra persona para que lo haga en mi lugar. Vamos, que tiene que haber un “acuerdo” por parte de la otra persona a la que le delego.

Para que no haya equivocaciones, lo que depende de mí es: lo que siento, lo que hago, lo que digo y lo que pienso. En el caso de delegar, sólo puedo delegar “acciones”.

Por lo tanto, lo que NO depende de mí es: lo que los demás sienten, lo que los demás hacen, lo que los demás dicen y lo que los demás piensan.

Aquello sobre lo que NO PUEDO actuar ni cambiar, porque escapa a mi rango de acción. Ahí no puedo elegir si hacer o no hacer, sólo puedo aceptar (o enfadarme porque no es como yo quiero). Pero nunca lo podré cambiar YO, porque DEPENDE DE OTROS.

Cuanto más tiempo esté mi mente pensando en cambiar lo que no puedo, más me frustraré, enfadaré, sentiré que no tengo control, me sentiré insegura, sentiré impotencia, y me bloquearé creyendo que no tengo opciones mientras ESO no sea diferente.

Cómo delegar de una forma efectiva

Vale, hablemos de delegar.

Cada vez que escuchamos que alguien nos recomienda delegar (y yo lo recomiendo), a muchas de nosotras se nos hincha la vena del cuello, sentimos frustración y enfado, porque por mucho que “deleguemos” (mira la definición al principio de nuevo), la otra persona no firma ese acuerdo, por lo que no se hace posible. Así que vuelves a cargarte de nuevo con lo que querías que la otra persona hiciera en tu lugar, con el añadido de la sensación de impotencia. Y esto, teniendo alguien en quién delegar. Porque muchas madres no tienen a nadie al lado a quien siquiera proponérselo.

Yo aprendí a delegar primero en mi trabajo. Porque algo que tenemos las mujeres (y más siendo autónomas) es que queremos hacerlo todo y aprender de todo para poder hacernos cargo de todo SOLAS, como si eso nos diera más valor de cara al exterior, como si eso se esperara de nosotras. Es algo que llevamos encima por educación y más temas en los que me adentraré en otro momento. La cuestión es que yo, psicóloga, me puse a aprender sobre edición de fotos, sobre gestión de redes sociales, sobre edición de reels, sobre programación, sobre creación de páginas web, sobre marketing… Y al final, no podía dedicarle tiempo a lo MÍO, a seguir aprendiendo sobre la mente, sobre herramientas terapéuticas, y hasta me quitaba tiempo de consultas. 

Así que, reordené mis prioridades, me revisé todas esas creencias sobre el valor interno, y me di cuenta de que me tenía que dedicar a aquello en lo que era buena, LO MÍO. Y dejar a los demás que hagan lo que saben hacer. Y eso empecé a hacer, poco a poco buscar profesionales que se dedicaran a lo que yo, en realidad, no quería hacer, ya que el tiempo que perdía ahora lo podría invertir en aprender, ayudar y atender a mis pacientes. No fue de la noche a la mañana. Y solté. Solté el control de lo que me hacía perder tiempo.

Y todo esto te lo cuento porque creo que, en lugar de enfocarnos en delegar, necesitamos enfocarnos en SOLTAR. Porque delegar lleva implícito algo que NO DEPENDE DE TI. Lleva la necesidad de que la otra persona QUIERA coger aquello que le das. Y eso es lo que genera todo el malestar. Nos quedamos atascadas con la losa de delegar, como si fuera nuestra culpa el no hacerlo, y no es así. Por eso me gusta definir las cosas, porque así entendemos mejor todo el contexto. Ya que tú puedes hablarle a tu pareja de lo hasta arriba que vas, de la carga mental que llevas, de que necesitas que él (o ella) haga su parte, PERO ahí se queda lo que depende de ti.

Cómo delegar de una forma efectiva

A partir de ahí pueden pasar varias cosas: 

1.- Que se de cuenta y se ponga en marcha, de la manera en que sepa pero con voluntad de hacerlo cada vez mejor (ahí, tenemos que apoyar en el proceso, sin pretender que lo haga como lo hacíamos nosotras, sino llegando entre los dos a un “consenso” de calidad y que vaya acercándose a él, sin presión). No podemos ver esta opción como que nosotras tenemos que estar de vigilantes y mirando si está o no bien, porque eso mina la autoestima de quien tiene la voluntad de hacer, y hace que en realidad sigamos teniendo la misma carga.

2.- Que te diga “sí, sí”, pero que sea “no, no” al final, porque sólo ha sido el susto pero no hay compromiso. Y ahí te frustres y te quedes esperando como siempre, creyendo que no te queda más remedio que seguir como hasta ahora.

3.- Que, directamente no haga ni caso.

Estas 3 opciones, no dependen de ti. Lo que sí depende de ti es lo que hagas después. De ti depende SOLTAR.

Soltar la necesidad de que la otra persona HAGA para tú dejar de hacer. Soltar la necesidad de que lo que has pedido se haga TAL Y COMO TÚ lo haces. Soltar la idea de que sólo hay una manera de hacerlo bien. Y sobre todo, soltar lo que no quieras hacer y es PRESCINDIBLE. Porque hay muchas cosas que hemos convertido en urgentes e imprescindibles, que no lo son. Necesitamos reorganizar las prioridades para poder soltar. Ya que si todo lo consideramos IMPORTANTÍSIMO, nunca podremos parar.

Para delegar, cuando la otra persona está por la labor de coger el testigo, lo principal es que tú dejes de ocuparte de eso que has delegado. No puedes estar de jueza de resultados. Porque acabarás con el famoso “deja que para que lo hagas así, ya lo hago yo”. Y vuelta a empezar.

Recuerdo, cuando estaba en el colegio (fíjate si me impactó), que una compañera (tendríamos, no sé, 9 años) nos contó que su madre estaba haciendo huelga de brazos caídos. Que no tenía muy claro lo que significaba pero que había dejado de hacer cosas en casa que antes hacía, y había dejado de hacerle muchas cosas a su padre. Al parecer estaba HARTA de que nadie colaborase (en esa época de corresponsabilidad ni se hablaba) y había decidido dejar de hacer muchas de las cosas que hacía. Según nos iba contando mi amiga, había un montón de ropa sin planchar, estaba la casa desastrada y su madre hacía lo más necesario para las hijas pequeñas y ya. Pasaron algunas semanas. Y todo cambió. La decisión de su madre fue tan firme y sin posibilidad de marcha atrás, que la cosa fue marcha adelante. Su padre se arremangó y se puso a ser corresponsable. Hasta el día de hoy.

Esto lo cuento porque, aunque no es necesario llegar a ese punto, sí que es importante empezar a soltar, poco a poco. Soltar algo significa tener la férrea intención de no volverlo a coger, pase lo que pase. Por eso recomiendo que empieces por cosas pequeñas que te veas capaz de gestionar y mantener en el tiempo. En modo Kaizen. ¿Qué te gustaría empezar a soltar? ¿Qué te gustaría poder dejar de hacer? Y ahora la pregunta que te hará ponerte en marcha: ¿Cuál es la micro acción que AHORA puedo hacer para empezar a hacer menos (lo que sea que quieras dejar de hacer)? Y no es necesario que haya respuesta, tú sólo empeieza a hacerte la pregunta para enfocarte.

Cuando no tienes con quién compartir las tareas, hablo de una pareja, lo que hay que aprender es a dejar de verlo todo como urgente e imprescindible (sí, lo de bajar el nivel de autoexigencia), porque si necesitas liberarte de carga porque no te da la vida ni la mente ni la energía, tienes que reorganizar las prioridades. Ahí, en esa reorganización, es donde puedes rebajar tu nivel de perfeccionismo. Haz una lista de todas las cosas que haces a lo largo del día, y responde, al lado de cada una, a esta pregunta: ¿Qué es lo peor que podría pasar si eso no está hecho? Te aseguro que te dará foco para saber por dónde empezar a soltar. Porque también es posible soltar aunque no se tenga a alguien al lado. Porque soltar no es lo mismo que delegar. Y soltar sólo depende de ti.

Nadie dijo que esto fuera fácil. Porque no nos han enseñado a soltar, sino a todo lo contrario. Nos han enseñado a hacer más y más. A ser “superwoman híperperfecta” (que lo único que significa es que lo hagamos todo absolutamente todo para los demás sin pensar en lo que nosotras en realidad necesitamos o queremos). Y eso es IMPOSIBLE. Pero no quiero que te quedes con la idea de que es imposible, porque es como si no pudieras cumplir con tu misión, no, lo que quiero que sepas es que NO ES NECESARIO. Lo que sí es necesario es que empieces a encontrarte de nuevo, a tener momentos exclusivamente para ti, a cambiar esa lista de prioridades subiéndote a ti de posición. Porque la solución no está en hacer más, sino en hacer menos, pero con la atención puesta en lo que haces, sin esa centrifugadora mental que te dice que tendrías que estar haciendo otra cosa (o más cosas).

Así que, resumiendo, te propongo que hagas varias listas para que empieces poco a poco, en esto de delegar y soltar:

¿Qué te gustaría delegar? Es decir, ¿Qué estás dispuesta a dejar de hacer sin estar encima de quien lo vaya a hacer? Cuando tengas esa lista, habla con la persona a la que le quieres delegar esas cosas, prometiéndole que no te entrometerás, y acordando entre los dos una “calidad mínima” (consensuada, no ha de ser la tuya).

Para reorganizar tus prioridades: lista de cosas que haces a lo largo del día respondiendo al lado de cada una a la pregunta ¿qué es lo peor que podría pasar si no lo hiciera? Así sabrás por dónde empezar a soltar. Elige la que menos repercusión tenga para ti, y decide dejar de hacerla. No del todo, pero sí disminuye su frecuencia, en modo Kaizen, que no te genere estrés.

Para centrarte en ti, haz una lista respondiendo a esta pregunta: ¿Qué llevo tiempo posponiendo que quiero para mí? Puede ser leer un libro o un viaje, o sentarte en el sofá o acostarte antes o ver una serie o ir a correr o tomar un te… Da igual, ponlo TODO. Y, cuando hayas acabado, elige una cosa y pregúntate ¿Qué micro acción puedo hacer AHORA para estar más cerca de conseguirlo? Y si hay respuesta, HAZLO. Si no hay respuesta, sigue haciendo la pregunta.

Cuando empiezas a introducir, sin darte cuenta, cosas para ti, ese hueco cada vez lo verás más natural, y cada vez será más grande. Y te resultará más fácil delegar y soltar. Pero lo más importante es que lo hagas a través de estas preguntas, para que no haya estrés ni agobios que al final acaben frenándote. Los cambios, para que sean duraderos, hay que hacerlos sin estrés, con micro pasos, en modo Kaizen.

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